Sacerdotes ortodoxos rusos perseguidos por oponerse a la guerra
El arcipreste Andréi Kordochkin, suspendido del servicio en Madrid por su postura pacifista, ofició en Alemania una ceremonia por el opositor fallecido Alexéi Navalni y llama a “estudiar todas las formas de resistencia no violenta”
En Rusia no se han agotado aún todas las posibilidades de resistencia pacífica al rumbo dictatorial y belicista de sus dirigentes. Este es el parecer del arcipreste Andréi Kordochkin, de 46 años, quien a principios de 2023 fue suspendido como párroco en la catedral de Santa María Magdalena de Madrid por su oposición a la invasión rusa de Ucrania. Según el sacerdote, es hora de estudiar el ejemplo del norteamericano Martin Luther King, el activista de los derechos civiles de los años cincuenta y sesenta del pasado siglo, que lideró el movimiento de resistencia pacífica contra la guerra del Viet...
En Rusia no se han agotado aún todas las posibilidades de resistencia pacífica al rumbo dictatorial y belicista de sus dirigentes. Este es el parecer del arcipreste Andréi Kordochkin, de 46 años, quien a principios de 2023 fue suspendido como párroco en la catedral de Santa María Magdalena de Madrid por su oposición a la invasión rusa de Ucrania. Según el sacerdote, es hora de estudiar el ejemplo del norteamericano Martin Luther King, el activista de los derechos civiles de los años cincuenta y sesenta del pasado siglo, que lideró el movimiento de resistencia pacífica contra la guerra del Vietnam y las armas nucleares.
Por orden de Kiril, el patriarca de la Iglesia Ortodoxa Rusa (IOR), el padre Andréi tuvo que abandonar la parroquia a la que durante casi dos décadas había visto crecer, desde su forma embrionaria (en el local de una vieja frutería madrileña) hasta convertirse en una sólida catedral. Ahora reside en Alemania.
Desde allí, Kordochkin ofició una ceremonia religiosa por Alexéi Navalni, el opositor a Vladímir Putin muerto el pasado febrero en un penal del Ártico, cuya transmisión por YouTube fue seguida por más de medio millón de personas. Él fue uno de los sacerdotes que exigieron entregar el cuerpo del político a su madre.
“Creo que en Rusia no hemos agotado el potencial de resistencia no violenta”, sentencia Kordochkin. “En EE UU, durante la guerra de Vietnam, hubo una importante resistencia popular a la movilización. Desde mi cómoda existencia en Europa no puedo dar consejos a los rusos en Rusia, pero eso no significa que ellos deban limitarse a ser espectadores. Hemos de estudiar todas las formas de resistencia no violenta, incluido Martin Luther King”, afirma, y destaca la labor de los voluntarios rusos que ayudan a esquivar la movilización o a atender a refugiados de Ucrania.
Nacido en Leningrado y educado en Oxford, el arcipreste Kordochkin prepara en Alemania una obra académica sobre aspectos religiosos, eclesiásticos y filosóficos de la guerra en Ucrania. Entre sus objetos de estudio está “el culto a la muerte”, explica en una conversación telefónica con este periódico.
Kordochkin ha pasado a depender de la jurisdicción del Patriarcado Ecuménico Ortodoxo de Constantinopla en Bruselas y es cofundador de una página web, mir-vsem.info, donde los sectores ortodoxos antibélicos expresan sus posiciones y tratan de ayudar a sacerdotes expulsados de sus parroquias o procesados por manifestar sus convicciones.
El padre Andréi vivió como “una cuestión personal” el ataque de Rusia a Ucrania en febrero de 2022, pues la mitad de sus feligreses en Madrid eran ucranios. “Fue como si el Gobierno ruso hubiera atacado mi parroquia y yo tuviera que defender mi comunidad”, dice el arcipreste, uno de los casi 300 sacerdotes ortodoxos que se pronunciaron contra la guerra en marzo de 2022, antes de que la Federación Rusa penalizara tal gesto.
Plegaria por la victoria de la “Santa Rusia”
Mientras tanto, en septiembre de 2022, el patriarca Kiril, cada vez más beligerante, ordenó a los párrocos de su organización que rezaran una plegaria por la “victoria” de la “Santa Rusia” en sus servicios litúrgicos. Los sacerdotes disidentes modificaron la oración, sustituyendo la palabra “victoria” por la palabra “paz”, o ignoraron este rezo que reclama la “restauración de la unidad en los países de la Santa Rusia” y asocia el concepto de “Santa Rusia” con un territorio más amplio que el Estado ruso.
La “Oración por la Santa Rusia” ha tenido escaso eco en las parroquias ortodoxas de Europa. Un comunicado conjunto de la Asamblea Episcopal Española y la Iglesia Ortodoxa Rusa de España y Portugal subraya el “dolor provocado por la invasión de Rusia a Ucrania”, califica la guerra de “repugnante” y pide “intensificar la oración por la paz en todo el mundo, especialmente en Ucrania”, para “detener la violencia” y “reconstruir la fraternidad universal”. El contraste entre este lenguaje y el del patriarca de Moscú es evidente.
Entre los últimos sacerdotes castigados en Rusia por su actitud antibélica está Alexéi Uminski, un popular arcipreste, párroco de un templo de Moscú, al que un tribunal eclesiástico expulso de la iglesia ortodoxa. Uminski (al igual que Kordochkin) ha sido acogido por el patriarcado de Constantinopla. En Europa se refugió también el teólogo Andréi Kuráiev.
“No es la primera vez en la historia que una iglesia defiende la guerra”, enfatiza Kordochkin, que recuerda que el mandamiento “no matarás” es objeto de dos interpretaciones: la que da un valor absoluto a la prohibición y la que le concede un valor relativo en nombre de la “guerra justa”, un concepto hoy en discusión que se remonta a San Agustín.
En la Unión Soviética los lemas como “paz en el mundo” o “no a la guerra” se mantenían incluso durante la guerra en Afganistán, explica el sacerdote. “El discurso oficial era el de la paz y es increíble que aquellos eslóganes soviéticos estén hoy criminalizados”, exclama. Kordochkin ve grandes diferencias entre la época soviética tardía en la que él se crio y la actualidad. Desaparecieron las generaciones que conocían la guerra, la idea bélica se romantizó y surgieron problemas de identidad vinculados a la desintegración de la URSS.
El Gobierno ruso buscó una “ideología nueva” con “un elemento sagrado que uniera a la sociedad” y la encontró en “el culto a la victoria en la II Guerra Mundial”. De este modo, el Estado ruso ha construido una especie de “religión civil”, una “doctrina que puede unir a todos los miembros de la sociedad tanto si son religiosos como si no”. “Eligieron la guerra, se declararon herederos de la victoria y ese es el principio básico de esa religión civil”, dice. La “visualización de esa doctrina”, dice, es la catedral de las Fuerzas Armadas de Moscú, que introduce símbolos y elementos de la historia de la Unión Soviética en su interior y así los sacraliza y, en un sentido más amplio, globaliza la propia guerra. Los guerrilleros prorusos del este de Ucrania figuran en los mosaicos decorativos de aquel templo inaugurado en 2020.
“Así que la Iglesia Ortodoxa ha participado en la construcción de una doctrina que, como un cuerpo externo, se introduce en la iglesia, donde es fertilizado artificialmente y luego es sacralizado”, explica Kordochkin. Se trata del “mundo ruso”, un término del siglo XI que se identifica con la idea de la “Santa Rusia” y sacraliza así la guerra.
“Los procesos dentro de la iglesia son también los de la sociedad”, dice el padre Andréi. “Si no escuchamos las voces de quienes no comparten la agenda oficial, no significa que esas voces no existan”, explica el sacerdote, quien dice haber recibido un vídeo con unos oficios funerarios en memoria de Navalni celebrados en una provincia rusa ante un estrecho círculo de feligreses. ¿Una nueva iglesia de las catacumbas? “Es imposible saber la cantidad de estos casos”, señala.
“La guerra y la dictadura son sinónimos”, prosigue Kordochkin. “Si cae la dictadura, termina la guerra; si termina la guerra, acaba la dictadura. Los emigrantes políticos rusos están divididos sobre cómo actuar. No sé si hay una fórmula para acabar con la dictadura dentro de la sociedad rusa, pero a los que temen la inestabilidad de la dictadura y buscan su estabilidad hay que recordarles que la dictadura es una fórmula inestable que puede precipitarse en cuestión de horas. El líder rumano Nicolae Ceaucescu se sentía muy seguro poco antes de su final político y físico (en 1989) y nadie pensó que la URSS desaparecería tan deprisa (en 1991). No hay que juzgar por las apariencias”, subraya. “Yo no puedo exhortar a la revolución, pero sí recordar las palabras de Luther King: Los que hacen imposible una revolución pacífica, hacen inevitable una revolución violenta”.
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