China sitúa la tecnología y la seguridad en el centro de su nuevo plan quinquenal
El Comité Central comunista se reúne en Pekín para dar forma a un programa económico que determinará las relaciones de la gran fábrica del planeta con sus socios comerciales
Desde este lunes, en el hotel Jingxi, un bloque grisáceo y cuadriculado bajo custodia militar en el oeste de Pekín, cerca de 370 líderes del Partido Comunista de China se reúnen a puerta cerrada para dar forma al 15º plan quinquenal. Reliquia de la era soviética, el programa establecerá l...
Desde este lunes, en el hotel Jingxi, un bloque grisáceo y cuadriculado bajo custodia militar en el oeste de Pekín, cerca de 370 líderes del Partido Comunista de China se reúnen a puerta cerrada para dar forma al 15º plan quinquenal. Reliquia de la era soviética, el programa establecerá las guías esenciales para el desarrollo económico y social de la segunda economía mundial en lo que queda de década.
La reunión del pleno del Comité Central, la base de la pirámide de poder chino, será escrutada al máximo; cualquier información de la prensa oficial, interpretada como si fueran las runas por inversores financieros, analistas, ejecutivos de multinacionales y geoestrategas de la política global. Las deliberaciones son secretas, se prolongarán cuatro días y tienen lugar en un momento convulso, marcado por el recrudecido choque comercial y tecnológico con Estados Unidos, la ralentización del modelo de crecimiento chino y los retos de las transformaciones productivas y sociales derivadas del salto tecnológico.
El contenido del plan, cuyas líneas maestras no solo fijan el rumbo chino, sino que reverberan sobre el resto del planeta, no se conocerá hasta marzo, pero el Partido ha dejado algunas miguitas para indicar por dónde irán los tiros. Los líderes comunistas pondrán el acento en cuestiones de tecnología y de seguridad, según se desprende de una reunión del Politburó (segundo órgano en el escalafón de poder) celebrada en septiembre. En esa cita, los altos cuadros mencionaron la necesidad de “fomentar nuevas fuerzas productivas de calidad”, según una nota de la agencia oficial Xinhua.
Este concepto, lanzado en 2023 por el presidente chino, Xi Jinping, y omnipresente en la propaganda china desde entonces, tiene reminiscencias marxistas, pero se proyecta hacia un futuro hipertecnológico. Su inclusión es un indicio de que el nuevo plan apostará por ampliar la inversión en tecnologías de vanguardia y modernizar las industrias tradicionales “para crear nuevos motores de crecimiento, aumentar la productividad total de los factores y romper el dominio estadounidense en tecnologías clave”, señalan los analistas de Trivium China en un reciente boletín.
Este “desarrollo de alta calidad” tendrá sus frentes principales en “la inteligencia artificial y las energías renovables”, valoraba el viernes Zhu Guangyao, exviceministro chino de Finanzas, en el Diálogo Estratégico Mingde, un foro de la Universidad Renmin en Pekín. “Los próximos cinco años serán un periodo crucial para que China alcance el objetivo de 2035: ser un país socialista moderno”, añadía en referencia a un compromiso básico del Gobierno chino, que implica duplicar en 15 años el PIB del 2020, además de “grandes saltos” en tecnología y en la “fuerza nacional integral”, según documentos oficiales.
La nota de Xinhua con pistas sobre el próximo pleno también habla de coordinar “desarrollo y seguridad”, y de “utilizar un nuevo patrón de seguridad para salvaguardar el nuevo patrón de desarrollo”, signo de que Pekín ve tensiones en el horizonte para las que debe prepararse.
Un reciente estudio publicado en Qiushi, principal revista de teoría política del PCCh, reclama que estas “nuevas fuerzas productivas” sean la fórmula para enfrentarse a truenos internos y externos. “El entorno de desarrollo del país se enfrentará a cambios aún más profundos y complejos”, dice el estudio. “La competencia entre las grandes potencias y la revolución científica y tecnológica se entrelazarán, y las tareas de reforma, desarrollo, seguridad y estabilidad serán arduas. Las oportunidades, riesgos y desafíos estratégicos no tendrán precedentes, y los factores de inestabilidad, incertidumbre e imprevisibilidad aumentarán significativamente”.
Qiushi considera que las “medidas represivas” emprendidas en los últimos años contra China por “algunos países” (no da nombres) han tenido un impacto localizado y a corto plazo. “A largo plazo, nos han obligado a acelerar nuestro ritmo de innovación independiente, con la formación de nueva productividad en diversos campos, como chips, inteligencia artificial y energía fotovoltaica, que se ha acelerado significativamente”. La estrategia ha de ser redoblar esa apuesta interna. Semejante despliegue conceptual conduce a pensar que las “nuevas fuerzas” podrían convertirse en la lógica interna que ate la política fiscal, industrial y de seguridad nacional del próximo plan.
El documento lleva tiempo elaborándose. En la cita de esta semana se produce el alicatado final, y los vaivenes geopolíticos pueden influir en la redacción definitiva. “Se hacen ajustes, y estos pueden ser importantes [...] Podemos esperar que [se] tendrán muy en cuenta las fricciones con Estados Unidos”, señalan Katja Drinhausen y Alexander Davey, analistas de Merics, en una charla online con corresponsales. Las tensiones podrían traducirse en un “reflejo defensivo” en el plan.
Xi, que dirige el proceso de elaboración, ha dejado pistas crípticas: “Es necesario anticipar y comprender de manera prospectiva los cambios en la situación internacional y su impacto en nuestro país, así como aprovechar las circunstancias para ajustar y optimizar la estructura económica”, dijo en mayo, en lo más crudo de la guerra arancelaria con Washington, en un discurso durante la preparación del plan.
Será el tercero que supervisa desde que llegó al poder en 2012. Los considera uno de los grandes activos del país. Han sido adoptados, hasta ahora, 14 desde 1953. En palabras de Xi: “La elaboración científica y la implementación continuada de los planes quinquenales constituyen una experiencia fundamental de nuestro Partido en la gobernanza del país, así como una importante ventaja política del socialismo con características chinas”.
Para entender su relevancia no hay más que observar la actual guerra comercial. Pekín ha hecho de las restricciones a las exportaciones de las tierras raras una de sus estrategias centrales de represalias frente a los golpes de Estados Unidos. Estos recursos críticos son un campo en el que ejerce un dominio indiscutible a nivel global. No siempre fue así. Su explotación se remonta al primer plan quinquenal aprobado por Mao Zedong en 1953.
Inspirado en el modelo de planificación de la URSS, y puesto en marcha con expertos y ayuda financiera de Moscú, aquel primer programa puso el foco en el desarrollo industrial por encima del resto de sectores. Entre otras iniciativas, Pekín se propuso construir una base de industria pesada en Baotou (en la provincia de Mongolia Interior), vinculada al gigantesco yacimiento de hierro de Bayan Obo descubierto en 1927. Hoy, Baotou es la mayor base de producción de tierras raras del mundo, y las reservas de esta mina suman el 83% del total de China y un 38% del mundial.
Los programas también han abierto la puerta a desastres: durante el segundo plan quinquenal, Mao propuso el Gran Salto Adelante, que llevó a una caída de la producción agrícola combinada con un rendimiento industrial de baja calidad, hundiendo al país en una de las mayores hambrunas de las que existen registros, con decenas de millones de muertos.
Los planes siguen siendo una pata fundamental del actual capitalismo de Estado del gigante asiático, pero se ha abandonado la rigidez del pasado, incluso en el nombre: en 2006 lo cambiaron de “jihua” al más flexible “guihua” (ambos significan “plan”; el primero con un matiz de obligado cumplimiento; el segundo es más bien una guía).
Tras décadas de desarrollo meteórico, el país se ha transformado en una potencia de renta media, pero se enfrenta a una fase de ralentización. Aunque el plan no fija objetivos de aumento del PIB (dejó de hacerlo en el 14º), los economistas prestarán atención a indicadores de un cambio de estrategia. Algunos analistas creen que el Gobierno chino podría orientarse hacia un crecimiento impulsado por el consumo interno ―en territorio átono, lastrado por la implosión del sector inmobiliario y un deterioro de las expectativas―, en lugar del modelo actual basado en la inversión y las exportaciones.
Las decisiones adoptadas determinarán en buena medida las relaciones de la gran fábrica del planeta con sus socios comerciales. Con muchos de ellos ―la UE entre otros― la lista de agravios por los desequilibrios va en aumento, y en el contexto actual de muros comerciales exteriores y de guerra de precios interna es difícil salir del bucle: China necesita vender más en el extranjero, de modo que sus exportaciones a precios reducidos siguen al alza, ahogando la competencia local de sus socios comerciales, que se ven atraídos por la idea de levantar nuevos muros.