El fallo en las alertas tempranas está detrás de la alta mortalidad de las lluvias de octubre en México
Un análisis de World Weather Attribution señala que los mensajes llegaron a destiempo o sin ser claros para las poblaciones de los cinco Estados afectados
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A principios de octubre, México vivió un drama climático que dejó 78 muertes y 16 personas que siguen desaparecidas. Entre el 8 y el 10 de octubre, los Estados de Veracruz, Puebla, Hidalgo, Querétaro y San Luis de Potosí, al oriente del país, experimentaron lluvias tan extremas que provocaron inundaciones y deslizamientos de tierra, con una factura de 50.000 casas dañadas y 93 comunidades sin energía durante una semana. Y como en todo evento climático que resulta en tragedia, lo que sucedió en esta zona del país fue la combinación de varios factores del clima que, en este caso, se sumaron a un sistema de alerta temprana que se quedó corto frente a la colosal emergencia que se avecinaba.
Aunque el Servicio Meteorológico Nacional y la Comisión Nacional del Agua difundieron el pronóstico de lluvias intensas por medio de boletines y sus propios canales, a nivel local se falló al momento de comunicarlos y explicar cuáles eran los impactos de las precipitaciones. “Surgieron deficiencias a la hora de traducirlos y que fueran comprendidos por gran parte de la población, que entendieran la gravedad de las advertencias y de cómo actuar”, explicó Karina Izquierdo, asesora urbana para América Latina y el Caribe del Centro Climático de la Cruz Roja y la Media Luna Roja, en una rueda de prensa que organizó World Weather Attribution (WWA)
Mientras que la ciudad de Poza Rica, en Hidalgo, fue la urbe más afectada -con crecidas que alcanzaron más de 3,5 metros-, las poblaciones indígenas fueron perjudicadas desproporcionalmente, dice el análisis de WWA. Casi 3.000 indígenas, incluyendo los otomí y los totonaco, estuvieron peor expuestos a las lluvias, ya que enfrentan una falta crónica de inversión en servicios, lo que aumentó su vulnerabilidad. “Sus casas están en las montañas”, agregó Izquierdo. “Así que el acceso a los servicios estuvo cortado durante días y, debido a que su cobertura de telefonía celular es débil, también lo fue la penetración de las alertas”.
Pero el problema no fue solo ahí. A nivel local, también se alertó a destiempo. Como explicó Ruth Cerezo Mora, climatóloga de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en el caso de la Protección Civil de Veracruz, la alarma para que suspendieran clases, colegios y otras actividades, no llegó sino hasta las 10 de la noche del día anterior a las torrenciales lluvias. “Muchas personas podrían estar dormidas y no les dio tiempo a reaccionar”.
¿Y el cambio climático?
Lo devastador de las lluvias en sí, comentó Cerezo, tuvo como antesala un conjunto de factores. Todo México venía presentando condiciones de humedad por encima de lo normal, lo que llevó a que los suelos de la región ya estuvieran saturados de agua. Días antes, “teníamos en el Pacífico el huracán Priscilla y la tormenta Raymond, moviéndose y produciendo mucha precipitación” y, justo sobre la costa de Veracruz, se desataban aún más lluvias por un sistema que, aunque se alcanzó a pensar que se convertiría en huracán, no sucedió así. “A pesar de que no ocurrió, sí produjo muchas precipitaciones”, afirmó la mexicana.
Sobre qué rol que jugó el cambio climático, WWA no encontró una respuesta. “Los modelos actuales y los productos meteorológicos basados en observaciones no representan estos fenómenos de manera consistente en esta región”, afirman. No es una conclusión sin importancia. WWA es, finalmente, una organización de científicos que busca comprender si el cambio climático impulsó un evento extremo lo más pronto posible una vez sucede. Y suelen poder dar una respuesta certera, incluso con números. Por ejemplo, la crisis del clima global hizo 35% más probables las condiciones que impulsaron los incendios de California a principios de 2025. O que, en Brasil, el cambio climático y no El Niño fue el principal responsable de la inédita sequía de la Amazonia en 2024.
Para el caso de las recientes lluvias mexicanas, la limitación de datos climáticos no se los permitió. “Como suele ocurrir en aquellas partes del mundo que experimentan las condiciones meteorológicas más extremas, los modelos meteorológicos y climáticos de los que disponemos no nos permiten evaluar adecuadamente el papel del cambio climático en este trágico suceso”, afirmó Clair Barnes, investigadora asociada del Imperial College de Londres y autora principal del estudio. Esto, recordó, no implica que el cambio climático no haya influido, sino que “se necesitan mejores datos para comprender plenamente sus efectos”.
La científica fue respalda por Cerezo. “Sin datos sobre el terreno, es muy difícil saber cómo nos está afectando el cambio climático. Sin conocer esta referencia, no podemos determinar si hay cambios en las precipitaciones debido al cambio climático y prepararnos para esos cambios”.
Las palabras de ambas ilustran la que es otra injusticia climática: que en muchos países con geografías complejas y no necesariamente los principales emisores de los gases que causan el cambio climático, la ciencia es más débil. Los modelos del clima global no funcionan en estos y en pequeñas escalas, ya sea porque no se ajustan a sus condiciones topográficas, o porque no se ha invertido en medir la información necesaria. Como recordó la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH) en la reciente opinión consultiva sobre cambio climático, la ciencia también es un derecho al que todos los países deben poder acceder para adaptarse a la crisis de la mejor forma posible.