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Elecciones México
Columna
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Comer sopa con tenedor: discursos electorales para el mercado equivocado

Las dos candidatas punteras en las encuestas se han visto obligadas a utilizar tonos que no son los preferidos de sus mercados electorales

Xóchitl Gálvez durante el encuentro con militantes el 23 marzo 2024, en Santo Domingo Tehuantepec, Oaxaca.
Xóchitl Gálvez durante el encuentro con militantes el 23 marzo 2024, en Santo Domingo Tehuantepec, Oaxaca.Prensa Xóchitl Gálvez
Antonio Ortuño

Las campañas electorales llegan a la Semana Santa más o menos como arrancaron. No han dado titulares grandiosos ni han movilizado de manera espectacular a las masas. Tampoco se perciben entusiasmos desmedidos en el ambiente. Y es que existe una paradoja en su centro mismo: las dos candidatas punteras en las encuestas se han visto obligadas a utilizar tonos que no son los preferidos de sus mercados electorales y la sensación general que provocan sus discursos puede ser bastante confusa. Me explico.

Claudia Sheinbaum, la aspirante del oficialismo, tiene que vender continuidad y estabilidad. No puede (ni seguramente quiere) marcar distancias con respecto al actual presidente, López Obrador, y tampoco tiene la opción de recurrir al discurso apocalíptico que usó este durante años para hablar de la situación nacional, porque eso significaría ser vista como una heterodoxa o incluso una disidente, que es el pecado más aborrecido en la teología del obradorismo. Sheinbaum siempre ha sido la más disciplinada seguidora del mandatario, así que solo le queda recorrer el país diciendo que todo está bien y que, acaso, estará un poquito mejor si la eligen a ella, por aquello del efecto acumulativo. Esto, para un púbico que se pasó casi dos decenios movilizándose en términos de cruzada, que se llenaba la boca con grandes acusaciones y promesas, además de denunciar megaconspiraciones a cada momento, debe saber a muy poco. Es agüita tibia. Para el obradorismo en las anteriores elecciones, votar era un acto de vida o muerte y con tintes de histórico. Y esta vez se parece más a hacer un trámite de refrendo de placas. ¿Quién dice que no se desmovilizará, al menos parcialmente, si se ve con ventaja en las encuestas y su “misión” de votar pasa a ser mera burocracia? Quizá por eso han menudeado las inverosímiles acusaciones de que la oposición apoyada por el INE, prepara un fraude. Para ver si se mantiene alguna clase de espíritu combativo en un voto que, muy rápidamente, ha pasado a ser “estabilizador”, es decir, conservador.

Del otro lado del ring, a la candidata de la alianza opositora, Xóchitl Gálvez, le sucede lo contrario. Para abrirse cancha en las preferencias de los votantes, necesita hacer una campaña que se cimente en la denuncia, y referirse de continuo a temas dolorosos, como los homicidios y desapariciones, como el omnipoder del crimen organizado, como la miseria en la que sigue sumida buena parte de los mexicanos, como la crisis migratoria en la que el gobierno ha jugado un mero papel de gendarme de los intereses de Estados Unidos… Solo que a una parte nada menor de su electorado potencial estos temas no le son simpáticos, y difícilmente se ven reflejados en las tragedias de las familias de los desaparecidos o los migrantes, o las necesidades de aquellos que no tienen ingresos suficientes. A mucha de esta “gente de orden” les gustaría una campaña centrada en temas empresariales, y les bastaría con la promesa de deshacer todo lo que entienden que el gobierno hizo mal en cuanto a gestión pública. Gálvez, pues, ha tenido que oscilar entre ambos registros. Un día acompaña las denuncias de las madres buscadoras y otro les pide a los empresarios que dejen todo y hagan campaña por ella, como si fuera Cristo hablándoles a los apóstoles. Huelga decir que esto atomiza su mensaje. Porque tiene que venderles crisis y pedir movilizaciones a aquellos que lo que quieren es estabilidad, y porque tiene que mostrarse combativa ante personas que prefieren un discurso político más sereno. Para aspirar a una victoria, Gálvez debe convencer a un porcentaje del electorado oficialista de apoyarla, explotando su decepción, pero sin perder a su propio electorado por pasarse de radical. No es un trabajo fácil.

Quizá por eso de las campañas, en las redes, casi solamente hablan los bots y los personeros del gobierno y la oposición. Y el tercero en discordia, claro, el candidato de Movimiento Ciudadano, Jorge Álvarez Máynez, cuyo principal objetivo, todavía, es que la gente se entere de que existe antes del día de las votaciones. A ver si le da tiempo.

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