Darfur vuelve a arder: la ONU denuncia las atrocidades de las milicias rebeldes de Sudán tras conquistar El Fasher
Las Fuerzas de Apoyo Rápido, financiadas por el oro sudanés y con apoyo de Emiratos Árabes, reciben acusaciones de violaciones, asesinatos y limpieza étnica
Ejecuciones sumarias, violaciones de mujeres y niñas o la masacre de 460 civiles en un hospital. Los vídeos y testimonios que circulan tras la toma de la ciudad sudanesa de El Fasher, en Darfur, el pasado domingo, muestran unos niveles atroces de violencia...
Ejecuciones sumarias, violaciones de mujeres y niñas o la masacre de 460 civiles en un hospital. Los vídeos y testimonios que circulan tras la toma de la ciudad sudanesa de El Fasher, en Darfur, el pasado domingo, muestran unos niveles atroces de violencia, según Naciones Unidas. Sus autores son miembros de las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF, por sus siglas en inglés), una poderosa milicia supremacista árabe que antes de la guerra contaba con unos 100.000 combatientes, según Reuters. Está liderada por el general Mohamed Hamdan Dagalo, alias Hemedti, que se dio a conocer por su crueldad durante el genocidio de Darfur desde 2003. Considerado uno de los hombres más ricos de Sudán por su control de importantes minas de oro, cuenta con el respaldo de Emiratos Árabes Unidos (EAU), que le suministra armamento a través de sus aliados en Chad y Libia.
Este miércoles, después de que se publicaran diversos informes sobre las atrocidades cometidas por las RSF en El Fasher, el propio Dagalo apareció en sus redes sociales para reconocer los “abusos” cometidos por sus tropas y anunciar una investigación. Sin embargo, para la representante de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ACNUDH) en Sudán, Li Fung, la situación es “terrible”.
“A pesar de los compromisos por parte de las RSF para proteger a la población civil, la realidad es que nadie está a salvo en El Fasher y no existe un corredor seguro para que los civiles puedan abandonar la ciudad”, indica Fung. A su juicio, los asesinatos sumarios, la violencia sexual generalizada, los secuestros y las detenciones arbitrarias y otras violaciones de derechos humanos están “muchas de ellas motivadas por razones étnicas” y se dirigen, en particular, contra la comunidad zaghawa, de origen negroafricano y no árabe.
El origen de las RSF hunde sus raíces en la guerra de Darfur de 2003-2005. Para hacer frente a una nueva rebelión antigubernamental, el entonces presidente sudanés Omar al Bashir armó y financió a las milicias árabes conocidas como Janjawid, originarias de Libia. Se habían curtido en la guerra de Chad en los años ochenta y noventa, posteriormente se instalaron en Sudán y desataron una violencia extrema no solo contra los rebeldes, sino contra las poblaciones negras que viven en el territorio de Darfur desde hace siglos. Fue el comienzo del genocidio, por el que Al Bashir y otros líderes de los Janjawid fueron posteriormente condenados por el Tribunal Penal Internacional.
Dagalo, quien creció en una tribu dedicada al comercio de camellos, era por aquel entonces líder de una de las facciones de la milicia, pero pronto escaló posiciones gracias a su crueldad. Bajo sus órdenes, los combatientes arrasaron pueblos enteros, violaron a niñas y asesinaron con total impunidad, siempre con la complicidad del régimen de Al Bashir, interesado en sofocar mediante el terror los rescoldos de la rebelión en Darfur.
En los años siguientes, Dagalo eliminó a sus rivales dentro de la milicia y fundó las RSF como una unidad de apoyo a Al Bashir, pero bajo su mando directo. Mediante ellos, Dagalo se hizo con el control de las minas de oro de la región, que le dieron no solo inmensos recursos, sino un creciente poder militar y una gran influencia en el entorno de Al Bashir.
El conflicto sudanés, que ha provocado la peor crisis humanitaria del mundo —con 12 millones de desplazados, 30 millones de personas necesitadas de ayuda humanitaria urgente y entre 60.000 y 150.000 muertos según la fuente consultada—, estalló en abril de 2023, cuando las RSF se alzaron en armas contra el ejército. Detrás del mismo está la pugna por el poder entre el propio Dagalo y el general Abdelfatah Al Burhan, líder de las Fuerzas Armadas y presidente del país tras el golpe de Estado que derrocó a Al Bashir en 2019. Ambos se repartieron el poder tras la caída del dictador, pero cuatro años más tarde se volvieron enemigos irreconciliables, pues Dagalo ambicionaba mucho más que un papel de segundón.
El conflicto sudanés también está alimentado por actores externos. En la época de Al Bashir, Rusia se convirtió en el primer suministrador de armas a Sudán y uno de sus grandes apoyos internacionales. Como ocurrió en República Centroafricana, Libia y después en Malí, Moscú vio en Sudán una oportunidad de extender su influencia por África y tener acceso a recursos mineros, en particular el oro. Para ello utilizó al Grupo Wagner, que ofrecía entrenamiento y asistencia militar a cambio de suculentos contratos.
Al estallar el conflicto, los mercenarios rusos se inclinaron por dar su respaldo a las RSF, pues estas controlaban las minas de Darfur. Pero tras la muerte en un supuesto accidente aéreo del fundador de Wagner, Yevgueni Prigozhin, las simpatías de Moscú han girado más hacia Al Burhan; este también controla yacimientos auríferos y, sobre todo, ha prometido facilitar la construcción de una base naval en Port Sudán, clave para los intereses rusos en el mar Rojo y Oriente Próximo.
Frente a este apoyo ruso al ejército sudanés, que también cuenta con el respaldo de Egipto y Arabia Saudí, entre otros, las RSF reciben financiación y suministro de armas de los Emiratos Árabes Unidos (EAU), aunque este país lo niega. Buena parte del oro de Darfur fluye hacia Dubai, y Dagalo mantiene excelentes relaciones con el jeque Mohamed Bin Zayed, presidente de EAU.
Informes de la plataforma de inteligencia árabe Eekad revelaron que buena parte de la ayuda militar emiratí llega a las RSF a través del aeropuerto chadiano de Amdjarass, cerca de la frontera. De igual modo, los paramilitares sudaneses mantienen excelentes relaciones con el mariscal libio Jalifa Hafter, a quien el Gobierno sudanés acusa no solo de facilitar armas a las tropas de Dagalo, sino de intervenir directamente en el conflicto con ataques a los puestos fronterizos.
La caída de El Fasher en manos rebeldes ha permitido a estos hacerse con el control de la práctica totalidad del territorio de Darfur, en el oeste del país, y les libera para centrar sus esfuerzos en el avance por los estados de la región de Kordofan hacia el centro del país.
Por su parte, el ejército controla la estratégica ciudad de Port Sudán, que se asoma al mar Rojo, donde ha establecido su base principal, y los Estados situados al sureste, en la frontera con Etiopía. El pasado mes de mayo, las Fuerzas Armadas lograron también acabar con las últimas bolsas de resistencia rebelde en Jartum, la capital. El general Dagalo ha negado que su intención sea dividir al país en dos, pero en la actualidad el territorio se reparte entre los dos bandos en conflicto.