En defensa del aumento al salario mínimo
La microempresa puede pagar mejores salarios mínimos si los microempresarios comienzan a comprender mejor las fuentes de su debilidad
En 2021, México aumentó el salario mínimo en 15%. Algunos economistas ortodoxos han tratado de esparcir el temor de que este incremento afectará a los microempresarios y por ello, argumentan, los trabajadores deben seguir teniendo salarios de hambre con tal de tener empleo.
Esta es una falacia técnica y retórica por dos razones.
Primero, el argumento es técnicamente falso porque aun subiendo los salarios mínimos, los aumentos en los costos laborales de las microempresas son excesivamente bajos. De hecho, el incremento del salario mínimo solo representa un aumento de 2,79% en los costos operativos de las microempresas, un porcentaje muy menor.
Por el contrario, el incremento en el salario mínimo puede ayudar a las microempresas porque, a diferencia de las grandes empresas que dependen de exportar y de mercados internacionales, las microempresas viven mayormente del mercado doméstico. Un aumento en el salario puede suponer un aumento en el consumo doméstico.
Esto ya se ha observado en otros países. Por ejemplo, en Alemania la introducción de un salario mínimo aumentó el crecimiento económico (Herzog-Stein 2018). En Brasil, cuando el salario mínimo aumentó durante la crisis financiera del 2009, el crecimiento económico aumentó en 0,7% (Berg 2009). De hecho, durante dicha crisis, la mayoría de los países de Europa continuó aumentando los salarios mínimos a las mismas tasas que antes de la crisis. La intención era continuar manteniendo un buen nivel de consumo (Dobre-Baron 2012)
La microempresa puede pagar mejores salarios mínimos si los microempresarios comienzan a comprender que no les conviene pagar mal y tener un mercado deprimido, sino pagar bien para tener más clientes.
Segundo, el argumento en contra del aumento de los salarios mínimos es una falacia retórica porque implica que las razones que dan competitividad a las empresas no deben ser cuestionadas, sino que deben ser aceptadas como inherentemente buenas. No es así.
Hasta ahora, la única forma en la que las micro y pequeñas empresas han logrado competir con las grandes es mediante la evasión fiscal o pago de bajos salarios. Por eso, la mayor cantidad de evasión fiscal se da en empresas que tienen ingresos anuales de menos de 10 millones de pesos, y el 60% de los trabajadores de microempresas ganan el salario mínimo.
La microempresa podría pagar mejores salarios mínimos si los microempresarios comprendieran el tipo de cambios legales, fiscales y mercantiles que los harían más competitivos. Pagar mal y evadir el fisco no les conviene porque limita su potencial de crecimiento.
El microempresario debe organizarse y demandar una agenda política de cambios concretos y ambiciosos que les permitan aumentar su productividad. Por ejemplo, la Secretaría de Economía podría emprender una cruzada sin precedentes para apoyar a las empresas pequeñas a conectarse con cadenas de valor, mejorar sus procesos, y acceder a más y mejores créditos. Por su parte, la Comisión Federal de Competencia podría regular mejor los mercados para que las empresas ultragrandes dejen de abusar de sus proveedores pequeños. Finalmente, el congreso podría legislar una reducción en los costos de la seguridad social por medio del pago de la seguridad social con impuestos generales a fin de que no haya desincentivos a la formalidad.
El aumento del salario mínimo en 2021 le conviene a las microempresas, no solo porque podrá suponer un aumento en la demanda se sus productos, sino porque dará pie a una amplia conversación que permita mejorar la fuentes de la competitividad de los micronegocios.
Es momento de que las empresas pequeñas dejen de creer que abusar de sus empleados es la única forma de sobrevivir los abusos que ellas sufren de parte de los empresarios ultra-grandes.
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