‘Traidor a la patria’: meme, acoso o estrategia de comunicación
López Obrador ha vuelto a poner en la boca de la clase política esa expresión del siglo XIX, para señalar a quienes rechazaron la reforma eléctrica que su Administración propuso
Las palabras “traidor a la patria” fueron de las últimas que escuchó Maximiliano de Habsburgo en 1867, antes de ser fusilado en Querétaro por ser considerado como tal. En los libros de historia que los niños mexicanos usan en el colegio, el episodio sobre la caída del Segundo Imperio Mexicano a veces está ilustrado con una imagen de la ejecución sacada del mural de Diego Rivera en Palacio Nacional o de un óleo de Édouard Manet. Aunque la expresión queda muy lejana, la advertencia sobre las consecuencias de cometer actos contra México está allí desde muy pronto. Esta semana, el presidente Andrés Manuel López Obrador ha vuelto a poner en la boca de la clase política esa expresión del siglo XIX, para señalar a quienes rechazaron la reforma eléctrica que su Administración propuso.
López Obrador es conocido por expresar algunas de sus ideas políticas en términos de la historia mexicana de hace 150 años —conservadores, liberales, adversarios, traidores— pasando siempre por su admiración hacia Benito Juárez, el presidente que por cierto acusó al austriaco de traicionar a un país que no era el suyo. Con los señalamientos de “traidores a la patria” hacia los 233 diputados que votaron en contra de la reforma eléctrica, López Obrador ha abierto una nueva arena de debate y terreno fértil para la polarización que su partido, Morena, no ha dudado en capitalizar.
Solo pasaron unas horas tras el señalamiento del presidente hacia la oposición para que los dirigentes de Morena —Mario Delgado y Citlalli Hernández— arrancaran una campaña en la que ponen nombre y foto a cada uno de los legisladores que no estuvo de acuerdo con la reforma energética. Ambos líderes aparecieron con letreros exhibiendo a sus colegas en una imagen similar a las de búsqueda y captura del viejo oeste. El partido anunció que colocaría “tendederos de los traidores” por todo el país y lanzó en internet una plantilla para que cada ciudadano diseñara su propio “traidor” desde su teléfono móvil. Era el nacimiento de un meme.
En un principio algunos miembros de la oposición lo tomaron con gracia y descargaron la plantilla para escribir frases de humor y hasta para defender su opinión en contra de la reforma eléctrica. Las risas duraron poco. A pesar de la breve apropiación de la campaña de Morena en contra de la oposición, los diputados comenzaron a recibir mensajes violentos a través de sus redes sociales, otros acusaron incidentes viales “sospechosos” y agresiones verbales en su contra. Tras el meme y su efecto indeseado de acoso, poco se habló del trabajo legislativo en torno a la reforma eléctrica: la ausencia de una negociación entre el partido oficial y la oposición, ni de la resistencia de López Obrador a cambiar siquiera una coma en el texto. Lo que cualquier parlamento en el mundo haría ante una reforma de este tipo.
El popurrí de señalamientos ha provocado ya denuncias por daño moral contra Delgado y Hernández, y hasta pronunciamientos de los legisladores ante Naciones Unidas acusando de “incitación al odio” a López Obrador y a su partido. El presidente no ha parado. Este jueves ha citado en su conferencia mañanera el Código Penal Federal, en su artículo 123, donde se describen las penas y las razones por las que alguien puede ser considerado un traidor a la patria. La justicia ya no recurre al fusilamiento del siglo XIX como solución, sino que impone multas por 50.000 pesos (2.500 dólares) y de cinco a 40 años de prisión para condenar a quien traicione a México. Votar en contra de un proyecto de ley en la Cámara de Diputados no está contemplado como tal.
Aquí es donde la estrategia de comunicación política entra en juego. López Obrador también es conocido por su extraordinario manejo del mensaje y su capacidad para permear en innumerables rincones de la conversación pública a través de los temas que le interesan y en las palabras que a él le parecen mejor. Así, el presidente habla de una “traición” por parte de la oposición porque el rechazo a su reforma impide que la Comisión Federal de Electricidad (CFE) se haga con la mayor parte del sector eléctrico y permite que la inversión privada —nacional o extranjera— siga teniendo una participación significativa en el sector. López Obrador abrevia su inconformidad en un mensaje breve y claro: “La oposición traiciona a México favoreciendo a los extranjeros”. Cuando en la práctica no es ni de cerca así.
La debilitada oposición mexicana, por su parte, plantea de refilón un debate pertinente sobre el uso de la máxima tribuna de México —la presidencia— para denostar a quienes promueven ideas distintas a las del Gobierno, sean políticos opositores, periodistas o empresarios. La narrativa del presidente, cada vez más proclive a inducir a la polarización, comienza a dejar marcas nocivas en la conversación pública, que de la intolerancia de algunos sectores se convierte en ocasiones en agresiones físicas. Aunque las redes sociales no son México, basta con mirar ese pequeño laboratorio para conocer la influencia del discurso presidencial entre algunos sectores de la población. En las sobremesas mexicanas está también otra muestra, en esta semana se ha vuelto a hablar en ellas de una de las expresiones más usadas de una época en la que ni la electricidad existía.
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