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Brenda Navarro: “Me fui de México porque era un Estado feminicida que no iba a cambiar”

La escritora presenta ‘Ceniza en la boca’, su nueva novela en la que aborda los sueños rotos de una familia de migrantes mexicanos en España

La escritora Brenda Navarro, en la librería U-Tópicas de la colonia Coyoacán, en Ciudad de México, el 25 de abril.
La escritora Brenda Navarro, en la librería U-Tópicas de la colonia Coyoacán, en Ciudad de México, el 25 de abril.CLAUDIA ARÉCHIGA
Almudena Barragán

Siempre provocadora y con ideas frescas, la escritora Brenda Navarro (Ciudad de México, 40 años) acaba de presentar nueva novela en su país natal. Ceniza en la boca se titula. Un esperado regreso que acaba de llegar a las librerías de la mano de la editorial Sexto Piso y que ha tenido una buena acogida entre el público y la crítica en España. De manera coloquial, en México, un madrazo es un golpe muy fuerte que se da a una persona por sorpresa. Esta entrevista bien podría titularse: “Los madrazos de Brenda Navarro”. Con cada respuesta la escritora no teme meterse en un jardín. Habla de suicidio, racismo, desarraigo, maternidad, violencia y de un mundo capitalista que mastica a los migrantes y los escupe en sociedades europeas donde se estrellan los sueños de una vida mejor. “Un encontronazo entre costillas, pulmones y asfalto”, como dice Navarro, y que suena así: ¡Pam, clap, crash, brum! Que comiencen los madrazos.

El libro aborda la llegada de dos hermanos mexicanos a España y la incapacidad de adaptarse a su nueva vida. Diego, uno de los protagonistas, acaba saltando por la ventana. Su hermana se queda sola con su duelo, en una narración frenética que se convierte en un viaje a la cabeza de la chica. La novela arranca como un retrato íntimo y acaba transformada en un artefacto político que pone a España y a México frente al espejo de sus demonios.

Es una mañana de abril en el barrio de Coyoacán y Navarro decide matar la nostalgia de no haber pisado México en dos años frente a un plato de chilaquiles verdes: “Antes creía que mi patria era la comida mexicana”, dice, y se mete el tenedor en la boca. “Ahora me he dado cuenta de que si hay alguna patria, esa es mi cama y quien me acompaña en ella”. La escritora lleva viviendo en Madrid desde 2015 y este viaje le ha servido para reafirmar algunas cosas que tenía olvidadas.

Pregunta. ¿Cómo han recibido México y España su nueva novela?

Respuesta. Siento que nadie se esperaba el tema. Que todos estaban esperando que siguiera hablando de feminismo, de dolor, de mujeres, como en Casas Vacías [su primera novela]. España ha sido muy receptiva, ha empatizado un montón y ha sido muy autocrítica.

P. En Ceniza en la Boca usted critica fuertemente a la sociedad española: “Los españoles te ofrecen su casa, pero nunca te dan la dirección”. ¿España es un país racista?

R. Por supuesto que es racista, pero como todos los estados son racistas.

P. ¿Y el racismo en España y en México es el mismo?

R. Yo creo que sí. Lo que pasa es que México es tan grande y hay tantos Méxicos que no es tan palpable, pero cuando escucho hablar a personas mayores en España y aquí me doy cuenta de que tenemos un montón de cosas en común, que hay estructuras políticas e ideológicas en las que estamos calcados.

P. En este libro aborda el racismo contra las mujeres que realizan las tareas de cuidados más pesadas: las cuidadoras, las limpiadoras… ¿por qué eligió este enfoque?

R. La mayoría de las personas que no están regularizadas en España son las mujeres latinoamericanas que hacen trabajos de cuidado, de limpieza y que son las que están sufriendo todo este racismo institucional. También pasa en México: los trabajos domésticos y de cuidados, por muy bien pagados que estén, no tienen el valor que deberían tener. Deberían de ser uno de los trabajos mejor pagados de la sociedad, el problema es que justamente ahí entra la perversidad de que como madre, lo tienes que hacer por amor.

P. Sus novelas hacen un hincapié muy fuerte en que lo personal es político, ¿esa es su intención?

R. Me han preguntado mucho si mi literatura es de denuncia y yo digo que no. Sin embargo, no puede haber algo más político que la familia porque es lo que está sosteniendo al Estado. Me parece muy importante que se normalice entender que cada cosa que pasa en casa tiene que ver con una decisión que ha tomado alguien sobre nuestras vidas y que esas circunstancias te pueden generar una desgracia. Que la madre sea madre soltera es una decisión política, que tenga que irse para mandarle dinero a sus hijos, también lo es... Todo es una decisión política que afecta directamente a los protagonistas.

P. ¿Qué parte de su experiencia como migrante incorpora al libro?

R. La mayor experiencia personal que he metido ahí es mi ojo sociológico. Pero para mí este ejercicio de abstraerme era importante, porque si no, hablaría de una experiencia muy privilegiada. Es verdad que a mí me preguntaron que si era la canguro de mi hija en España, pero yo no puedo venir a decir que estoy hablando de mí en la novela porque me parece una falta de respeto a todo lo que están viviendo otras personas migrantes.

P. ¿Qué es lo más difícil a lo que se enfrenta una persona que migra cuando llega a vivir a España?

R. El problema cuando llegamos personas que no somos de allá es que no sabemos que somos distintas. Sin embargo, la sociedad te obliga a performarte. Te pone en un lugar en el que tú no sabías ni siquiera que estabas y creo que de eso va la novela, de tener que aceptar que el mundo no es como querías. Que eso que te prometieron, no va a suceder.

P. ¿Quién lucha por sus sueños acaba consiguiéndolos?

R. No es verdad. Creo que los migrantes cuando llegan tienen rabia porque se sienten discriminados, porque no tienen lazos familiares, porque no hay redes. Y esa rabia se va convirtiendo poco a poco en una especie de doble adolescencia, aunque seas adulto necesitas encajar. Aunque seas valiente, aunque tengas la voluntad, no depende de ti y eso es realmente doloroso. La vida no está hecha para cumplir nuestras expectativas.

Brenda Navarro, tras una entrevista con EL PAÍS en Ciudad de México, el 25 de abril.
Brenda Navarro, tras una entrevista con EL PAÍS en Ciudad de México, el 25 de abril.CLAUDIA ARÉCHIGA

P. Hablemos de los adolescentes. Su novela comienza con un chico de 15 años que se lanza al vacío. ¿Cree que la sociedad no escucha a los más jóvenes?

R. No les escucha nada. Cree que no son personas. Los lanzamos al mundo sin que sepan qué significa ser adulto. No nos gusta que nos contradigan nuestra idea de mundo. Y ellos, claro, están empezando, tienen el cerebro fresco, nuevas ideas que a veces nos parecen absurdas, temerarias y verdaderamente tontas, porque es verdad que hay veces que los adolescentes no pueden tomar decisiones, pero si los acompañáramos, hubiera sido distinto para muchas de nuestras maternidades.

P. La crítica a la maternidad es algo a lo que siempre vuelve en sus libros. Encontramos a la madre que deja a sus hijos para irse a trabajar a otro país, la hermana que es obligada a ser madre de su hermano pequeño, la madre patria… ¿Por qué dinamitar las maternidades?

R. Porque el Estado se sostiene sobre los cuerpos de las mujeres, especialmente de las mujeres pobres. Creo que en el momento en el que rompamos ese concepto de madres y padres y solo haya personas interesadas en los cuidados de las infancias la sociedad será otra cosa.

P. Cuando la protagonista vuelve al México soñado e idolatrado de su infancia después de muchos años en España, ese México ya no existe. Es violento, oscuro, difícil de soportar…

R. En realidad nunca existió. Es una cosa que inventamos. Pero el México del que se fue era el mismo al que después regresa.

P. ¿A eso sabe el desarraigo?

R. El desarraigo a veces también sabe a culpa. De pronto me siento mal porque hay quienes están viviendo peor. Me siento mal de caminar por las calles tranquilas sabiendo que aquí están [en riesgo]. A eso sabe el desarraigo como mujer, a sentir culpa.

P. ¿Por qué decidió usted irse de México?

R. Porque quería darle una mejor calidad de vida a mis hijas. En Madrid puedes caminar a media noche por la calle y puedes tener miedo, pero no pasa lo que pasa aquí. Quería eso. Quería mover a mi familia a otros lugares que no son estos para que al menos tuvieran la oportunidad de saber que hay otras cosas. Me fui de México teniendo muchísimo miedo, sabiendo que era un estado feminicida que no iba a cambiar. Sentía mucho rencor hacia mi país, ahora me he reconciliado con él.

P. ¿Cómo?

R. Con la distancia me he dado cuenta de que justamente esta concepción de crearte un hogar, un espacio íntimo dentro de todo lo que pasa, es algo que aprendí aquí. Son las mamás, son las tías, las hermanas, las primas, las amigas las que nos permiten tener estos espacios. Lo que me han enseñado las mujeres mexicanas es que en medio del shock y la desolación [de la violencia] han generado una red de apoyo. Seguimos viviendo, seguimos teniendo espacios de cariño, de ternura, de alegría y eso me lo enseñó México. Me he encontrado con unas mujeres con una mayor conciencia política que construyen su autonomía sin el permiso de nadie. Ellas me han dado las herramientas para poder sobrevivir en España.

P. ¿Hay un rencor nacional hacia los mexicanos que se van de su país?

R. Uf, qué pregunta. Diga lo que diga, va a estar mal alguna cosa… Creo que sí hay un poco de rencor justificado porque para romper un círculo de violencia tienes que hacerte responsable y hacerte responsable es muy doloroso y tiene un costo muy alto. En palabras de la protagonista, ella está enojada con Diego porque él tomó una decisión y se hizo responsable de qué quería hacer con su vida. Yo no sé si el suicidio esté bien o esté mal. No lo sé. Pero él tomó una decisión que ella no pudo tomar.

P. ¿Qué sentido le da a nuestra vida la pertenencia, la identidad?

R. Es nuestra brújula. Pero no hay que aferrarnos a ella. Como dicen los clásicos, lo importante no es llegar a Ítaca, sino el camino.

P. ¿Y Brenda Navarro de dónde es?

R. Eso es algo que peleo mucho. Antes creía que mi patria era la comida mexicana y me he dado cuenta de que si hay alguna patria, con todo lo negativo que puede haber en ese concepto, esa es mi cama y quien me acompaña en ella. En España yo digo que soy española.

Hablaba con un escritor de allá y él me decía, ¿qué vas a ser tú española? y yo le decía: “Soy española, llevo siete años aquí, tengo códigos culturales que tú y yo identificamos, pago mis impuestos, mi familia está creciendo aquí. Soy española”. Esto es complicado en México porque reivindicarte de esta manera es como una traición a la patria, pero sí creo que los latinoamericanos estamos teniendo esa lucha. Los seres humanos tenemos derecho a identificarnos con el lugar en el que nos sentimos cómodos. No soy la española que quiere Vox o el PP, pero soy española. Soy mexicana, española y de dónde se me dé la rechingada gana; los chilangos somos de donde queremos.

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Sobre la firma

Almudena Barragán
Periodista de EL PAÍS en México. Escribe sobre temas sociales con perspectiva de género: desigualdad, violencia y feminismo. Ha trabajado en la sección Verne México y en diversos medios españoles y mexicanos, entre los que destacan El Economista.es y El Financiero Bloomberg. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

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