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Cómo organizar la primera Navidad con un bebé: readaptar tradiciones, poner límites y no tener expectativas

En estas fechas, los niños pueden sentirse sobreestimulados porque hay más visitas, más ruidos y cambios de rutinas. Establecer prioridades que favorezcan el bienestar del menor y de sus padres es la clave para tener unas celebraciones sin estrés

Comidas familiares, cambios de horario, reuniones con los amigos y familiares o la llegada de Papá Noel y los Reyes Magos. Se trata de la dinámica habitual de la Navidad. Pero si se le suma el hecho de que sea la primera vez que se celebra con un bebé, la ecuación se torna más complicada para lograr conciliar la vida personal, laboral y familiar con los compromisos de estas fechas. Aunque puede ser un momento especial por la presencia del nuevo pequeño, también pueden ser días de más estrés y caos. Los niños también lo notan y pueden sentirse descolocados e intranquilos con tantos cambios y novedades.

“Los bebés, sobre todo si son recién nacidos, viven en un mundo de ritmos previsibles y calma, por lo que pueden vivir esta fechas con más intensidad que los adultos, así que es común que estén más irritables y demandantes”, explica Iván Carabaño, pediatra del Hospital Universitario 12 de Octubre, en Madrid. Este experto destaca la importancia de comprender cómo percibe el niño las fechas navideñas: “Pueden sentirse sobreestimulados porque hay más visitas, más brazos distintos, más movimiento, luces, ruido y cambio de horarios. Pero los bebés no entienden de celebraciones y necesitan comer y dormir cuando toca o tener sus momentos de silencio y tranquilidad”.

La Navidad debería estar bien gestionada por parte de los padres de niños de corta edad. “Conviene amortiguar en cierta medida su impacto, para lograr mantener la rutina, respetando las siestas, acotando el exceso de estímulos y limitando las manos que cogen al niño si vemos que se agobia”, prosigue el experto. “La mejor ancla para el recién nacido es su madre, padre y hermanos, porque su presencia, olor y voz le da seguridad”, añade.

Comprender el lenguaje no verbal de los niños que todavía no hablan es uno de los grandes retos de la crianza, y en momentos como la Navidad, donde el escenario cambia tan drásticamente, hay que estar más atentos todavía. “El bebé habla a través del llanto, la postura o la mirada y, si se le percibe saturado, conviene hacerle caso y llevarle a una habitación aparte donde pueda estar tranquilo”, asegura Carabaño. “La Navidad no debe girar en torno a lo que creemos que el niño tiene que disfrutar, sino en torno a lo que realmente le hace bien”, sentencia.

Establecer prioridades puede marcar la diferencia entre vivir unas fiestas estresantes o que resulten positivas para todos. “Con un niño en su primera etapa de vida conviene respetar sus ritmos y necesidades, así como las de sus padres. A veces, imaginamos una escena idílica, pero la realidad puede ser muy distinta, porque hay cansancio acumulado, el bebé se agobia con tantos estímulos o tiene horarios que no encajan con los eventos festivos”, sostiene María Domínguez, psicóloga general sanitaria. “Ser realistas y practicar la autocompasión es clave para evitar sentir que algo está saliendo mal porque no es cómo se había imaginado”, afirma la también neuropsicóloga clínica.

La complicación para los padres en estas fechas de carácter tan social radica, sobre todo, en conciliar la agenda navideña, laboral y personal con el cuidado de un niño pequeño. “También influye la presión por cumplir con tradiciones o expectativas familiares. Sin embargo, hay que tener en cuenta que muchas actividades típicas no son especialmente significativas para un pequeño de meses, por lo que el esfuerzo que supone encajar toda esa logística puede no compensar, como en el caso de llevarle a una cabalgata de Reyes”, agrega la experta.

La primera Navidad con un bebé puede ser un buen momento para redefinir estas fechas y apostar por la flexibilidad para el bien de todos. “Se pueden ajustar las tradiciones con rituales propios que se adapten mejor a esta etapa vital, como cambiar las uvas de fin de año por otro ritual que permita ir antes a descansar”, aconseja Domínguez. La psicóloga también señala la posibilidad de poner límites y delegar: “Suele haber mucha carga organizativa, por lo que conviene dejarse ayudar por otras personas, repartir responsabilidades y permitirse decir que no a algunos planes es fundamental”.

La comunicación con la pareja también debe tenerse en cuenta para gestionar este tiempo de reuniones familiares con el fin de seleccionar los encuentros y organizar la agenda en torno al niño y sus padres, y no al revés. “Conviene hablar de los planes prioritarios y cómo repartir las responsabilidades para facilitar la logística y evitar la sobrecarga, con horarios flexibles, visitas breves o escogiendo ambientes tranquilos”, detalla Domínguez.

Durante las fechas más sociales del año es habitual que surjan emociones contradictorias cuando se comparten por primera vez con un nuevo miembro en la familia. “Por un lado, está la alegría, pero también el cansancio, la incertidumbre o cierta nostalgia por cómo se vivían antes. Conviene validar todo ello y no interpretarlo como un signo de que algo se está haciendo mal”, afirma la psicóloga. Además, restar presión y no tener expectativas inalcanzables favorece la vivencia de una experiencia positiva. “La Navidad con un bebé no es perfecta”, prosigue Carabaño, “ni tiene por qué serlo”. El pediatra explica que habrá llantos en mitad de las cenas clave, regalos sin abrir porque justo tocaba siesta, planes que cambiar sobre la marcha, pero no es un fracaso: “Es lo que toca con un bebé, sobre todo si es recién nacido”.

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