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López Obrador se atrinchera ante el ‘caso Salgado Macedonio’ y el movimiento feminista

El presidente intenta dejar atrás la polémica por su apoyo al aspirante al Gobierno de Guerrero, acusado de violación, mientras Morena se estrella con las reivindicaciones del 8-M

AMLO en Palacio Nacional
El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, durante la conferencia de prensa matutina del 9 de marzo.José Méndez (EFE)
Francesco Manetto

Andrés Manuel López Obrador optó por atrincherarse y ahora espera a que pase la tormenta. El camino político de Félix Salgado Macedonio, aspirante de Morena al Gobierno de Guerrero, estaba ya marcado. Lo estaba a pesar de las dos denuncias por violación y otras acusaciones de acoso sexual contra el dirigente y aunque el escándalo había multiplicado las presiones, internas y de la sociedad, para que el presidente le retirara su apoyo. Fue el propio López Obrador quien marcó la agenda del caso con una defensa sin matices del candidato. Una apuesta arriesgada por las repercusiones que esa opción puede tener para su imagen y que, sin embargo, reflejan sus prioridades. En esencia, demostrar que nadie le va a cambiar el paso, dentro y fuera del partido.

El expediente de Salgado Macedonio pasó por un comité de garantías de Morena, pero el político volvió a ganar la encuesta realizada entre los votantes de Guerrero y el aparato le proclamó oficialmente candidato. La campaña de las elecciones federales y locales del 6 junio empieza así con una sombra que hizo cundir el malestar hasta en las filas del Gobierno. En términos estrictamente políticos, ganó Salgado y ganó López Obrador, que creció junto a él en el Partido de la Revolución Democrática. Pero este asunto complica la ya tensa relación del presidente con el movimiento feminista, en el que solo supo ver un intento de debilitarle.

El atrincheramiento del mandatario ha sido simbólico y al mismo tiempo tangible. La valla metálica con la que cercó el Palacio Nacional en vísperas de las movilizaciones del 8 de marzo fue este año la imagen del Día Internacional de la Mujer. Las manifestantes llenaron el muro de flores, pintaron en él los nombres de cientos de víctimas de asesinato y proyectaron en la fachada del palacio lemas como “México feminicida”. López Obrador trató de rebajar la polémica asegurando que el propósito de la barrera era el de evitar provocaciones de infiltrados y rechazó que se califique de machista. Aun así, no pudo evitar la indignación de los colectivos de mujeres que, en el mejor de los casos, tildaron su actitud de paternalista.

Ahora el presidente intenta dejar atrás el escándalo. En su conferencia matutina del viernes, antes de que Morena confirmara la candidatura de Salgado Macedonio, pero cuando ya circulaban filtraciones de la encuesta, afirmó que “el pueblo manda, el pueblo decide”. Y al mismo tiempo mostró su interés por pasar página. “Ya no quiero hablar de eso porque cualquier cosa que diga puede producir polémica o puede ser utilizado en mi contra”, dijo al ser preguntado al respecto. “Hay una frase que se la atribuye a varios personajes, aunque no aplica para lo que hacemos nosotros todos los días. Según esa frase uno es dueño de su silencio y rehén de lo que dice. Aquí no aplica porque aquí hablamos de todo, pero en ese caso ya he dado mi punto de vista lo suficiente y ya no quiero seguir refiriéndome a eso”, defendió.

Según dos estudios de opinión de la consultora Simo (Sistemas de Inteligencia en Mercados y Opinión) para EL PAÍS antes del 8-M el 62% de los mexicanos consideraba que el comportamiento de López Obrador con los movimientos feminista es inadecuada. El 74% de los votantes en todo el país, además, defendía que el mandatario debía oponerse a la candidatura de Salgado Macedonio una vez conocidas las acusaciones en su contra. El mandatario mantiene en términos generales una aprobación popular elevada, pero las políticas relacionadas con la igualdad y la defensa de la mujer son las que dejan peor parado al Gobierno. En este contexto, tanto él como otros miembros de su gabinete llevan días empleándose en alabar las medidas adoptadas, como la mejora de la paridad de género en las instituciones.

“No estoy en contra del feminismo. Estoy en contra de la corrupción, de la manipulación, estoy en contra del autoritarismo, de la hipocresía. ¿Ahora resulta que los conservadores son feministas? Es el colmo”, llegó a afirmar el presidente, convencido de que sus contradictores le quieran imponer una agenda a través de las reivindicaciones más universales del feminismo. También la estructura de Morena, que igual que él apoyó a Salgado Macedonio, intenta demostrar que no ha dejado de enarbolar esa bandera. Pero se estrelló con sus reivindicaciones.

El partido llegó a hacer este sábado un ejercicio de sobreactuación justo después de proclamar al candidato de Guerrero. “La Cuarta Transformación será feminista o no será”, señala un comunicado de la Comisión Nacional de Elecciones en referencia al proyecto político del Gobierno. La formación considera que el caso Salgado Macedonio dejó algunas “lecciones”. “El feminismo y la Cuarta Transformación son los dos principales movimientos del México del siglo XXI (por eso, el feminismo es tan fuerte al interior de la 4T). Podremos tener desencuentros dolorosos sobre temas de coyuntura, pero somos aliados históricos. Los dos luchamos contra la opresión, la violencia, la desigualdad y la injusticia”, se lee en la nota.

El escándalo provocó una indignación que va de las bases del partido a una parte de sus cuadros. La propia secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, manifestó públicamente su oposición. Sin embargo, ha empezado la campaña electoral y la prioridad de todos es, en última instancia, cerrar filas con el presidente. Morena llama así, pese a la contradicción que supone la elección de Salgado Macedonio, a “acabar con el régimen de corrupción es terminar con el sistema de desigualdades y opresión contra las mujeres”. Y resaltó: “Solo un Gobierno democrático y humanista que combate a la corrupción, como el que encabeza nuestro presidente, es capaz de eso”.

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Sobre la firma

Francesco Manetto
Es editor de EL PAÍS América. Empezó a trabajar en EL PAÍS en 2006 tras cursar el Máster de Periodismo del diario. En Madrid se ha ocupado principalmente de información política y, como corresponsal en la Región Andina, se ha centrado en el posconflicto colombiano y en la crisis venezolana.

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