Consejos para sobrellevar una rabieta de tu hijo a la salida del colegio: mantén la calma, no estás solo
Tras un duro día, todo padre anticipa la alegría del reencuentro familiar, pero a veces la cara del crío muestra una mueca de descontento y empiezan las preguntas incómodas o llora desconsoladamente en el patio. Seis pistas para hacer frente a esas crisis con entereza y elegancia
Dicen que no hay nada más bonito que la sonrisa de un niño. Pero pocos padres hablan de su lado oscuro, el reverso tenebroso: la rabieta de un niño a la salida del colegio. Nos ponemos en situación. Tú has tenido un día laboral agotador, con tus cosas de adulto, tus problemas, tus ansiedades, tus clientes pesados, y con el zumbido de la carga mental gritando: “No te olvides de prepararle una merienda sana, equilibrada, sin azúcares, vegana, echa a mano con amor, acompañado por un mensaje motivador y un dibujito sonriente, todo guardado o envuelto en un recipiente ecológico y sostenible”.
Y, por supuesto, te ha tocado comer rápido o no comer para salir corriendo y llegar a tiempo al cole a recoger a tu crío de los primeros. Que nunca se le pase por la cabeza que no te has acordado de él y que se quedará allí abandonado, soportando las miradas de reproche de la gente de secretaría.
Anticipas la alegría del reencuentro familiar, como si se tratara de una sitcom americana, con abrazos y besos y entusiasmo porque la familia se vuelve a juntar, aunque solo hayáis pasado medio día sin veros. Pones tu mejor sonrisa, sacas la cabeza por la puerta esperando que se produzca el feliz contacto ocular, y entonces tu retoño te ve. ¿Brillan en ese momento fuegos artificiales y todo es como en un concierto de Taylor Swift? Pues no. Porque la cara de tu crío se estropea en una mueca de descontento, como si esperara cenar espaguetis y tú, a traición, le has puesto un plato de verduras frías.
Si se trata de un niño de Infantil, soltará un “no quiero” protestón y, quizá, no se moverá de la clase, esperando a que la profesora lo anime a salir. Si ya lleva unos cuantos cursos en Primaria, su queja será más verbal, en plan “joooooooo”, acompañando a la mueca de asco, y en vez de un abrazo te disparará una pregunta directa, tipo: “¿Qué hay de merienda?” o “¿puede venir este a jugar a casa?”. Y, por supuesto, si no dejas que el amigo venga a casa a jugar, o la merienda no es exactamente la que esperaba, también tendremos drama. Y si tus hijos son preadolescentes, puede ser que pasen por tu lado sin siquiera evidenciar que te han visto y quieran caminar a distancia, sin volver la cabeza para comprobar que les sigues, cargando su mochila y vigilando que no les secuestren.
Sea como sea, de normal todas las posibilidades se concretan en dos opciones: la queja verbalizada “quiero que venga mamá” (o papá o el abuelo) o directamente una rabieta descontrolada tipo niña del Exorcista. Esto, por supuesto, te lleva a fingir una sonrisa falsa de control de daños, manteniendo la compostura mientras sientes desmoronarte como progenitor.
Los expertos dicen que si el niño te transmite estas emociones es porque te quiere, te necesita, se siente cómodo contigo y te echaba de menos. Pero por mucho que digan, en ese momento, a ti se te ha juntado el ardor de estómago de haber venido a la carrera con la comida en la boca o el hambre de no haber comido, con la espalda sudada por el sprint y la explosión de rabia ante el rechazo y las miradas humillantes del resto de los padres. Porque claro, ¿tus hijos para qué te van a montar el pollo en casa con susurros si pueden gritar y explotar en la puerta de clase o del cole, haciendo tapón y bloqueando el paso a las demás familias que esperan para entrar o recoger a sus criaturas?
En ese momento, no puede rescatarte ni Álvaro Bilbao llegando a caballo.
Pero sí que hay varias cosas que te ayudarán sobrellevar estas crisis con entereza y elegancia. Aquí van seis consejos:
- Piensa que no estás solo, porque esto le pasa a todo el mundo, a los que se implican mucho en la crianza y también a los que llegan tarde cada día. Forma parte del viaje paternal.
- Aunque estos rechazos te rompan el corazón, hay que mantener la calma y no reaccionar con enfado ni venganza, porque eso aún bloqueará más al crío (y, de paso, te dará mala imagen en el cole).
- Tu papel ha de ser de maestro zen, soportando con estoicismo la rabieta, porque sabes que no es algo personal, sino el ajuste de sus emociones infantiles, que han estado pausadas o contenidas durante todas las horas escolares. El cerebro de tu hijo, sobre todo en la etapa de Infantil, funciona así, y no lo haremos madurar más rápido haciéndole sentir culpable por destrozarte emocionalmente.
- Con suerte, a los otros padres que vienen a buscar a los críos también les habrá tocado varias veces la ruleta de la rabieta. Te pondrán cara de empatía y comprensión, y si no es el caso, ya sabes a quién te tocará mirar cuando le monten el pollo a él.
- Si los profesores están cerca y quieren intervenir, deja que te ayuden.
- Y, por último: incluso en el momento más guerrero de tu crío, piensa que en media hora se le habrá pasado y se habrá olvidado de todo, te estará abrazando y enseñándote su mejor sonrisa. Ahora solo hay que aguantar hasta que salgáis los dos del túnel y vuelva a brillar el sol.
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