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Asesinado en San Cristóbal de las Casas un sacerdote conocido por su activismo a favor de la paz

Marcelo Pérez Pérez había denunciado las amenazas de muerte que venía recibiendo, pero no llevaba seguridad cuando su furgoneta recibió los balazos al salir de misa este domingo

El sacerdote Marcelo Pérez Pérez, en una entrevista con el periodista Isaín Mandujano, en octubre de 2024.
El sacerdote Marcelo Pérez Pérez, en una entrevista con el periodista Isaín Mandujano, en octubre de 2024.Isaín Mandujano
Carmen Morán Breña

El sacerdote Marcelo Pérez Pérez ha sido asesinado a balazos en la mañana de este domingo en San Cristóbal de las Casas cuando salía de la misa de siete para continuar los oficios en otra parroquia, la de Guadalupe. Conducía una furgoneta blanca y viajaba solo, según los medios locales, cuando el cristal del piloto recibió varios disparos que acabaron con su vida, ha confirmado el obispo de esta diócesis chiapaneca, Rodrigo Aguilar Martínez. También el gobernador del Estado, Rutilio Escandón, ha enviado por redes sociales su condena. El sacerdote abatido era un activista por la paz en los Altos de Chiapas y había sido en alguna ocasión mediador entre las autoridades y los criminales.

La Conferencia Episcopal de México ha condenado el ataque y exigido una investigación certera y transparente, así como la protección de los sacerdotes en el país y que “se redoblen los esfuerzos para combatir la violencia y la impunidad” en la región de Chiapas y en el país en general. Por su parte, la Compañía de Jesús, que ha sufrido recientes pérdidas en su congregación por la violencia, ha pedido que “no se minimicen estos hechos como casos aislados”, y ha pedido al Estado una respuesta “integral y urgente” para un problema “estructural”.

El asesinato se produjo como es habitual cada día en México: unos hombres armados se acercan en moto al vehículo, disparan al objetivo y huyen. La víctima no llevaba seguridad y había denunciado públicamente las amenazas de muerte que recibía, incluso el precio que habían puesto por su cabeza. “He luchado en contra de las injusticias, luchamos por la paz, en Simojovel le pusieron precio a mi vida: 150.000, 400.000, un millón de pesos, pero vivimos bajo la protección de Dios, hay mucha violencia, pero seguimos construyendo la paz. Hemos acompañado a los desplazados, me ha tocado mediar para liberar a funcionarios públicos, seguiremos en la lucha de la opción por los pobres”. Las palabras pronunciadas por el religioso el 2 de agosto de este año han sido reproducidas en un mensaje por el periodista Isaín Mandujano, conocedor de la zona, quien ha señalado que las amenazas comenzaron años atrás y que eran de conocimiento de la Fiscalía porque el párroco les había informado.

La violencia en Chiapas, un territorio antaño libre del crimen organizado, se ha ido recrudeciendo en los últimos tiempos hasta presentar episodios dramáticos que han obligado a éxodos entre la población. Acosados por las balas, las amenazas y los trabajos forzados para los criminales, los chiapanecos huyen a pie de sus pueblos. A finales de julio, la zona lindera con Guatemala sufrió una severa crisis humanitaria por esta razón, y decenas de personas pasaron al país vecino en busca de refugio.

Los cárteles andan en disputa por un territorio fronterizo óptimo para el trasiego de droga, pero sobre todo para el tráfico de migrantes que entran en México por el sur en su camino a Estados Unidos, uno de los negocios más macabros y rentables del crimen actual. Iniciaba este mes cuando se conoció la tragedia de varios migrantes que fueron abatidos, pero esta vez los disparos procedían de miembros del Ejército mexicano. Chiapas es un polvorín de muertes, secuestros y desapariciones, y San Cristóbal, además, una hermosa localidad que atrae turismo. Las balas también han sonado en los mercados de artesanías más céntricos de la capital cultural chiapaneca. El comercio es otro de los grandes negocios del crimen, vía cobro de piso, es decir, una tasa por instalar un puesto de venta.

El párroco asesinado este domingo no era ajeno a la violencia creciente y su activismo estaba guiado por la búsqueda de la paz, así como la atención a la drogadicción y el alcoholismo, lacras que se ceban con las poblaciones indígenas. Los sacerdotes son objetivo cotidiano de las balas en México, porque suelen mediar en las crisis de violencia acercándose peligrosamente a los criminales, que no siempre acaban respetando la neutralidad que se atribuye a las sotanas en estos conflictos. Con la muerte de Marcelo Pérez Pérez se ha recordado su activismo en los Altos de Chiapas y han salido a relucir nombres como el del grupo paramilitar El Machete así como la desaparición de personas en la zona.

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Sobre la firma

Carmen Morán Breña
Trabaja en EL PAÍS desde 1997 donde ha sido jefa de sección en Sociedad, Nacional y Cultura. Ha tratado a fondo temas de educación, asuntos sociales e igualdad. Ahora se desempeña como reportera en México.
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