Los otros muertos de Gaza: la destrucción de la sanidad y la falta de ayuda matan pese al alto el fuego
El nuevo bloqueo total de suministros por parte de Israel amenaza con aumentar las víctimas indirectas de la guerra, que no figuran en la lista oficial de más de 48.000 fallecidos
El alto el fuego entre Hamás e Israel en Gaza llegó tarde para Sami Mushtaha. Este anciano de 76 años había sobrevivido a un misil que mató a tres de sus nietos en su casa de la capital gazatí en noviembre de 2023. Gravemente herido, tuvieron que amputarle ambas piernas, pero esa muerte de la que escapó en plena guerra le alcanzó el 22 de enero, tres días después de la entrada en vigor del acuerdo de tregua. El anciano había sufrido días antes un infarto de m...
El alto el fuego entre Hamás e Israel en Gaza llegó tarde para Sami Mushtaha. Este anciano de 76 años había sobrevivido a un misil que mató a tres de sus nietos en su casa de la capital gazatí en noviembre de 2023. Gravemente herido, tuvieron que amputarle ambas piernas, pero esa muerte de la que escapó en plena guerra le alcanzó el 22 de enero, tres días después de la entrada en vigor del acuerdo de tregua. El anciano había sufrido días antes un infarto de miocardio; no fue fulminante, pero en el prácticamente destruido hospital Al Shifa no pudieron practicarle la operación urgente que quizá le hubiera salvado la vida, explica desde Granada su nuera, que se presenta solo con su nombre, Malak.
Al igual que él, otros gazatíes han seguido muriendo por falta de tratamiento durante el frágil alto el fuego de Gaza, un lugar convertido en una tierra quemada por 16 meses de ataques, invasión militar y bloqueo de la comida, el agua, el combustible y las medicinas. Esas muertes amenazan ahora con aumentar después de que Israel decidiera el pasado domingo imponer de nuevo el bloqueo a la entrada de ayuda humanitaria en la Franja para presionar a Hamás a aceptar cambios que no figuraban en la hoja de ruta de la tregua pactada en enero.
Médicos sin Fronteras (MSF) llama a estas personas los “muertos silenciosos”; quienes no fallecen “directamente por el conflicto, pero sí por su impacto”, explica por teléfono Ruth Conde, responsable médica de la organización, que volvió en enero de su segunda misión en la Franja. Como si fueran invisibles, estas víctimas no se incluyen en la lista de más de 48.000 fallecidos por ataques de la guerra de las autoridades del territorio gobernado por Hamás.
Palestinos como Sham Shambari, de dos meses de edad, que expiró el 26 de febrero por hipotermia en el mar de tiendas precarias de Al Mawasi, en la meridional Jan Yunis. O los otros seis niños que han muerto estos días por el mismo motivo, según fuentes médicas, sin paredes que los resguardaran de la ola de frío que sufrió la pasada semana el territorio palestino ocupado. Una investigación publicada en julio pasado por The Lancet calculaba que por cada muerto en un ataque israelí en Gaza, pueden haber fallecido otras cuatro personas de forma indirecta. La publicación aseguraba que una cifra “no inverosímil” y basada en un cálculo “conservador” de muertes podía elevarse ya entonces hasta 186.000, de una población total de 2,3 millones.
Una supervivencia “imposible”
El médico palestino Umaiyeh Khammash, fundador de la ONG Juzoor—que también trabaja en Gaza—, asegura por WhatsApp desde Ramala (Cisjordania) que, “para muchos gazatíes, la ausencia de asistencia sanitaria durante semanas o incluso meses, unida a la grave escasez de alimentos, agua, higiene, refugio y apoyo social, ha hecho casi imposible la supervivencia”. Esa situación tardará años en revertirse, a pesar de la entrada de ayuda humanitaria que hasta el pasado domingo había permitido el alto el fuego.
Incluso antes del anuncio israelí de ese día, organizaciones como Juzoor y MSF advertían de los efectos duraderos de una guerra y un bloqueo que han hecho enfermar a muchos gazatíes —por desnutrición, hipotermia o enfermedades infecciosas — o bien los ha abocado a la muerte al eliminar la posibilidad de que pacientes crónicos, supervivientes de ataques anteriores o simplemente ancianos enfermos como Sami Mushtaha recibieran tratamiento. A Mushtaha, los médicos “solo pudieron darle unas pastillas” para su ataque al corazón, deplora su nuera Malak, cuando acudió al hospital Al Shifa, antes de la guerra el más importante de la Franja.
Ruth Conde ha sido testigo de cómo la ofensiva israelí mata en la Franja de muchas formas. La enfermera recuerda un hecho “llamativo”: de los niños ingresados en la UCI pediátrica del hospital Nasser de Jan Yunis, el “70% o el 80%” estaban en cuidados paliativos. Algunos habían ingresado allí directamente. Por carecer de “opciones terapéuticas” o porque su diagnóstico había llegado cuando ya poco se podía hacer por ellos.
La trabajadora humanitaria recuerda el caso de un niño de unos dos años. Padecía un neuroblastoma abdominal —un tipo de cáncer infantil— diagnosticado en fase terminal. Los sanitarios solo pudieron sedarlo y ayudarlo a morir con el dolor “controlado”.
Otros de esos niños esperaban un permiso israelí para una evacuación médica. A Habiba, también de dos años, empezaron a salirle unos hematomas cuya causa no pudo ser identificada en el aislado norte de Gaza. El Ministerio de Salud gazatí solicitó su traslado, pero el permiso israelí se demoró. Cuando llegó al hospital Nasser, las extremidades de la niña, que tenía antecedentes de un déficit de coagulación, eran “subsidiarias de amputación”, describe la responsable de MSF. Habiba fue evacuada a Jordania durante el alto el fuego. Ha perdido ambas manos y un pie.
Entre 12.000 y 14.000 gazatíes precisan una evacuación médica urgente de Gaza, según Naciones Unidas. Unos 4.500 son niños. Hasta el 24 de febrero, solo 851 habían obtenido el permiso israelí.
Condiciones “más que catastróficas”
El doctor Khammash confirma que el alto el fuego en Gaza no ha detenido esas muertes silenciosas, que continuarán “mucho tiempo”. Por el contrario, el médico palestino teme que a esas víctimas se sumen muchas otras —“más de las que se puede uno imaginar”, dice—, derivadas de “multitud de causas” indirectas, que se conocerán “a medida que se descubra todo el alcance de la destrucción”. Las condiciones de vida “continúan siendo más que catastróficas, los recursos siguen escaseando de forma crítica y el sistema sanitario sigue destrozado”, afirma el fundador de Juzoor.
En un informe divulgado este miércoles, la coordinación humanitaria de Naciones Unidas (OCHA son sus siglas en inglés) aseguraba que, a 1 de marzo, “15 de los 35 hospitales, 82 de los 145 centros de salud pública y 194 de los 360 puntos médicos de la franja de Gaza seguían sin funcionar”. Eso en un lugar donde solo los heridos de guerra ascienden a más de 111.000.
En las seis semanas que ha durado la primera fase del alto el fuego que concluyó el sábado y con ella la entrada de ayuda ahora detenida, Israel ha incumplido además parcialmente los términos del acuerdo. No solo con ataques esporádicos que han matado a unas 100 personas, según el Ministerio de Sanidad de Gaza, sino impidiendo o restringiendo la entrada de determinados suministros. En su último informe, OCHA denuncia, cómo, desde el 19 de enero, han persistido “las restricciones de las autoridades israelíes a la importación de determinados artículos, como generadores, piezas de repuesto, plantas de oxígeno, equipos médicos, reactivos y material de laboratorio”.
De las 60.000 casetas prefabricadas cuyo ingreso en Gaza recogía el alto el fuego, no consta que haya entrado ninguna, mientras que de las 200.000 tiendas cuya entrega en la Franja establecía el pacto, solo consta que OCHA ha introducido 130.000. Otras 59.000 esperan el permiso israelí para atravesar la frontera del territorio.
Con esas mercancías vitales varadas a las puertas de Gaza, la decisión israelí de bloquear de nuevo totalmente la entrada de ayuda humanitaria puede representar una vuelta atrás en los avances parciales alcanzados durante el alto el fuego, como por ejemplo la distribución de alimentos, que ha llegado a unos dos millones de personas en el territorio palestino, según la ONU.
Los gazatíes siguen, mientras tanto, luchando contra el olvido que cubre muchas veces a sus muertos. Ruth Conde vio en Gaza algo que “no sucede en otros conflictos”. Tras un ataque, no solo los heridos llegan al hospital. “La gente también lleva allí a los cadáveres”. Saben, dice la trabajadora humanitaria, que solo así se los incluye directamente en la lista oficial de víctimas de la guerra.