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Combatir el déficit: el primer gran desafío económico del Gobierno de Sheinbaum

La presidenta de México recibe las finanzas públicas con el desbalance entre ingresos y egresos más acusado de los últimos 36 años y una deuda del 50% del PIB en 2024. Una piedra en el zapato para el avance de los programas sociales

Karina Suárez

En septiembre de 2023, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, aseguró en una de sus habituales conferencias matutinas que su Gobierno tendría un manejo responsable de las cuentas públicas. “Nuestras finanzas están muy fuertes y, además, ya está garantizado el presupuesto para mantener todos los programas de Bienestar”, comentó ante el nutrido grupo de periodistas que le escuchaban en Palacio Nacional. López Obrador rebosaba, en ese entonces, de optimismo sobre el desempeño que tendrían las finanzas públicas el año siguiente, este 2024, y anticipaba un crecimiento óptimo de la economía mexicana, más ingresos, buenos salarios y más empleos. Un año más tarde, el escenario de cara al futuro no es tan luminoso. Con el cambio de Gobierno y las elecciones de Estados Unidos a la vuelta de la esquina, la incertidumbre ha crecido, los mercados están castigado al peso y tanto el consumo como la inversión dan síntomas de debilidad. El margen de maniobra se estrecha y los pronósticos al cierre del año son menos alentadores sobre el alza de la economía, con estimaciones de déficit y deuda en ascenso.

Durante los cinco primeros años, López Obrador mantuvo efectivamente a raya las cuentas, en un ejercicio más propio de un gobierno alineado con la disciplina de los mercados y reacio a abrir la mano al gasto público y a la deuda. Sin embargo, en el último tramo soltó la cartera y elevó el déficit fiscal del 4,3% del PIB en 2023, al 5,9% en este año, según las previsiones oficiales. El equilibrio entre ingresos y gastos que hasta entonces había caracterizado a su Administración, inclusive en los momentos más críticos de la pandemia, se desdibujó en pleno año electoral y ante la urgencia de cerrar los proyectos emblema de su mandato como el Tren Maya o la refinería Dos Bocas, en Tabasco.

El resultado es que el Gobierno de Claudia Sheinbaum hereda el desbalance fiscal más pronunciado de los últimos 36 años y un tren de gastos que desafía el equilibrio de las finanzas públicas en el corto y medio plazo. Más allá de las cifras, este abultado déficit supone una piedra en el zapato para el desarrollo de las políticas públicas de Sheinbaum. A falta de conocer sus primeros presupuestos, en sus planes está aumentar el gasto en ayudas, especialmente para las mujeres. Aunque la presidenta de México enumeró entre sus primeros compromisos la disciplina fiscal y ha prometido una reducción del déficit el próximo año a 3,5%, la meta se vislumbra cuesta arriba dados los millonarios desembolsos comprometidos en los programas sociales, un clima de desaceleración económica y la negativa de esta Administración de implementar una reforma fiscal para elevar los ingresos.

Sheinbaum ha adelantado, de manera somera, que ya está trabajando con Hacienda sobre el paquete económico del próximo año. “Vamos a cerrar bien, el presidente López Obrador se aseguró de que hubiera recursos suficientes para un buen cierre de año. Y el próximo, estamos planteando una disminución del déficit y esquemas de mejora de la recaudación, que no tienen que ver con reforma fiscal, sino mejorar en aduanas, en el propio SAT [Servicio de Administración Tributario], además de seguir con que no haya condonación de impuestos y que no haya evasión fiscal”, declaró este viernes.

En los primeros ochos meses de 2024, el déficit supera ya los 1,1 billones de pesos, un alza de 54% respecto al mismo periodo del año pasado, de acuerdo con cifras oficiales. El desbalance más alto desde 1988 ocurre además con una tasa de interés aún alta, en 10,5%, y en plena desaceleración económica. Las consecuencias de un déficit alto pasan por un aumento de las tasas de interés en los bonos soberanos que cotizan en mercados internacionales, lo que, a su vez, encarece los costos de financiamiento, lo que puede desembocar además en una rebaja en la calificación soberana de México. Es decir, deuda más cara significa más gasto público para pagar ese sobrecosto: más presión para el déficit. Un bucle que se retroalimenta y es dificil de romper.


A poco más de un mes de que la Secretaría de Hacienda, dirigida por Rogelio Ramírez de la O, lleve al Congreso el Paquete Económico para 2025, los financieros y expertos se preguntan cuál será la estrategia del Gobierno de Sheinbaum para reducir en más de dos puntos porcentuales el déficit y, a la par, cubrir la andanada de gastos federales sin incurrir en más deuda, una tarea que más de uno califica como imposible, al menos, el siguiente año.

El pesimismo de los expertos tiene fundamentos. Las previsiones apuntan a una desaceleración económica derivada de una debilidad en el consumo y la inversión. El consumo cayó 0,4% en el segundo trimestre del 2024, su mayor frenazo desde el inicio de la pandemia, debido a una pérdida de dinamismo de la masa salarial real y un crecimiento de empleo más bajo. Por otra parte, la inversión ha moderado su crecimiento ante la caída del gasto público, tras registrar aumentos superiores al 4% en 2022 y 2023. En línea con estas cifras, el Banco de México ajustó en agosto, por tercera vez consecutiva, sus previsiones. La institución prevé que este año el PIB crezca solo un 1,5%, lejos del 2,4% estimado en su reporte anterior. El banco central señaló que el país atraviesa por un periodo de “marcada debilidad”.

Antes, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) ya había ajustado a la baja su previsión de la economía mexicana del 2,5% a solo 1,9% para este año. A estas previsiones se han alineado recientemente los pronósticos del sector financiero. La más reciente encuesta realizada por el Banco de México a los expertos en economía del sector privado prevé un crecimiento del 1,46% para este año y de 1,2% para el siguiente. Los especialistas han ajustado a la baja sus cálculos en plena incertidumbre sobre los efectos de la recién aprobada reforma judicial y sin conocer aún el Proyecto de Paquete Económico de Sheinbaum. A contracorriente de estos pronósticos, la Secretaría de Hacienda mantiene el optimismo y perfila, hasta ahora, un crecimiento de entre el 2,5% al 3,5% para este año.

En el sexenio pasado, los mpuestos a grandes contribuyentes fueron uno de los pilares de la política fiscal. En el acumulado, el fisco mexicano recaudó durante el gobierno anterior, unos 3,5 billones de pesos por auditorías y promoción de cumplimiento a empresas y personas físicas, lo que representa 2,3 billones de pesos más que en el sexenio anterior. En línea con su antecesor, Sheinbaum se ha pronunciado en contra de la creación de más gravámenes en su Gobierno y apuesta elevar los ingresos tributarios mediante el combate a la evasión fiscal. Sin embargo, ahora más de un especialista se plantea cuánto más podrán apretar el Gobierno a las empresas y negocios si el dinamismo económico va a la baja.

Del lado del gasto, el panorama también vislumbra ya focos rojos. La presidenta de México ha confirmado la continuidad de los programas sociales que creó López Obrador, lo que supone, al menos, una bolsa comprometida de casi cuatro billones de pesos anuales. Un desembolso millonario al que se sumarán las nuevas ayudas prometidas por Sheinbaum: el apoyo económico para mujeres de 60 a 64 años, la beca universal para niños de escuelas públicas, y el programa salud casa por casa.

Tampoco se percibe que en un plazo cercano el Gobierno pueda cerrar la llave de las transferencias directas y condonaciones de impuestos que periódicamente ha otorgado a Petróleos Mexicanos (Pemex) para sanear sus finanzas. De 2019 al primer semestre de este año, la petrolera estatal recibió más de un billón de pesos, además de una serie de prerrogativas para esquivar el pago de impuestos, balones de oxígeno para reducir la abultada deuda de más de 99.000 millones de dólares que tiene la petrolera, pero que reducen el margen de maniobra de Hacienda. De hecho, la Secretaría ha actualizado sus proyecciones en el último tramo del año y calcula que la deuda total del Estado mexicanoa al cierre de 2024 superará el 50,2% del PIB, un incremento respecto a los pronósticos iniciales que la situaban en 48,8% del PIB.

Rogelio Ramírez de la O y Claudia Sheinbaum, en una reunión el 4 de junio 2024.
Rogelio Ramírez de la O y Claudia Sheinbaum, en una reunión el 4 de junio 2024.Cuartoscuro

Alfredo Coutiño, director para América Latina en Moody’s Analytics, explica que la ampliación del desequilibrio en 2024 es el resultado de la expansión fiscal del gobierno de López Obrador ante una aceleración del gasto de inversión para terminar las obras de infraestructura del sexenio, de un mayor financiamiento del proceso electoral, un mayor gasto para programas sociales y un mayor pago de intereses de la deuda del Gobierno anterior. ”El mayor desequilibrio no es justificable porque aumenta la vulnerabilidad fiscal de la economía y envía un mensaje de falta de disciplina, sobre todo porque al final se desechó el argumento gubernamental tantas veces repetido de “no endeudar al país”, indica.

Coutiño añade que la Administración de Sheinbaum hereda una carga fiscal que requiere un ajuste significativo para desactivar la vulnerabilidad y con ello regresar las cuentas públicas a una situación de sostenibilidad a lo largo del sexenio. “El nuevo gobierno debe pagar el costo del ajuste fiscal a través de amarrarse el cinturón en el ejercicio del gasto. Esto implica restarle dinamismo a la demanda interna y con ello limitar las posibilidades de crecimiento, lo cual a su vez limita la recaudación de ingresos para el gobierno. No tiene opción de posponer el ajuste para más adelante porque eso eleva la posibilidad de un mayor deterioro fiscal que puede poner en riesgo la sostenibilidad de las finanzas públicas. La herencia de López Obrador constituye un lastre para el nuevo gobierno porque limita aún más el espacio fiscal en un ambiente de menor crecimiento económico”, zanja.

Carlos Serrano, economista jefe de BBVA en México, advirtió esta semana, en la presentación del reporte de la situación financiera del país, que para mantener estable el nivel de la deuda no solo será necesario reducir dicho déficit a un nivel de entre 3% y 3,5%, como ha prometido Hacienda, sino que se debería disminuir a un piso cercano a 2% a partir de 2025 para mantener estable el cociente de la deuda pública. “Si no se logra una consolidación fiscal en el mediano plazo, en el que México tenga niveles de déficit más bajos, cercanos al 2%, lo que pensamos es que hacia final de la administración la deuda podría estar llegando a niveles cercanos al 60% del PIB, y ahí sí hay un riesgo importante de que se pueda perder el grado de inversión”. BBVA México también ajustó a la baja sus pronósticos de crecimiento de la economía mexicana de 2,5% a 1,2% para 2024.

En un contexto global de menor crecimiento y una contracción de la recaudación tributaria, el déficit fiscal no solo ha incrementado en México, también en Brasil, Colombia y Chile. De acuerdo con un reporte de la calificadora Fitch Ratings, el gasto excesivo, combinado con costos de financiamiento elevados y una recuperación económica desigual, sigue siendo un factor crítico en la expansión de los déficits fiscales en la región. Con cifras a junio de 2024, la calificadora coloca a México como el el tercer país con mayor desbalance de la región con un déficit del 4,1% del PIB, solo superado por Brasil (-7,8%) y Colombia (-6,2%). En contraste, países como Argentina han logrado mejoras significativas, reduciendo su déficit fiscal de 4,4% en 2023 a 0,6% en junio de este año, impulsados por estrictas políticas fiscales y recortes de gastos. Ecuador, Guatemala, y Paraguay también han mostrado mejoras debido a políticas de contención del gasto y medidas fiscales.

Félix Boni, director general de Análisis de HR Ratings, incide en que todos los reflectores estarán puestos en el Paquete Económico de 2025. Es entonces cuando se conocerá el plan financiero de este Gobierno. “Sin asociaciones público-privadas para obras de infraestructura es difícil pensar cómo este Gobierno va a reducir el gasto corriente”, apunta. El analista refiere también que es muy probable que haya un incremento de la deuda, sin embargo, lo que las calificadoras requieren de Hacienda es saber si este aumento será controlado o no, lo cual tendrá un efecto directo sobre la evaluación crediticia del país.

Frente a un escenario de un incremento de gastos e ingresos a la baja, los analistas no descartan que el déficit en México se mantenga en el mismo nivel de este año y en un aumento de la deuda como proporción del PIB. “El coeficiente de deuda puede crecer por dos razones. La primera opción es si se aumenta la deuda para financiar el déficit. La segunda es si la economía se achica, ya sea por desaceleración o por recesión, ya que ello eleva la razón de deuda a PIB y consecuentemente aumenta la vulnerabilidad de la economía. Este escenario no es descartable en el caso en que la desaceleración de la economía se convierta en recesión en 2025″, concluye el experto de Moodys. Si enfrentar una economía a la baja y con un marcado déficit público son dos malas noticias, lo es aún más en un primer año de gobierno. Así, Sheinbaum y su secretario de Hacienda, Ramírez de la O, deberán encarar como primer desafío un lastre heredado de la Administración de López Obrador.

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Sobre la firma

Karina Suárez
Es corresponsal de EL PAÍS en América, principalmente en temas de economía y sociedad. Antes trabajó en Grupo Reforma. Es licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y Máster de periodismo de EL PAÍS.
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