Clases de historia de México, cortesía presidencial
Qué suerte escuchar al titular del Ejecutivo leer extractos de su último libro ―que también tuvo tiempo de escribir mientras administraba esta próspera y pacífica República
Tenemos suerte de vivir en un país en el que el presidente puede pasar un rato de su día impartiendo seminarios sobre historia política. No en cualquier lugar del mundo pasa que el mismísimo titular del Ejecutivo transmita cotidianamente a sus ciudadanos las lecciones que le han dejado los héroes nacionales. Qué suerte escucharlo leer extractos de su último libro ―que también tuvo tiempo de escribir mientras administraba esta próspera y pacífica República― para hablarnos sobre la vida y obra de Hidalgo, Morelos, Juárez, Villa, Zapata, Madero y Lázaro Cárdenas; para detenerse y considerar la sugerencia de uno de esos periodistas libres de manipulación que van a sus mañaneras, de crear un “instituto de información de historia de los Gobiernos pasados, para que la gente sepa el daño que le han hecho a México”. Caray, de verdad, no cualquiera.
Afortunadamente, no hay muchos pendientes que apremien la atención presidencial o de los funcionarios que pasan por sus conferencias. Por ejemplo, ahora que ya tenemos un sistema de salud como el de Dinamarca, mejor que el de Dinamarca, mejor dicho, podemos darnos el lujo de sentar durante una hora y media al secretario de Salud, Jorge Alcocer, a escuchar las hazañas de los héroes nacionales durante la República Restaurada. Habría que arreglar en algún momento algunos detallitos que por ahí circulan en la prensa conservadora con relación a los pendientes ―nada daneses― del sistema de salud pública. Que si el 46% de los enfermos más pobres del país se quedaron sin consultas médicas, que si los seis millones de niños a los que no se les vacunó porque en lo que transitábamos a Dinamarca se les olvidó comprar sus vacunas o que si se dejaron de surtir 15 millones de recetas en el país. Pecatta minuta, nada grave; a poner atención, que el presidente comienza a hablar sobre las injusticias que fueron cometidas en contra del cura Miguel Hidalgo y Costilla durante la guerra de Independencia.
Ahora que también ―como ya nos dijo el presidente― no hay un tema de violencia política en el país y es cosa de adversarios, conservadores y publicistas que quieren sacar raja política, sacar el asunto una y otra vez, qué mejor que las secretarias de Gobernación, Luisa María Alcalde, y de Seguridad, Rosa Icela Rodríguez, escuchen con atención el minucioso recuento de cuando los conservadores del siglo XIX trajeron a Maximiliano de Habsburgo al país. Ya puede esperar un rato más atender el asesinato número 21 de un aspirante a un cargo de elección popular durante este proceso electoral, o la respuesta al Alto Comisionado de las Naciones Unidas ―un organismo corrompido y tendencioso, ya de por sí― que tuvo la increíble osadía de manifestar su preocupación por los niveles de violencia con los que arrancan las elecciones. Y claro, también habrá tiempo de atender a los familiares de los 43 jóvenes desaparecidos de Ayotzinapa ―que de por sí ya han esperado casi 10 años― porque, francamente, eso de no quererse regresar a sus pueblos en Guerrero, tirar una puerta de Palacio Nacional y llevar días lanzando petardos contra edificios públicos y buscando una cita con el presidente es inaceptable, casi adversarial, claramente manipulado. Más ahora que el Ejecutivo acaba de entrar en la lectura de uno de los episodios más apasionantes de la vida de Benito Juárez. Ya avisó que para enseñarnos lo que de Juárez escribió en su libro, tomará dos o tres días; qué emoción, no esperaba menos.
Y bueno, aprovechando que el pueblo está “feliz, feliz, feliz”, porque “el enojo solo está en los de arriba”, como bien dice el presidente, estarán de acuerdo en que qué desperdicio tenerlo ahí con el micrófono encendido y perder la oportunidad de que amplíe su visión sobre al menos uno o dos de los logros de su Gobierno, aunque en ello se nos vaya un poquito a la basura eso de cumplir con la legislación electoral. Como dije, pecatta minuta. Todo sea por atestiguar History in the making, si se me permite la frase en inglés. O ¿es que no se dan cuenta de lo afortunados que somos?
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