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La incómoda meca del nacionalismo ucranio está en un cementerio de Múnich

La tumba de Stepan Bandera, controvertido héroe de Ucrania y asesinado por el KGB en la capital bávara, atrae a admiradores y ocasionalmente a vándalos

“Aquí me siento en casa”, dice Nadia, una mujer mayor que suele acercarse a este cementerio en Múnich para adecentar la tumba de Stepan Bandera, asesinado a unos kilómetros de aquí por el KGB y mártir incómodo del nacionalismo ucranio por su papel en los violentos años 30 y 40. “Siento que estoy con el espíritu de mi país y con Dios”.

En menos de media hora, un domingo a principios de otoño, desfilan ante la s...

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“Aquí me siento en casa”, dice Nadia, una mujer mayor que suele acercarse a este cementerio en Múnich para adecentar la tumba de Stepan Bandera, asesinado a unos kilómetros de aquí por el KGB y mártir incómodo del nacionalismo ucranio por su papel en los violentos años 30 y 40. “Siento que estoy con el espíritu de mi país y con Dios”.

En menos de media hora, un domingo a principios de otoño, desfilan ante la sepultura otros “peregrinos”, como dice uno de ellos. “Es nuestro héroe”, explica Ostap, un biólogo de 28 años. Ostap vive desde hace años en Alemania, donde estudió, y ha venido con familiares de Lviv, en el oeste de Ucrania. “Esto es como La Meca”.

En el Waldfriedhof de Múnich, el Cementerio del Bosque, están enterrados Michael Ende, el autor de La historia interminable, o la cineasta nazi Leni Riefenstahl, pero hoy parece que los visitantes se hayan concentrado en la sección 43. Es uno de los principales lugares de culto en el mundo a esta figura compleja para la Ucrania que defiende su independencia y su democracia ante la invasión de Rusia.

A Stepan Bandera el nacionalismo ucranio lo considera uno de los padres de la nación. A la vez, fue un típico líder fascista de la época, comparable con el croata Ante Pavelić. También recuerda a José Antonio Primo de Rivera, otro objeto de culto, con quien guarda un vago parecido físico en las fotos. Colaboró con la Alemania nazi pero, al mismo tiempo, fue víctima de la Alemania nazi, que lo deportó al campo de concentración de Sachsenhausen.

“Lo complicado con este tema es que a la tumba van personas que de verdad son nacionalistas, pero también otras que no se ven a sí mismas como tales, sino solo como admiradores de Bandera”, dice por teléfono el historiador Grzegorz Rossoliński-Liebe, autor de la más exhaustiva biografía del personaje, Stepan Bandera, fascismo, genocidio y culto, publicado en castellano por la editorial Dirección Única. “No lo ven como a un fascista”, añade, “sino como un luchador por la libertad”.

Bandera fue el providnyk, equivalente ucranio al führer o al caudillo, al frente de la Organización de Nacionalistas Ucranios (OUN), que disponía de un brazo armado, el Ejército Insurgente Ucranio (UPA). Miembros de estos grupos participaron en los crímenes nazis. Episodios como la matanza de polacos a manos de nacionalistas ucranios en la región de Volinia complican, más de ocho décadas después, la reconciliación definitiva entre Polonia y Ucrania, países aliados frente a Putin.

Al pie de la cruz, en el Waldfriedhof, una foto de Bandera. Flores y banderas de Ucrania y del Ejército Insurgente Ucranio. Y enseñas del Cuerpo Azov y el movimiento político-militar Pravi Sektor, activos en la guerra actual e identificados con la extrema derecha. También un pin con las banderas española y ucranias. Se han registrado actos de vandalismo. Un tiktoker prorruso fue condenado el pasado febrero a 9 meses de prisión por defecar sobre la tumba, grabarlo y difundirlo.

Durante la reciente visita dominical, pasó un coche de la policía por los caminos del cementerio. Esta es una zona vigilada. Y un lugar incómodo también para la Alemania aliada de Ucrania, país cuidadoso hasta el extremo con todo lo que tiene que ver con la memoria de la II Guerra Mundial. El culto a Bandera evidencia las dificultades de Ucrania para afrontar las sombras de su Historia. La propaganda rusa utiliza este culto para acusar falsamente de “fascista” o “nazi” al Gobierno de Kiev.

¿Una meca? “Podría decirse que así es”, responde Rossoliński-Liebe. Hay otros lugares de culto, añade, en Norteamérica y en Gran Bretaña. O en las ciudades y pueblos de Ucrania, sobre todo en la parte occidental, feudo de la OUN y la UPA, donde se elevan monumentos, se bautizan calles con su nombre o se despliegan murales con su efigie. El historiador recuerda que la veneración de Bandera empezó desde poco después de que fuese asesinado en la misma Múnich, donde el providnyk se había instalado al terminar la II Guerra Mundial.

Era el 15 de octubre de 1959, a las 13.00 horas. Bandera acababa de entrar en el modesto edificio donde vivía, en el número 7 de la Kreittmayrstraße. Le esperaba un agente soviético, Bogdan Stashinsky, con una pistola que disparaba un gas letal sin dejar rastro. En el peregrinaje banderiano, algunos se acercan a esta calle, después de visitar el cementerio, pero nada recuerda el asesinato en el 7 de la Kreittmayrstraße, ni una placa.

Todo habría podido suceder de otra manera. En su biografía, Rossoliński-Liebe cuenta que en 1956, tres años antes del asesinato, el dictador Franco invitó a Bandera a instalarse en Madrid. “Pero se sentía mejor en Múnich”, puntualiza. “Tenía más apoyos, había trabajado con los servicios secretos americanos y británicos”.

Bandera no hizo caso a Franco. Y Stashinsky lo mató con su pistola de gas casi al instante. Tenía 50 años. Moscú intentó echar la culpa a la Alemania Occidental. El episodio inspiraría al escritor Ian Fleming, padre de James Bond, el arranque de la novela El hombre con la pistola de oro.

Otro historiador, Serhii Plokhy, investigó el episodio en The man with the poison gun (El hombre con la pistola de veneno), libro que concluye con un aviso: esta es una historia “que ofrece perspectivas sobre el presente y anticipa el futuro”. El envenenamiento de enemigos, los métodos de la guerra híbrida, la desinformación… Era la Guerra Fría y es el mundo de hoy.

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