Ocho motivos buenos y ocho que no lo son tanto de las peleas entre hermanos
Los padres y madres no deberían preocuparse si sus hijos se molestan entre ellos “lo normal”, pero hay varias razones por las que habría que intermediar en los conflictos fraternales
Como a millones de espectadores en todo el planeta, me fascina la serie Yellowstone. Pero lo que me desconcierta de cada temporada son los hijos del personaje interpretado por Kevin Costner peleándose y odiándose constantemente, con unos niveles de brutalidad que a mí me parecen exagerados (en una serie donde todo es extremo). Pero después te fijas en muchas de las familias que conoces y siempre hay hermanos que no se hablan y otros que se soportan con una educación tibia. Lo curioso es que tanto yo como muchos de mis amigos de pequeños nos peleábamos (lo normal) con nuestros hermanos y de mayor nos llevamos fenomenal.
Tampoco he hecho una encuesta exhaustiva, pero me pregunto si es beneficioso que los hermanos se peleen de pequeños (porque si luchan de mayores ya está visto que, en general, el resultado es más bestia y duradero), y si eso al final sirve para cimentar un futuro mejor.
Puedes barajar conceptos como conflicto, dinámica de grupos y gestión de las emociones, pero, al final, lo que todos los padres queremos saber es: ¿es normal que los hermanos se peleen tanto? ¿Tenemos que intervenir los adultos o dejar que se regulen ellos mismos sin que llegue la sangre al río? ¿Esta etapa dejará un abismo entre ellos o será una chiquillada que recordarán con cariño dentro de unos años? Y sobre todo: ¿esto que se dicen y se gritan lo sienten de verdad o es solo la rabia momentánea y se van a querer toda la vida? Porque a veces se dicen cada cosa… Al menos, la segunda opción es lo que espero yo, mientras separo a mis hijos que están discutiendo ahora por ver quién abre la tapa del yogur.
En cualquier caso, aquí va un listado de ideas por las que no deberías preocuparte si tus hijos se pelean “lo normal” y también varias razones por las que habría que acompañar o evitar esos conflictos fraternales.
Motivos positivos de que los hermanos se peleen
- Les entrena a defenderse física y verbalmente de las agresiones de otros, que es algo que encontrarán en la vida.
- Les ayuda a construir su espacio propio con límites y a defenderlo de los demás, verbalizando un “no” o expresándolo de manera física, con patadas y tirones de pelo.
- Les enseña (con los padres delante o entre los hermanos directamente) a resolver los conflictos, idealmente antes de llegar a las manos. Esto les lleva a entender con empatía al otro y a saber argumentar, negociar y ceder para que todas las partes (hermanos y adultos) se queden razonablemente contentos.
- Les lleva a estar unidos, o por lo menos a tolerarse, de manera pacífica, porque aprenden también que una autoridad superior les puede separar o castigar con más intensidad y por más tiempo. Si este causa-efecto les acaba generando amor fraternal o simple convivencia fingida es algo que solo el tiempo dirá.
- Les enseña habilidades de gestión de conflictos. Si los adultos al final se cansan de intervenir, a la fuerza tendrán que ser los propios niños los que se regulen… O acaben sangrando.
- Les enseña a pedir perdón y a preocuparse por el otro, a reparar el daño causado. Todos lo hemos hecho alguna vez forzados por los padres, pero en principio estos gestos de reparación acabarán generando empatía hacia el hermano.
- Les acaba mostrando que compartir, ceder y respetar al otro muchas veces es más agradable y provechoso que pelearse a puñetazos por la espalda.
- Y, de paso, ven que el conflicto es normal y común, que pasa en todos lados, incluso en el núcleo familiar.
Motivos menos buenos de que los hermanos se peleen
- Pueden agotar y enfadar a los padres, que tienen que intervenir como árbitros para separar a los dos luchadores y muchas veces acabar riñendo a ambos.
- Puede haber peligro y daño de verdad. Por pequeños e inocentes que sean, una patada tonta puede llevar a un resbalón o a una caída con consecuencias más graves, y el clásico golpe en el ojo “sin querer” duele mucho (y todos los que tenemos hermanos lo sabemos por experiencia).
- Puede generar favoritismos. Cuando los padres defienden o consuelan al hijo “más herido o magullado”, a veces acaban mimándolo demasiado y castigando demasiado al que no está llorando. Esto, por supuesto, aumenta la rabia del hermano castigador contra el hermano víctima.
- Rompe el ambiente de seguridad y paz hogareña, porque cuando los hermanos están en edad de pelearse se respira en el ambiente que se está sorteando una torta y que puede caerle a cualquiera en cualquier momento. No hay quien viva tranquilo en esta tensión constante…
- Puede dar la idea de que los conflictos se resuelven a golpes y que siempre gana el más fuerte.
- Si no hay reparación y calma después de cada pelea lo único que se consigue es un “perdón” dicho con rabia y mirando al suelo y que se enquiste por parte de los dos críos el sentimiento de rabia.
- Las peleas llevan a los niños a mentir y a acusarse mutuamente para ganarse a los padres y aparentar que tienen razón. Con eso esquivan siempre su propia responsabilidad y crean aún más mal ambiente. Aunque si de mayores quieren trabajar de políticos o de tertulianos en la tele, esto son horas de vuelo imprescindibles.
- Si un hermano es superior físicamente al otro y no es acompañado o regañado a tiempo, puede acabar acosando o maltratando al otro por simple costumbre.
Y tus hijos, ¿se pelean lo normal o ya has tenido que contratar a un árbitro de lucha libre para que los vaya separando? Te leo en comentarios.