Moldavia, el eslabón más débil frente a Rusia, ante la encrucijada de acercarse a Bruselas o a Moscú
La antigua república soviética, de 2,4 millones de habitantes, elige este domingo si da la mayoría al bloque cercano al Kremlin, que corteja a los descontentos con la inflación y la lentitud de las reformas
Continuar la senda europeísta o virar hacia Rusia. Los ciudadanos moldavos elegirán entre estas dos opciones en las elecciones legislativas de este domingo, que llegan marcadas por la injerencia de Moscú. Encajada entre Ucrania —que sufre desde hace más de tres años la invasión rusa— y Rumania —miembro de la Unión Europea—, Moldavia se ha ido alejando de la esfera de influencia del Kremlin en la última década hasta abrazar el objetivo de ingresar al bloque comunitario, ...
Continuar la senda europeísta o virar hacia Rusia. Los ciudadanos moldavos elegirán entre estas dos opciones en las elecciones legislativas de este domingo, que llegan marcadas por la injerencia de Moscú. Encajada entre Ucrania —que sufre desde hace más de tres años la invasión rusa— y Rumania —miembro de la Unión Europea—, Moldavia se ha ido alejando de la esfera de influencia del Kremlin en la última década hasta abrazar el objetivo de ingresar al bloque comunitario, al que espera adherirse en 2030. Pero, antes, debe afrontar estos comicios, a los que la presidenta, la prooccidental Maia Sandu, considera los más trascendentales de su historia.
El gobernante Partido Acción y Solidaridad (PAS), en el poder desde 2021, partía como favorito, pero ha perdido terreno debido a las dificultades económicas que atraviesa esta antigua república soviética de 2,4 millones de habitantes, hoy dividida en dos bloques antagónicos. Esta polarización y una débil situación económica convierten a este pequeño país en el eslabón más débil en la pugna entre Moscú y Bruselas.
Desde que Moldavia dejó de recibir gas ruso a principios de este año, los precios de la energía se han disparado y la inflación ha alcanzado el 30%, lo que ha afectado al coste de los alimentos y los medicamentos. Además, la lucha contra la corrupción y las reformas del sistema judicial para garantizar su independencia —un requisito para entrar en la UE—, generaron enormes expectativas, pero ni se han producido condenas firmes en el primer asunto ni se ha progresado tanto como se esperaba en el segundo, lo que ha suscitado frustración entre la sociedad.
Todo ha ayudado a fortalecer al principal oponente del Gobierno, el Bloque Patriótico, una alianza afín a Moscú compuesta por socialistas, comunistas y la formación minoritaria Futuro de Moldavia. Esta coalición acusa al PAS, en el poder desde 2021, de llevar al país al declive económico. Su propuesta pasa por una reconciliación con el Kremlin, pero, además, prometen gas barato, pensiones más altas y prohibir los ejercicios militares con países extranjeros en suelo nacional, pues alegan que la Constitución moldava consagra la neutralidad del país.
Sin embargo, el Bloque también presenta problemas de credibilidad. Esta coalición contó con un cuarto partido, Corazón de Moldavia, hasta el viernes, cuando las autoridades electorales le prohibieron presentarse para cumplir una reciente sentencia judicial que limita durante un año la actividad de la formación, investigada por financiación ilegal. A raíz de la decisión, 36 candidatos del bloque prorruso fueron eliminados a última hora de las papeletas, una medida que amenaza con aumentar las tensiones antes de la votación. Además, la líder del partido, Irina Vlah, fue sancionada esta semana por varios socios de la de la UE por su presunta colaboración con la injerencia rusa.
Las dos últimas encuestas vaticinan, pese a todo, una ardua batalla entre el PAS y el Bloque Patriótico. Una de ellas concede un empate técnico y la otra da un ligero triunfo a la formación proeuropea. Ambas apuntan que el ganador necesitará sellar un acuerdo con Nuestro Partido, de Renato Usatii, un empresario que no ha dicho a qué bando apoyará. La decisión de este magnate, que se enriqueció con negocios opacos en Rusia, se presenta como crucial para lograr una mayoría simple en el Parlamento —un escaño más de la mitad de los 101 en juego— que permita formar el nuevo Ejecutivo.
Sin embargo, estos sondeos no tienen en cuenta dos aspectos clave: la predilección por Rusia de los ciudadanos con nacionalidad moldava que residen en Transnistria, una región autoproclamada independiente tras la caída de la Unión Soviética y que se autogestiona gracias al respaldo económico de Moscú, y el voto de la diáspora, claramente europeísta.
“Nos irá mejor en Europa; de la parte oriental nunca he recibido nada. Desde que estoy jubilada, mi pensión se triplicó”, cuenta María Coval, de 70 años, que trabajó en la Biblioteca Nacional de Chisináu, la capital, y, después, como contable en una empresa. “Tenemos que movilizarnos y seguir el rumbo europeo; muchos estamos esperando estos comicios para mirar hacia delante; no podemos estar continuamente bajo el miedo a que vuelvan los prorrusos, debemos progresar hacia un futuro mejor”, añade.
Elena Krissa, dueña de un comercio de vinos, por el contrario, prefiere retomar “la amistad con Rusia”, y asegura ver a la UE “demasiado presente”. “Los que entienden de política saben que en la UE hay problemas muy grandes. ¿Por qué ir a donde hay más problemas? ¡Debemos ir donde el mercado es más amplio, donde todos son iguales y no hay restricciones! China y Rusia son cercanos a nosotros, lo sabemos desde el pasado; eso nos enriquecería”, explica esta mujer de 40 años.
La injerencia rusa
En las elecciones presidenciales del pasado año, Sandu revalidó su cargo al frente de la jefatura de Estado, pero el referéndum sobre la adhesión del país a la UE se logró por la mínima, gracias al apoyo de los moldavos que viven en el extranjero.
La estrecha victoria en el plebiscito puso de relieve una trama de soborno de votantes alentada por Rusia. Esto causó críticas a las autoridades por no haber detectado antes esa interferencia. En ese supuesto fraude electoral se habrían transferido 15 millones de dólares (casi 13 millones de euros) a 130.000 votantes. Desde entonces, las redadas y arrestos se han sucedido para cortar las fuentes de financiación ilícitas, pero las tentativas persisten.
La presidenta advirtió el lunes de que Rusia ha vertido “cientos de millones de euros de dinero sucio” en la campaña para influir en los resultados; en concreto, a través de la corrupción electoral, la desinformación, ciberataques y la instrucción de personas en otros países para provocar disturbios callejeros.
Rusia ha negado tales acusaciones y ha lamentado que de los 301 colegios electorales que se abren este domingo en el extranjero solo haya dos en todo el territorio ruso —en España, por ejemplo, hay 15—. Asimismo, el Kremlin ha denunciado que Chisináu no ha autorizado la presencia de observadores rusos ni de miembros de la Duma Estatal rusa en la misión de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) para supervisar los comicios.
Moldavia corre el riesgo de ser utilizada como “un trampolín para ataques híbridos contra la UE” y contra Ucrania, recalcó Sandu el pasado lunes. Es un argumento que otros líderes europeos comparten. El pasado agosto, durante una visita a Chisináu del presidente francés, Emmanuel Macron; el canciller alemán, Friedrich Merz, y el primer ministro polaco, Donald Tusk, mostraron su preocupación por que el país cayera en manos rusas: “No puede existir una UE segura, una Polonia, una Francia y una Alemania seguras sin una Moldavia independiente” dijeron en un comunicado conjunto.
Por su parte, el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, alertó el miércoles ante la Asamblea General de la ONU en Nueva York de que Moldavia necesita apoyo para evitar su entrada en la órbita de Rusia. “Ya hemos perdido a Georgia en Europa. Y, durante muchos, muchos años, Bielorrusia también ha ido avanzando hacia la dependencia de Rusia. Europa no puede permitirse perder también Moldavia”, declaró.
“El destino de Ucrania se decide, en cierta medida, en las elecciones moldavas. Con un partido prorruso al frente, Rusia utilizaría a los ciudadanos como carne de cañón y Moldavia se transformaría en un agujero negro, en una zona gris de Europa, aislada por todos lados”, declaró el jueves Anatol Salaru, exministro de Defensa de Moldavia, durante una entrevista en televisión. “El Gobierno eliminaría todos los controles fronterizos y permitiría que los militares rusos entraran en el país. Podrían ser miles, tantos como Rusia desee, y estos representarían un peligro para Kiev, pero también para la UE y la OTAN”, apuntala.
Ante la incertidumbre de las elecciones, se abren varios escenarios. “En el caso de que los resultados sean muy fragmentados entre las formaciones, el riesgo de inestabilidad será alto con alianzas temporales o elecciones anticipadas”, analiza Sorin Ionita, del think-tank rumano Expert Forum. “El Kremlin buscará a toda costa una repetición de los comicios para que sus delfines tomen el poder con una mayoría holgada y hagan descarrilar el recorrido europeo de Moldavia”, remacha.