Cambiar el tipo de leche, restringir los cereales y otros trucos para esquivar el acné en los adolescentes
Con una incidencia de entre el 80% y el 90%, puede decirse que es un mal endémico de los púberes que puede convertirse en una verdadera pesadilla. Por eso conviene, tomárselo en serio
Pasar de la infancia a la adolescencia no es tarea fácil. No lo es para los progenitores, por supuesto. Pero aún es más complicado para los propios adolescentes. Supone muchos cambios en muy poco tiempo. Nuevas amistades, intereses, preocupaciones… Como el acné. Los malditos granos que a menudo se apoderan de sus caras, hasta hace bien poco impolutas, hacen mella en su aspecto físico. Pero también, a menudo, en su autoestima.
Por eso no deben tomarse a ...
Pasar de la infancia a la adolescencia no es tarea fácil. No lo es para los progenitores, por supuesto. Pero aún es más complicado para los propios adolescentes. Supone muchos cambios en muy poco tiempo. Nuevas amistades, intereses, preocupaciones… Como el acné. Los malditos granos que a menudo se apoderan de sus caras, hasta hace bien poco impolutas, hacen mella en su aspecto físico. Pero también, a menudo, en su autoestima.
Por eso no deben tomarse a la ligera, nos indican los dermatólogos. Ni quitarle importancia por aquello de que ‘es por la edad” o “ya se te pasará’. Lo dice Teresa Martínez Menchón, Dermatóloga en Hospital Clínico Universitario Virgen de la Arrixaca de Murcia y miembro del Grupo Español de Dermatología Pediátrica: “Se ha relacionado el acné en la adolescencia con una mayor incidencia de depresión, ansiedad, síntomas psicosomáticos, pudor, vergüenza e inhibición social”.
Después de todo, como ella misma comenta, “la adolescencia es el momento en el que se construye la personalidad, por lo que la presencia de este tipo de lesiones puede llegar a afectar en sus relaciones sociales e interpersonales”. Más aún si tenemos en cuenta que pueden llegar a causar cicatrices visibles y permanentes. Y que afecta nada menos que a entre el 80% y el 90% de los adolescentes. Es cierto que la prevalencia máxima es entre los 15 y los 17 años, pero suele empezar a asomar sobre los 12 años y disminuye sobre todo a partir de los 20.
Para tomársela en serio basta con saber que en dermatología se la considera una enfermedad. En concreto, Minia Campos, dermatóloga en la Clínica González & Campos y miembro de la AEVD, la define como “una enfermedad pilosebácea, que es el conjunto formado por un folículo piloso y su correspondiente glándula sebácea”. En condiciones normales, la secreción de la glándula sebácea sale con facilidad a través del orificio folicular, pero durante la adolescencia aumenta la secreción de sebo, lo que lleva a que la glándula sebácea se agrande, mientras el orificio folicular se estrecha por la acumulación de un exceso de queratina. A todo ello hay que sumarle la proliferación bacteriana y la respuesta inflamatoria de cada piel.
En cualquier caso, el resultado no es bonito en ninguna de sus variantes: ni las espinillas, ni los puntos negros, las pústulas, nódulos ni los quistes. Muchos de ellos pueden presentarse con o sin pus. Ante esta circunstancia tan poco favorecedora en una edad tan vulnerable, es posible que los adolescentes se pregunten por qué les pasa a ellos. Pues bien, la respuesta no es sencilla, aunque la doctora Campos los resume en “factores genéticos, hormonales y ambientales”.
Sobre los genéticos, Martínez Menchón dice: “Es sabido que si hay antecedentes familiares de acné, los descendientes tienen el doble de posibilidades de padecerlo”. Respecto a las hormonas hay alguna variación de género, como afirma la doctora Campos: “El acné en la mujer adolescente puede ser la manifestación de algún trastorno hormonal como el síndrome de ovario poliquístico, que debe ser debidamente estudiado. La sospecha aumenta si, además de acné, existe aumento de vello, disminución de la densidad del cabello o reglas irregulares”.
En cuanto a los ambientales, Minia Campos también alude a “el estrés, el consumo de algunos medicamentos o suplementos proteicos para deportistas, y el uso de cascos pueden empeorar el acné.” Y a todo ello hay que añadirle, tal y como se ha rumoreado siempre, la dieta. Pero olvidémonos de la sencilla idea de que el chocolate produce granos. El asunto va mucho más allá.
La dermatóloga de González & Campos cuenta que el empeoramiento del acné se relaciona, a día de hoy, con los hidratos de carbono y las proteínas. “La clave está en la elevación de la hormona insulina en respuesta a los hidratos de carbono y a los aminoácidos obtenidos de las proteínas”. Y continúa: “La elevación de insulina activa mecanismos proinflamatorios y en la unidad pilosebácea aumenta la producción de sebo y el taponamiento del orificio folicular”. En términos generales, las dietas con altos índices glucémicos deben ser controladas.
Esto está muy bien, pero lo que realmente quieren saber los chicos y chicas es qué alimentos concretos deben dejar a un lado, teniendo en cuenta que “no se trata de prohibir, y menos a un adolescente, pero sí de reducir consumo o de convertirlo en excepcional”, aclara Campos. Esta medida sería recomendable tomarla con los alimentos más relacionados con la elevación de insulina: “Los lácteos, la carne roja y los hidratos de carbono de absorción rápida (azúcares)”. Ambas dermatólogas subrayan que la dieta mediterránea sigue siendo la mejor opción para reducir el acné. Con alguna particularidad.
Por ejemplo, hay que tener cuidado con los lácteos. “Curiosamente, la leche desnatada y semidesnatada provoca más acné que la entera”, comenta Martínez Menchón. Pero no podemos olvidar que los adolescentes necesitan consumir leche, por lo que recomienda “compensar este cambio con alimentos que aporten los mismos nutrientes; en el caso del calcio puede ser legumbres, sésamo o frutos secos”.
¿Entonces, puedo comer tanto chocolate como quiera? Sintiéndolo mucho, la respuesta es “no”. Aunque hay estudios contradictorios, Martínez Menchón asegura que “el chocolate negro puede producir una exacerbación del acné. Quizás la opción más razonable es el sentido común, si el paciente nota un empeoramiento con la ingesta de este alimento sería recomendable moderar el consumo del mismo”. Eso, y “sustituir los alimentos refinados por integrales, incorporando frutas, verduras y legumbres en detrimento de cereales, dulces y bollería”.
Seamos realistas, no es sencillo conseguir que un adolescente renuncie precisamente a comer ‘chucherías’. De modo que hay que insistirles, además, en que lleven una buena higiene facial sin renunciar a la idea de acudir a su médico de Atención Primaria a que les ponga un tratamiento local o incluso oral. Y, por supuesto y bajo ningún concepto, explotarse los granos. Minia Campos: “Aumenta la inflamación y el riesgo de generar cicatrices permanentes”. Y continúa Martínez Menchón: “Si manipulamos el acné y especialmente sin las condiciones higiénicas adecuadas, corremos el riesgo de provocar inflamación, infección, manchas (hiperpigmentadas o hipopigmentadas) y cicatrices a causa de la abrasión de la piel”. Vamos, que deben resistir la tentación, por muy difícil que sea…
Puedes seguir De mamas & de papas en Facebook, Twitter o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.