La detención de altos funcionarios en EE UU equilibra el tablero político en México
Las elecciones de 2021 se perfilan como un referéndum sobre la figura presidencial con la oposición en crisis y la aparición de más fuerzas afines al Gobierno, relegada en segundo plano tras la captura del general Cienfuegos
La detención en EE UU del general Salvador Cienfuegos, secretario de Defensa de Enrique Peña Nieto, ha desatado un terremoto político en México. Hasta ahora, las causas judiciales contra altos perfiles de la guerra contra el narcotráfico en los tribunales estadounidenses solo habían salpicado a la oposición, llamada a rendir cuentas durante los Gobiernos de Peña Nieto, Felipe Calderón y Vicente Fox. La captura de Cienfuegos ha abierto un nuevo frente para López Obrador y su relación con las Fuerzas Armadas, a quienes ha encumbrado durante su Gobierno. La decisión del Tribunal Electoral de dar esta semana el registro como partidos políticos a tres grupos afines al presidente ha quedado en segundo plano por los escándalos judiciales, que han marcado el paso rumbo a las elecciones de 2021 y que han llenado de fango el camino a las urnas.
México se fue a dormir el pasado miércoles con siete partidos políticos y se despertó el jueves con diez. López Obrador emergía como el gran ganador de que se dejara competir en los próximos comicios a tres formaciones afines a su proyecto político —Redes Sociales Progresistas, Fuerza Social por México y Encuentro Solidario (PES)— y de que se negara el acceso a la contienda a México Libre, del expresidente Felipe Calderón y su esposa, Margarita Zavala. El fallo del tribunal había sido un giro sorpresivo en el tablero político. “Es muy difícil no tomar el fallo del Tribunal como una decisión que beneficia al Gobierno, que intenta fragmentar el voto”, señala Javier Aparicio, profesor del Centro de Investigación y Docencia Económicas.
Cuando parecía que el tablero electoral estaba más desequilibrado capturaron a Cienfuegos en Los Ángeles. El presidente tuvo que responder sobre su respaldo a las Fuerzas Armadas, una de sus principales apuestas. También lo tendrá que hacer Felipe Calderón, artífice de la ofensiva militar contra el narco, por el general, que ya tenía puestos de relevancia durante su Gobierno y el conservador Partido Acción Nacional, en el que militó alrededor de tres décadas. Calderón también tiene el frente abierto de Genaro García Luna, su zar antidrogas, a las puertas de un juicio en Nueva York que podría descarrilar su carrera política. El Partido Revolucionario Institucional tendrá cada vez más trabajo de separarse de la sombra de corrupción que le persigue: el secretario de Defensa de su último Gobierno está tras las rejas. “El Ejército nunca había tenido un papel tan protagónico, por eso pega a todos, pero aún no sabemos hasta dónde llegará esta onda expansiva”, comenta Horacio Vives, profesor del Instituto Tecnológico Autónomo de México.
La llegada de nuevos partidos no impacta como lo hacen las complicaciones de los actores más fortalecidos. Con un fallo inapelable del Tribunal, el resultado más notable fue que en los nuevos partidos había muchos rostros conocidos y pocas propuestas novedosas. “Es un nuevo régimen de partidos satélite”, señala Vives. El PES, una organización ultraconservadora que desapareció pese a aliarse a López Obrador en las elecciones de 2018, regresa con otro nombre tras caminar “en el lindero de la ilegalidad” al ser una formación de corte evangélico en un país que prohíbe los partidos confesionales, apunta el académico. Encuentro Solidario es la única agrupación recién incorporada con un programa ideológico claro. “Etiquetas como izquierda o derecha, que fueron categorías de análisis útiles en el pasado, han quedado completamente superadas por el pragmatismo político”, agrega. Sin ideologías ni propuestas definidas, se libra un juego de alianzas: la oposición tantea una coalición amplia contra López Obrador y el movimiento del presidente busca superar las fracturas internas para llegar en bloque.
El obstáculo para los nuevos partidos es que deben superar el umbral del 3% de los votos para asegurar su supervivencia y no podrán aliarse con otros para conseguirlo. Van solos, pero pueden ser una válvula de escape a las pugnas dentro del bloque de López Obrador y abrir la puerta a personajes conocidos que no reciban candidaturas, coinciden los académicos. Ese fenómeno ya se dio con el PES y el Partido de Trabajo (PT) en 2018, que ganaron en el papel varias curules en el Congreso que terminaron por pasarse a Morena, el partido de López Obrador. Es una apuesta a dos bandas: si logran sobrevivir se sumarán al presidente y si no, restarán votos a sus rivales.
Con un Ejecutivo que se ha hecho fuerte de la mano del Poder Judicial, tras fallos favorables en el Tribunal Electoral y la Suprema Corte en las últimas semanas, la oposición tendrá que “levantarse de la lona” y sacar adelante “mucho trabajo por hacer”, advierte Aparicio. Mientras miembros del Gabinete y del Congreso ya sondean sus posibilidades para gobernar en los Estados, el botín más importante está en el Legislativo. “Será en la Cámara de Diputados donde se decidirá si López Obrador puede mantener el enorme apoyo que le ha permitido gobernar con holgura o no”, añade Vives. Las elecciones locales en Coahuila y en Hidalgo de este domingo serán un primer simulacro para medir fuerzas.
“La pluralidad del país no cabe en el bipartidismo, ¿pero tener ocho o diez fuerzas políticas? Suena a que nos sobran varios partidos”, afirma Aparicio. López Obrador no estará en la boleta ni podrá realizar spots en 2021, pero el referéndum sobre su permanencia en el poder, la consulta para juzgar a expresidentes y la carencia de liderazgos opositores lo colocan como una figura casi omnipresente: dominante y expuesta. “Será más que nunca un voto de respaldo o de rechazo al presidente”, vaticina Vives.
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