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Rebeca Grynspan: “La ONU debe sentarse en las mesas de negociación más importantes del mundo”

La economista y política costarricense lanza su campaña para la Secretaría General de Naciones Unidas

A veces lo más revolucionario es volver a los principios básicos. La costarricense Rebeca Grynspan ya es la candidata oficial presentada por el Gobierno de su país para la Secretaría General de Naciones Unidas, que el portugués An...

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A veces lo más revolucionario es volver a los principios básicos. La costarricense Rebeca Grynspan ya es la candidata oficial presentada por el Gobierno de su país para la Secretaría General de Naciones Unidas, que el portugués António Guterres abandonará en diciembre del próximo año. La actual secretaria general de la UNCTAD (Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo) se enfrenta a una campaña larga e intensa, que la llevará por todo el mundo durante meses.

En la cafetería de un hotel londinense, rodeada de papeles y frente a su portátil mientras de fondo se oye en el local una música anodina y no requerida, propia de un domingo por la tarde, atiende a EL PAÍS. Ha acudido a la capital británica para presentar el informe anual de la institución que ha liderado hasta ahora. Su carrera política y diplomática tiene un bagaje contra el que resulta difícil competir. Ha sido vicepresidenta de Costa Rica y ha estado al frente de la Secretaría General Iberoamericana.

“Si me preguntaras cuál es mi lema de campaña, te diría que es el Artículo 1 de la Carta de Naciones Unidas. Allí se dice todo, y deberíamos ser fieles a esos valores”, defiende. “Pero a la vez tenemos que ser mucho más ágiles y flexibles, más innovadores en las propuestas que la ONU presenta al mundo. Y para eso hay que asumir riesgos”.

“Mantener la paz y la seguridad internacional, fomentar la amistad entre naciones, impulsar la cooperación internacional en la solución de los problemas y centralizar todos esos esfuerzos”, dice ese primer artículo de la Carta de la ONU. Ahí es nada. La economista costarricense se compromete a volver a situar a la organización en el centro del tablero. “En su momento, la organización fue forjada por 50 países. Hoy reúne a 193. Podemos decir entonces que, de alguna manera, hay 143 países que no participaron en esa creación. Esta realidad requiere inclusión”, explica. “Conozco bien Naciones Unidas, tanto como para defenderla y para reformarla”, señala.

Cualquier intento de reafirmar el valor de la institución multilateral por excelencia debe tener en cuenta los constantes desprecios hacia su auctoritas —y hasta su legitimidad— por parte de gobiernos estadounidenses como el de Donald Trump, empeñado en reventar el orden mundial que ha regido las últimas décadas. “Estamos viendo cómo Estados Unidos está comenzando de nuevo a usar Naciones Unidas. Es innegable su cuestionamiento de la institución, pero a la vez decidió elevar hasta el Consejo de Seguridad su plan de paz para Gaza. La frase de Trump en su intervención ante la Asamblea General, cuando señala que la ONU tiene mucho potencial, debe ser tomada en serio (…) Naciones Unidas debe poder estar en las mesas de negociaciones más importantes del mundo, y asumir ese papel con firmeza y determinación”, defiende Grynspan.

Suenan otras candidatas para el puesto de secretaria general de la ONU, como Michelle Bachelet, expresidenta de Chile; Jacinda Ardern, ex primera ministra de Nueva Zelanda; Alicia Bárcena, ministra de Medio Ambiente de México; o Mia Mottley, primera ministra de Barbados.

¿Ha llegado el momento de que una mujer esté al frente de la organización? “Las conozco a todas, y todas tienen un currículum impecable. No tienen ninguna necesidad de un trato especial. Todas tienen los méritos para el puesto, incluyéndome a mí. No pedimos un trato especial, sino que no haya discriminación. Porque si vamos a competir en pie de igualdad, cualquiera de nosotras tiene todas las posibilidades de ganar”, argumenta.

Autoritarismo e inmigración

Grynspan es consciente de que una competición como la que afronta exige evitar pasos en falso. Sus respuestas liman siempre las aristas, mantienen un tono amable y diplomático. Pero eso no significa que estén ausentes de contenido. Tiene un diagnóstico claro frente a fenómenos como el auge del autoritarismo en el mundo. “La democracia está hoy cuestionada porque no puede limitarse a generar la capacidad de un cambio de gobierno. Su legitimidad también reside en la búsqueda de soluciones para los problemas de la mayoría de la población”, defiende esta política de profundas convicciones socialdemócratas.

“Cuando estaba en el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo elaboramos un informe muy famoso en el que se hablaba de la democracia en América Latina, y afirmábamos que había que evitar que el descontento actual ‘en’ la democracia se transformara en un descontento ‘con’ la democracia”, recuerda.

El gran tema de fragmentación de las sociedades occidentales es hoy la inmigración irregular, y Grynspan puede entender la inestabilidad que provoca. Pero recuerda que, como en todo, es importante la perspectiva: “La mayor migración está en el sur”, dice, en referencia a ese término del “sur global” que se utiliza para recordar que el mundo es más amplio que Occidente. “Los mayores focos de concentración están en los países del sur, como Turquía, Líbano o Sudán del Sur […] El objetivo final debe ser que migren solo los que quieren hacerlo, y no los que se ven obligados a hacerlo. Por eso debemos enfocarnos en solucionar las causas estructurales que la impulsan, como el desarrollo de muchos de estos países o el cambio climático”, señala.

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