“Ebrard es un gran segundo de a bordo pero como capitán daría un golpe a la derecha”
El historiador, militante e ideólogo de Morena considera que pese a la profunda fractura provocada por las elecciones internas, el partido ha cerrado filas de cara los comicios de junio
Las protestas de 2004 en Ciudad de México en contra del desafuero de Andrés Manuel López Obrador, en ese entonces jefe de Gobierno de la capital, son consideradas por muchos militantes del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) como la auténtica chispa fundacional del partido. Incluido Pedro Salmeron Sanginés (Veracruz, 1971), que desde aquel primer acercamiento ha seguido acompañando al actual presidente en todos sus hitos, desde la ruptura definitiva con el PRD y la fundación formal de Morena, pasando por su papel como formador de cuadros jóvenes en 2012 y 2018, y un fugaz cargo público al frente de un órgano de la Secretaría de Cultura. Doctor en Historia por la UNAM y especialista en la Revolución mexicana, Salmerón es uno de los ideólogos de Morena y representa la parte más crítica con la actual dirección, en manos de Mario Delgado, aunque opina que ahora es momento de bajar las armas y “dedicarse a contribuir a las campañas”. Actualmente compagina su clases de historia y la producción de documentales con el trabajo de campo en las candidaturas de San Luis Potosí y Chihuahua, dos de los 15 Estados en juego en las elecciones intermedias de junio.
Pregunta. ¿Cuál es el estado de salud del partido?
Respuesta. Basándonos en la historia de las revoluciones y las grandes reformas, sin un partido sólido y resistente, un gobierno reformista o revolucionario tiene muy pocas esperanzas de trascender. Fue algo que le pasó a la II República española. Y en la experiencia mexicana los dos grandes gobiernos reformistas tenían detrás a un partido fuerte con una gran solidez ideológica, con gran capacidad de movilización de masas, apoyo popular e incluso disciplina partidista.
P. ¿Morena no está cumpliendo con ese patrón?
R. El partido no ha estado a la altura en el respaldo al Gobierno. No ha habido movilización de masas cuando se requería. Una respuesta en la calle como yo creo que debe ocurrir en este tipo de gobiernos, más cuando enfrentamos enemigos como los que enfrentamos, que están desquiciados.
P. ¿Cuándo empezó, en su opinión, a flaquear el partido?
R. Hicimos una hazaña increíble de 2012 a 2018, pero a partir de ahí se vació de cuadros. De todos los miembros del primer Comité Ejecutivo Nacional, solo hay tres ahorita que no estén en el Gobierno. La mayor parte del segundo comité ejecutivo también se ha vaciado. Es natural que los cuadros fundamentales vayan al Gobierno, pero lo que no es lógico son los conflictos internos que empiezan a ocurrir desde julio de 2018 y que no han terminado. Buena parte se debe a la judialización de las pugnas. El hecho de que un grupo haya recurrido a órganos que siempre han sido abiertamente contrarios a Morena y al Obradorismo, como el Tribunal Electoral y quienes mandan ahora en el INE, que desde siempre hemos denunciado como parciales.
P. ¿Por qué se produjo esta judialización por parte del equipo de Mario Delgado?
R. Porque era la única manera de que pudieran llegar a la presidencia de Morena. Martí Batres ha explicado paso a paso cómo se fue dando el asalto a Morena. Mario Delgado ha llegado a la presidencia en contra de los estatutos y con toda la complicidad punto por punto del Tribunal y del INE.
P. Usted considera que Delgado es un mero operador del canciller Marcelo Ebrard y del senador Ricardo Monreal...
R. No lo considero solo yo. Delgado no es carismático, no tiene militancia, ni siquiera se sabe los estatutos. Al menos se pasó a Morena en 2015, no en 2018 como otros, pero nunca hizo militancia de base. Nunca ha hecho lo que para Andrés Manuel y para nosotros es fundamental: trabajar en la calle. No representa nada por él mismo. Está ahí por ser el operador de Ebrard en alianza oportunista, como siempre, con Monreal. Su intención es ir planeando la sucesión de 2024 desde ahorita, lo cual me parece aberrante. Por otro lado, considero fundamental el trabajo de Ebrard como canciller. Creo que es un gran segundo de a bordo, pero como capitán daría un golpe a la derecha que no queremos.
P. ¿Cómo está el partido después de esas peleas?
R. La mayoría del partido no reconoce ni acepta a la presidencia. Pero también hay instancias del partido en las que se sigue confiando. El Consejo Nacional y su presidenta, Bertha Luján. El INE ordenó que se remplazara a los miembros de la Comisión Nacional de Honestidad y Justicia (CNHJ) pero la mayoría siguen siendo compañeros capaces, inteligentes, honestos y muy preparados. Y finalmente, el Instituto Nacional de Formación Política (INFP). Aunque quizá Yeidckol Polevnsky (expresidenta del partido) tenía razón en impugnarlo, porque realmente tenían una acumulación de prerrogativas que lo hacía un partido dentro del partido, puede ser también un mecanismo que, pasada esta coyuntura, ayude a reconstruir los cuadros. El partido sigue funcionando a nivel de comités, círculos de estudio, se sigue trabajando y se está saliendo otra vez a las calles para esta coyuntura electoral de junio. De ahí puede resurgir el partido pensando también en 2023, donde debe haber un congreso nacional. Así que en términos generales, podría haber sido peor. No estamos tan mal.
P. Pero aún hay una división muy fuerte.
R. En todos los Estados ha habido divisiones con amenaza de escisión, como Michoacán o Colima. En otros, como Sonora o Chihuahua están cerrando filas con los candidatos. Creo que la mayoría de los militantes están dispuestos a avanzar hacia las elecciones de junio.
P. ¿Y la relación con la dirigencia dentro de los Estados?
R. En algunos es buena y en otros mala. Yo he decidido ya terminar la parte crítica y dedicarme a contribuir a las campañas.
P. ¿Qué esperan de las elecciones?
R. No va a haber mucho problema en renovar y hasta ampliar la mayoría en el Congreso. Creo que la alianza opositora nos está demostrando que teníamos razón cuando decíamos, desde 1998, que son el PRIAN. Sin embargo, en Querétaro, Chihuahua y Nuevo León, donde el PAN cree que puede ganar, puede que tengamos complicaciones por las marrullerías y las calumnias, como decir que nuestro candidato es comunista. En otros Estados creo tenemos que ganar naturalmente, aunque los conflictos internos pueden amenazar la victoria. Zacatecas, Guerrero y Michoacán, por ejemplo, se están complicando.
P. El candidato de Guerrero ha recibido denuncias de violación y acoso sexual.
R. Son unas acusaciones que hacen que sea muy problemática su candidatura, pero el hecho de que haya entrado ya una denuncia en la Comisión Nacional de Honestidad y Justicia (CNHJ) también le da derecho a defenderse. La CNHJ ya le dio un plazo al senador para responder. Creo que ya respondió pero no es público, así que esperemos.
P. En Zacatecas las denuncias son por corrupción, la gran línea roja en Morena.
R. Una vez más, si las acusaciones proceden el candidato David Monreal [hermano de Ricardo Monreal] debe tener la posibilidad de defenderse. Yo soy liberal en términos jurídicos, vengo de la tradición liberal mexicana de [Ponciano] Arriaga y [Benito] Juárez y de la tradición jurídica basada en el constitucionalismo francés. Creo en la presunción de inocencia y en el derecho de todos a defenderse.
P. Usted también tuvo señalamientos por acoso que precipitaron su renuncia del ITAM.
R. Desde hace meses estoy llevando un proceso judicial pidiendo al ITAM que me enseñe la documentación en mi contra.
P. Ha escrito que Morena se enfrenta al riesgo de convertirse en el nuevo PRD. ¿Por qué?
R. Cuando el PRD no gana en 1994 y ven que la cosa va para largo, algunos grupos deciden apostarle a la conquista paulatina del poder por el poder. Esto supone el abandono de todo principio y formación. El riesgo de Morena, si no ponemos atención, es que esto pueda volver a ocurrir. Aunque por ahora veo suficientes elementos para que no suceda.
P. ¿Cómo analiza hasta ahora el proyecto del Gobierno?
R. Hay cosas que avanzan bien como los programas sociales e incluso las obras tan cuestionadas de infraestructura. Son más lentas otras cuestiones como el combate a la inseguridad y el gran rediseño institucional profundo que tenía que hacerse. Creo que la ruta es correcta pero los resultados no se ven, en parte porque todos los planes se han parado por la pandemia. Entre los pendientes están las grandes ofertas en Educación, porque no se está ofreciendo una alternativa real a la reforma de Peña Nieto. También quedan pendientes la reactivación de los acuerdos de San Andrés, los derechos de la autonomía. Y es central resolver el caso de Iguala. Se va avanzando a diferencia del Gobierno anterior con el diálogo con los padres. La diferencia es que hay un dialogo abierto, no con el EZLN y ni el Consejo Nacional Indígena, pero estoy casi convencido de que el desarrollo de los acuerdos de San Andrés podría abrirla.
P. El EZLN ha sido uno de los mayores críticos de Morena.
R. Las críticas más inteligentes vienen siempre de ahí. Aunque un amigo sintetizó muy bien la diferencia: ellos son anticapitalistas y nosotros no.
P. ¿Qué le parece la progresiva militarización de la seguridad pública?, ¿no es una contradicción con el discurso durante años de López Obrador en la oposición?
R. Tenemos un problema en México y es que no hay policía de investigación. Poner a los militares en parte es una solución a corto plazo. Ya están empezando a funcionar las escuelas de oficiales e investigadores. Eso implicará un reemplazo paulatino.
P. López Obrador blindó en una ley las tareas de seguridad pública por parte del Ejército hasta el final de sexenio.
R. Los primeros egresados salen en dos años, así que hasta dentro de cuatro no será posible un remplazo a gran escala.
P. En todo caso, López Obrador se ha entregado casi por completo al Ejército, con cesiones de poder, económicas y logísticas. ¿Por qué?
R. Desde los años 20 del siglo pasado no hay un golpe militar victorioso en México. Y desde el 29, no hay sector del Ejército que se levante. Esta es una primera diferencia con el Ejército sudamericano. La segunda es que el Ejército mexicano se considera y se sigue considerando surgido de una revolución y del pueblo. No es de casta. Después de la Revolución se institucionaliza, pero no pierde esa vinculación con el pueblo, que puede parecer ser ideológica pero es más. La mayoría de los mandos son generales que proceden de clase media baja o hijos de suboficiales o cabos. Los hijos de los generales van a universidades y no son militares. No hay un casta militar como en Argentina o Chile.
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