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Pensándolo bien
Columna
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AMLO y el latin power

No hay que olvidar que el sustrato social del que procede la mayor parte de los inmigrantes en EE UU es el mismo que hoy le otorga al presidente mexicano tan categóricos niveles de aprobación

Jorge Zepeda Patterson
Andres Manuel Lopez Obrador apoyo en Estados Unidos
Simpatizantes del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, vitorean después de su discurso en Naciones Unidas en Nueva York, Nueva York, el 9 de noviembre de 2021.CARLO ALLEGRI (Reuters)

Pensar fuera de la caja, como dicen los gurús de la administración moderna, puede producir despropósitos, pero también ideas frescas y nuevos derroteros. Andrés Manuel López Obrador, formado con un pie adentro y con un pie afuera de la “caja” en la que tradicionalmente ha habitado la clase política mexicana, ha sido un claro ejemplo de lo mejor y lo peor de esta consigna. Ideas sacadas de la manga a contrapelo de un aparente sentido común, como fue la rifa de un avión sin avión, de un lado, aunque del otro, polémicas decisiones, como la mudanza de Los Pinos o los vuelos en clase turística, que en conjunto redefinen los usos y costumbres de la presidencia. Y según se mire, en ocasiones hay ideas que son las dos cosas al mismo tiempo, aparentes despropósitos que se convierten en genialidades. Tal es el caso de la posibilidad de pensar un lobby en Estados Unidos para presionar a los congresistas a votar en favor de iniciativas clave para los latinos.

En principio parecería un planteamiento políticamente incorrecto, por decir lo menos. El típico caso de una iniciativa que urgiría llevar a cabo, pero que no conviene pregonar en voz alta, mucho menos por parte de un presidente mexicano en funciones. Este martes López Obrador afirmó en la Mañanera (“porque no lo puedo tratar tan abiertamente en Estados Unidos por respeto a la soberanía de ese país”) que, si el presidente Biden presenta en el Congreso la iniciativa prometida para la regularización de 11 millones de migrantes, México tendría que estar atento a la postura que asuman los legisladores republicanos y demócratas. Y en caso de que algunos de estos se opongan a esta medida habrá que tomar registro y hacérselo notar a los 38 millones de mexicanos que habitan allá, muchos de los cuales ejercen el voto. AMLO citó el caso de los cubanos y su cabildeo que, a pesar de representar apenas a 4 millones que residen en Estados Unidos, poseen una enorme influencia política.

Sin duda es una idea potente. Aunque no lo mencionó, resulta evidente el desproporcionado peso que tiene el lobby en favor del Estado de Israel, capaz de afectar la carrera de cualquier político que vote o se exprese en contra de tales intereses. Aún más patente es el cabildeo ejercido por la famosa NRA, National Rifle Association, que durante años ha boicoteado toda iniciativa para limitar la venta indiscriminada de armas, ante el pavor de todo congresista de ser objeto de la crítica de este lobby.

López Obrador apunta, en efecto, a una realidad que poco a poco se abre camino. Es verdad que el peso específico de la población de origen latino es enorme en términos económicos y sociales en muchas regiones, pero su protagonismo político es muy inferior proporcionalmente hablando. La mera posibilidad de modificar esa ecuación constituye una tesis explosiva. Desde luego se trata de una comunidad mucho más diversificada de lo que parece, en ocasiones con intereses encontrados. Y allí están los datos de la elección de Donald Trump, por el que sufragaron poco más de 20% de los latinos. Pero los números son tan grandes que incluso si esta tesis (ofrecer un objetivo común al electorado latino) despierta el interés de una fracción, los alcances podrían ser poderosísimos. Muchos de los comicios distritales se resuelven por escaso margen, lo cual significa que los contendientes no están en posición de dar la espalda al voto de comunidades articuladas en torno a un interés común. Y no hay que dejar de lado que la proporción del voto latino no hará más que crecer por el efecto combinado de su creciente peso demográfico y la paulatina incorporación a la vida cívica de muchos descendientes de emigrantes. “Hay millones de ciudadanos estadounidenses-mexicanos que deben estar atentos y tener dos objetivos, solo dos: defender a los mexicanos y defender a México”, dijo el presidente este martes.

No queda claro si estas declaraciones de López Obrador expresan una mera esperanza o anticipan un proyecto de cabildeo a desarrollar por el gobierno mexicano. Ciertamente, AMLO es un activo político con ascendencia entre segmentos populares de la emigración arraigada en Estados Unidos. Un factor que une a grupos tan diversos como los cientos de miles de poblanos asentados en Nueva York y los millones de michoacanos, zacatecanos y guerrerenses instalados en la costa oeste. La idea de que López Obrador constituya un catalizador para estos grupos puede parecer peregrina, pero no hay que olvidar que el sustrato social del que procede la mayor parte de estos inmigrantes y sus hijos es el mismo que hoy le otorga al presidente mexicano tan categóricos niveles de aprobación. Habría que recordar las muchas veces que se ha subestimado ya no a su persona sino al fenómeno político que representa. Hace unos años nadie habría adivinado la posibilidad de que una figura lograra el consenso generalizado de tantas y divididas corrientes progresistas, de izquierda o de oposición, caracterizadas siempre por su arraigado canibalismo.

Podría decirse, con razón, que la idea de armar una estrategia de cabildeo entre los paisanos para impulsar la agenda de México en los asuntos internos de Estados Unidos, puede ser interpretada por Washington como una injerencia inadmisible. Pero considerando la historia de intervencionismos descarados y, en ocasiones, brutales de Estados Unidos sobre la vida política de nuestros países, tal cuestionamiento resulta ingenuo. Hace un par de semanas, para no ir más lejos, varios congresistas estadounidenses exigieron a su embajador en México presionar a nuestras autoridades para garantizar las operaciones económicas de algunas empresas de aquel país en el nuestro.

En fin, ocurrencia o atisbo de una nueva estrategia, la posibilidad de utilizar políticamente a la población de origen latino de una manera orquestada es un planteamiento trascendente. Una tarea nada sencilla por donde se le mire, pero si hay algo con posibilidades de impulsarla es el factor AMLO. Veremos si prospera.

@jorgezepedap

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