La alerta sísmica, un invento que salva vidas antes de un terremoto en México
La alarma ofrece valiosos segundos para resguardarse antes de un sismo, sin embargo, su sonido también genera ansiedad y puede causar estrés postraumático en la gente que vive en una ciudad donde los temblores son algo común
El sonido inconfundible de la alerta sísmica existe desde 1993, y aunque puede causar estrés y ansiedad, las autoridades la consideran la mejor forma de informar sobre la llegada de un terremoto, y de brindar valiosos segundos que son clave para salvar vidas. Los terremotos, a diferencia de otros fenómenos naturales, no se pueden predecir. A lo largo de la historia, se han desarrollado instrumentos para detectarlos, como el primer dispositivo creado hace casi 2.000 años por Zhang Heng, un inventor chino que diseñó un jarrón que detectaba las vibraciones de la tierra. Sin embargo, no fue hasta finales del siglo XIX que se sugirió por primera vez un sistema de alertamiento para la población civil. En una carta publicada en 1868 en un periódico de San Francisco, J.D. Cooper propuso un mecanismo para alertar a los ciudadanos de un terremoto mediante una campana que sonaría tras detectar ondas sísmicas. Estos fueron precursores de lo que México haría para ganarle a la naturaleza y desalojar edificios antes del desastre.
De la tragedia a la innovación
En México, la necesidad de contar con un sistema de alerta se volvió evidente después del terremoto de 1985, que dejó miles de muertos y colapsó gran parte de Ciudad de México. Tras el desastre, se inició el desarrollo de lo que hoy conocemos como el Sistema de Alerta Sísmica Mexicano (Sasmex), un proyecto pionero a nivel mundial que da a la población alrededor de 50 segundos de ventaja para ponerse a salvo, dependiendo de dónde ocurra el sismo.
El ingeniero Juan Manuel Espinosa Aranda, egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y director del Centro de Instrumentación y Registro Sísmico (Cires), es considerado el principal creador de la alerta sísmica en el país. En 1986, junto con un equipo de ingenieros, dio continuidad a un proyecto que comenzó como parte de su tesis universitaria. A pesar de contar con recursos limitados y el apoyo parcial de expertos internacionales, el sistema se desarrolló exitosamente y, tras años de trabajo y perfeccionamiento, se implementó en Ciudad de México.
Se trató de una innovación mexicana que sorprendió a sus colegas en todo el mundo, mismos que intentaron venderle su propia tecnología poco tiempo después, “dos marcas importantes nos querían vender nuestro propio diseño, con algunos cambios ínfimos”, recuerda Espinosa.
La señal del Sasmex
El Sasmex se basa en una red de sensores sísmicos ubicados estratégicamente en las zonas de mayor actividad telúrica del país, como la Brecha de Guerrero, donde las placas tectónicas de Cocos y Norteamérica generan constantes movimientos. Estos sensores detectan las ondas primarias de un temblor, que suelen ser menos destructivas, y envían la señal de alerta a las ciudades antes de la llegada de las ondas secundarias, que son las que causan mayores daños.
Actualmente, el Sasmex cuenta con 97 sensores distribuidos en los Estados de Jalisco, Colima, Michoacán, Guerrero, Puebla y Oaxaca. Al detectar un sismo de magnitud significativa, el sistema dispara una señal de radio que activa la alerta en Ciudad de México, Puebla, Acapulco, Morelia, Oaxaca, Morelos y Chilpancingo. Sin embargo, el número de sensores es insuficiente para cubrir adecuadamente todo el territorio nacional. Según el libro Los sismos, una amenaza cotidiana de Víctor Manuel Cruz, México necesitaría unas 13.000 estaciones sismológicas para igualar la cobertura de Japón, que cuenta con la red sismológica más densa del mundo.
Un sonido inconfundible y temido
El sonido de la alerta sísmica es inconfundible. Fue creado en 1993 con la tarea específica de diferenciarse de otras alarmas utilizadas en emergencias. Con un tono grave y de largo alcance, la alerta es emitida por los altavoces del sistema C5 (Centro de Comando, Control, Cómputo, Comunicaciones y Contacto) en Ciudad de México, que cuenta con 8.200 altoparlantes distribuidos por toda la capital. Además del sonido característico, se escucha el mensaje, “alerta sísmica”, en la voz de Manuel de la Llata García, actor de doblaje y locutor mexicano, famoso por doblar a Clark Kent en la película Superman, de 1978.
El proceso para desarrollar este sonido fue largo y requirió de varias pruebas y ajustes. Antes de la creación del sistema actual, se usaron sirenas similares a las de ambulancias y patrullas para los simulacros en las escuelas. Sin embargo, esto causó confusión entre estudiantes y maestros, que solían evacuar los edificios cada vez que se escuchaba el sonido de una ambulancia. Por ello, se optó por crear un sonido único imposible de ignorar.
Desde 2014, este sonido también es utilizado para el simulacro nacional que se realiza cada 19 de septiembre en conmemoración de los terremotos de 1985 y 2017. El objetivo es mantener a la población preparada y recordar la importancia de actuar rápidamente en caso de un temblor.
Las repercusiones psicológicas de la alerta
Es indiscutible la tarea esencial de la alerta sísmica, sin embargo, su impacto psicológico es profundo. El fuerte sonido que precede a un terremoto provoca pánico y ansiedad en muchos ciudadanos. Después del terremoto de 2017, una petición en Change.org solicitó cambiar el tono de la alerta, al argumentar que causa demasiado temor. “Nos asusta el tono de la alarma, nos causa mucho pánico”, decía la solicitud, que reflejaba el sentir de gente que teme el sonido de alerta tanto como el mismo sismo.
Francisco Martínez, jefe del Programa de Atención Psicológica de la UNAM, señala que es natural que las personas desarrollen ansiedad en torno a la alerta, ya que asocian el sonido con el peligro inminente. “Es razonable que la gente esté más preocupada esperando el momento en que suene la alerta”, comenta. En muchos casos, las personas experimentan miedo constante, lo que afecta su calidad de vida. Algunos evitan escuchar música o dormir profundamente por temor a no escuchar la alerta.
El trauma que dejan los terremotos, y la alerta que los precede, no se limita al momento del temblor. El trastorno por estrés postraumático es común entre los sobrevivientes de estos eventos, y sus efectos pueden durar años. Según el estudio, Impacto de los terremotos en la salud mental, realizado por Elizabeth Palomares y Patricia Campos, de la UNAM, entre el 5% y el 60% de las personas expuestas a un terremoto desarrollan TEPT. Además, las tasas de depresión y ansiedad también aumentan considerablemente tras un desastre natural.
Más allá de la ansiedad y estrés que causa en algunas personas, el Sistema de Alerta Sísmica Mexicano enfrenta un gran reto. A pesar de cubrir algunas de las zonas con mayor actividad sísmica, continúa la necesidad de expandir la red de sensores para cubrir más regiones del país. Espinosa Aranda ha señalado en varias ocasiones que deberían instalarse más sensores en Estados como Chiapas, Tabasco y Veracruz, donde también se producen sismos, pero donde la población no cuenta con la misma protección que en las ciudades más grandes.
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