_
_
_
_
_
Pesándolo bien
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Otra manera de hacer patria

La sociedad se enriquece con puntos de vista plurales, con la exhibición de los vicios públicos y con la discusión de propuestas alternativas para enfrentar los terribles retos nacionales

AMLO y Carlos Salazar Lomelín
Carlos Salazar, presidente del Consejo Coordinador Empresarial y Andrés Manuel López Obrador durante la firma de un acuerdo.Andrea Murcia (Cuartoscuro)
Jorge Zepeda Patterson

Hay mexicanos que han encontrado otra manera de hacer patria: construyendo puentes. Actores públicos, quienes por encima de las diferencias y la polarización, han optado por buscar coincidencias e intereses comunes por escasos que sean y construir a partir de aquello que nos une. Desde luego, no podemos descalificar a aquellos que son militantes de sus propias ideas, defienden su visión de país y denuncian y confrontan aquello con lo que no están de acuerdo. La sociedad se enriquece con puntos de vista plurales, con la exhibición de los vicios públicos y con la discusión de propuestas alternativas para enfrentar los terribles retos nacionales.

El problema es cuando las diferencias se convierten en atrincheramientos estériles, la discusión deriva en la descalificación sistemática del adversario y los contraargumentos en misiles dirigidos a boicotear o destruir lo que el bando opuesto intenta edificar. Cuando las dos partes se constituyen en riberas opuestas desde las cuales se tiran piedras y resultan incapaces de escucharse salvo aquello que se puede convertir en material para maldecirse. En tal caso, las diferencias en lugar de enriquecer, empobrecen; en vez de dinamizar a una sociedad, la paralizan.

En tales situaciones habría que reconocer el admirable empeño de todos aquellos decididos a construir diálogos entre los dos lados del cauce que nos separa, a pesar de que ellos mismos pertenezcan a uno de los dos polos.

Este martes escuché en una entrevista radiofónica al líder del Consejo Coordinador Empresarial, Carlos Salazar. El conductor (Carlos Loret) le hizo preguntas sobre el desempeño de la 4T en materia de control de la epidemia y la estrategia de vacunación. Preguntas con la jiribilla esperable en un periodista que se encuentra claramente en una de esas dos orillas, sujeto a su vez a la implacable metralla de la orilla opuesta. Las respuestas del líder empresarial son un monumento a la cordura. Lejos de amarrar navajas o dar rienda suelta a la frustración, agradeció la reciente autorización para que la iniciativa privada pueda adquirir vacunas contra la covid-19, cuando los laboratorios lo permitan, y expresó su esperanza de que otros obstáculos puedan sortearse pronto; reconoció los esfuerzos de la nueva secretaria de Economía, Tatiana Clouthier, y dio cuenta de los puntos de coincidencia del programa de reactivación gubernamental con las propuestas del sector privado.

La participación de Salazar en esta entrevista es congruente con la actitud que ha mantenido a lo largo de estos dos años, a pesar de ser el representante de un sector con el cual el Gobierno ha sostenido innumerables roces. López Obrador no ha escondido su deseo de acotar privilegios y abusos en las prácticas empresariales, en particular con respecto al fisco, a los contratos con el Gobierno y a las relaciones con la mano de obra. Muchos capitanes de empresas han percibido las iniciativas y la narrativa presidencial como una agresión a sus intereses (y por extensión a los intereses de México); otros han compartido parte del diagnóstico, pero han objetado las maneras en que la 4T pretende instrumentar las soluciones. Con frecuencia estas diferencias han terminado por convertirse en una batalla tóxica y enconada. Algunos pocos, como Carlos Salazar han buscado un espacio de negociación y, en lo posible de colaboración, para limar las aristas más explosivas en la relación, o más lesivas para los intereses de su sector, y para utilizar las áreas comunes, por pequeñas que parezcan, para construir acuerdos y acciones conjuntas. Algunas veces con éxito y otras sin él, ha buscado hacer ver al presidente los puntos de vista de su sector. No siempre ha sido un diálogo productivo. Desde la perspectiva empresarial, hay razones para sentirse agraviado y así se lo hacen saber una y otra vez los afiliados a su organización. Pero el líder empresarial también entiende que López Obrador es el presidente legítimo de los mexicanos y encabeza un proyecto social emanado de un voto mayoritario. Se puede o no estar de acuerdo con sus premisas o sus alcances, pero es lo que legítimamente llegó a Palacio Nacional; boicotearlo, pretender que no existe, o ausentarse seis años es contraproducente para todo el país, incluyendo a los actores de la economía. Gracias a estos puentes se han conseguido éxitos parciales, pero significativos. Acuerdos para planes de inversión conjunta, reforma del plan de pensiones, ajustes a las iniciativas sobre outsourcing o reformas al Banco de México (ambos en proceso).

Un caso similar es el de Enrique Quintana, director de El Financiero. En su columna diaria, Quintana hace una revisión puntual de la marcha de la economía y del desempeño del Gobierno con relación a esta materia. Tratándose de una publicación encaminada al sector negocios, no es de extrañar la proliferación de columnistas y actores políticos críticos de la 4T. Justo por lo mismo, contrasta el esfuerzo permanente que hace el director, en su espacio personal, para reflexionar sobre los acontecimientos del día desde una perspectiva no alineada. De entrada, invariablemente concede el beneficio de la duda y a diferencia de la mayoría de sus colegas, que suelen elegir solo la data que confirma sus imprecaciones sobre López Obrador, Quintana citará información variada y hechos mutuamente contrastantes. En ocasiones al concluir cuestiona las acciones del Gobierno, en otras termina por ver la pertinencia; la mayor de las veces simplemente da cuenta de los claroscuros, sin soslayar méritos y deméritos. Por lo general, un análisis que se agradece.

Desde luego Salazar y Quintana no son los únicos. Hay muchos otros actores sociales, líderes formales e informales, comunicadores que resisten la tentación de entregarse en brazos del aplauso fácil de alguna de las dos tribunas opuestas y optan por la difícil tarea de enlazar a dos riberas que, por desgracia, se oponen a la construcción de puentes. Habría que hacer un reconocimiento a los Salazar y a los Quintana que existen en medio de nuestras comunidades, en las charlas de sobremesa, en los círculos profesionales, en las redes sociales. Son los pocos que se rehúsan a pensar con clichés y consignas, que se niegan a atrincherarse en una realidad descrita en blanco y negro, que practican la escasa virtud de ver el mundo desde la perspectiva de unos zapatos ajenos. Constructores de puentes, otra manera de hacer patria. @jorgezepedap

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_