Soy fría y sin corazón
Los calificativos que Xóchitl Gálvez utilizó contra Claudia Sheinbaum en el debate son característicos de la misoginia hacia mujeres en puestos de poder
Soy fría y sin corazón. Así me han clasificado una y mil veces a mí y a millones de mujeres que no jugamos el papel tradicional que la sociedad espera de nosotras. A las que decidimos tener una carrera profesional en vez de solo ser madres. A las que tienen puestos de liderazgo. A las que “abandonan” a sus hijos en guarderías. A las que toman decisiones con la cabeza.
Es por eso que, cuando en el debate presidencial escuché a Xóchitl Gálvez argumentar que Claudia Sheinbaum era “fría y sin corazón”, entendí de inmediato lo que intentaba. Me atrevo a decir que no hay una sola mujer en posiciones de liderazgo que no lo haya entendido.
La referencia apela a lo que el experto en psicología social David Smith, de la Universidad John Hopkins, llama “evaluaciones estereotípicas”. Es decir, a la tendencia a evaluar el profesionalismo de las mujeres con base en atributos que tradicionalmente se consideran femeninos como la generosidad, la calidez y la cordialidad. Y a castigar duramente a las mujeres que presentan características que solo son socialmente aceptables en los hombres como la asertividad, la competitividad y la ecuanimidad.
En un país machista como México, las evaluaciones estereotípicas son muy comunes y explican en gran medida la dificultad que las mujeres tienen para acceder a puestos de poder. El reto que nos imponen los estereotipos es infranqueable. Se nos demandan virtudes masculinizadas para acceder al poder, pero se nos castiga si las demostramos.
Por eso, a un hombre líder casi nunca se le llamará frío. Se le llamará sereno, mesurado, elegante o ponderado. En cambio, a una mujer que muestre las mismas características se le tachará de insensible, impasible, distante y, en el peor de los casos, incluso se hará referencia a su vida sexual llamándola frígida.
Así, llamar frías a las mujeres que buscan acceder al poder en México es el último y más potente de los insultos. Implica que la mujer en cuestión fracasa en realizar la principal labor que le ha asignado la sociedad: el cuidado y el amor al prójimo por encima de sí misma. Equivale a pintar la letra escarlata. A violar la máxima de las premisas. La idea de que una mujer existe para ayudar al resto o, mejor dicho, para ayudar a un hombre al tiempo en que se hace a un lado.
Fría y sin corazón le llamaron a Claudia. Como me llamaron a mí cuando decidí irme estudiar el doctorado a una ciudad distinta a la de mi entonces prometido. Como le llamaron a mi madre cuando intentó estudiar una carrera de noche en vez de prepararnos la cena. Como le llamaron a mi abuela cuando se atrevió a decir que quería ir a la primaria en vez de cuidar a sus hermanos.
Soy fría y sin corazón como lo somos todas. Todas las mujeres que decidimos que no se vale ser lo que la sociedad espera. Que no estamos aquí para satisfacer los estándares irreales del patriarcado. Que no podemos o simplemente no queremos hacerlo.
Por eso, una de las más comunes consignas de las marchas feministas es gritar “somos malas”. La consigna apela a que todas sabemos que, cuando demandemos justicia, reconocimiento y liderazgo de parte de la sociedad mexicana, una de las principales críticas que se nos harán es decir que somos malas. Malas madres, malas esposas o “malas de corazón”, como dijera Gálvez. El grito apela a lo ridículo y discriminatorio que nos parece ese calificativo. Y a lo poco que nos importa que nos lo pongan. La consigna típicamente comienza con una mujer diciendo “somos malas” y el resto a coro respondiendo “podemos ser peores”.
No me sorprende que solo los hombres sin experiencia política del equipo de Xóchitl Gálvez hayan repetido el mensaje de frialdad en sus redes sociales. “Sheinbaum demostró ser la dama de hielo”, dijo Enrique de la Madrid. “Sheinbaum en el debate: fría”, fue el veredicto Claudio X González. “Se mostró fría, distante”, dijo Max Kaiser.
Los políticos de carrera que acompañan a Gálvez, gente como Marko Cortes, Alito Moreno, Jesús Zambrano y Santiago Creel, no compartieron el mensaje machista. Más sabe el diablo por viejo, dice el refrán.
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