Consolidar la deriva ultraconservadora o volver a la senda europea: Polonia ante las elecciones más decisivas desde 1989

Ley y Justicia llega a los comicios del domingo como favorito pero sin mayoría suficiente para formar Gobierno, que podría depender del partido libertario de extrema derecha Confederación

Jaroslaw Kaczynski, presidente de PiS, en un acto electoral el pasado domingo en Jasionka.Darek Delmanowicz (EFE)

Si algo tienen en común los archienemigos Jaroslaw Kaczynski y Donald Tusk es que ambos están convencidos de que las elecciones legislativas de este domingo son el acontecimiento político más decisivo en Polonia desde los comicios de 1989, los primeros tras décadas de comunismo. En una campaña ponzoñosa y agresiva que ha terminado este viernes, el partido ultraconservador Ley y Justicia (PiS) ha insistido en que está en juego la soberanía polaca: si gana la oposición, alerta, el país ...

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Si algo tienen en común los archienemigos Jaroslaw Kaczynski y Donald Tusk es que ambos están convencidos de que las elecciones legislativas de este domingo son el acontecimiento político más decisivo en Polonia desde los comicios de 1989, los primeros tras décadas de comunismo. En una campaña ponzoñosa y agresiva que ha terminado este viernes, el partido ultraconservador Ley y Justicia (PiS) ha insistido en que está en juego la soberanía polaca: si gana la oposición, alerta, el país se pondrá a las órdenes de Bruselas y Alemania. Plataforma Cívica (PO), liberales de centroderecha, advierte a su vez de que un tercer mandato del PiS supondrá el fin de la democracia, la salida de la UE y la conversión de Polonia en un régimen autoritario.

Los partidos polacos han adoptado un tono apocalíptico. Los mensajes advierten de una destrucción total si gana el adversario, sin vuelta atrás. El primer ministro, Mateusz Morawiecki, ha llegado a decir que de este domingo depende que Polonia “siga existiendo”. Tusk asegura que Kaczynski quiere sacar al país de la Unión Europea y que las elecciones se han convertido en una batalla entre la nación y el poder, autoritario y corrupto.

Andrzej Rychard, director del Instituto de Filosofía y Sociología de la Academia Polaca de las Ciencias, coincide en que “estas elecciones son dramáticamente importantes”. “Se trata de si el país avanza hacia lo que se entiende ampliamente por Occidente o hacia el este; si elige la democracia liberal o un régimen híbrido con contenido autocrático”, dice solemne en la imponente sede de la institución.

“Democracia liberal o híbrido”

Las emociones están disparadas en Polonia, el quinto país de la UE en población, con 38 millones de habitantes. El PiS ha recurrido una vez más a la polarización para activar a su electorado, que se ha encogido desde el 43,6% de 2019 al 37% de intención de voto, aunque sigue encabezando las encuestas. El partido ultraconservador ha azuzado temas que le han funcionado en el pasado, como el miedo a la migración de origen musulmán, el odio a Alemania y la desconfianza hacia Bruselas.

En los últimos meses, ha añadido un adversario inesperado: Ucrania. La sociedad polaca se volcó en la ayuda a los refugiados tras el inicio de la invasión rusa en 2022 y el Gobierno lideró el apoyo militar y político a Kiev. Este papel impulsó la posición internacional de Varsovia, la acercó a Bruselas, y le hizo ganar un cierto capital político y moral. Todo quedó prácticamente destruido cuando el PiS detectó problemas en su electorado, especialmente entre los agricultores, afectados por la sobreabundancia del grano ucranio en el mercado nacional. También observó una fatiga social en el apoyo a Ucrania, azuzada por el partido de extrema derecha nacionalista Confederación, que en verano alcanzó el tercer puesto en las encuestas.

Polonia impuso entonces un veto unilateral a las importaciones de productos agrícolas ucranios, renovado en septiembre. El desencuentro escaló con un cruce de acusaciones y descalificaciones entre los dirigentes de ambos países que ha llevado las relaciones a un punto de difícil retorno. Los aliados observan con atención: si PiS, que según las encuestas no tendrá mayoría para gobernar, llega a un acuerdo con Confederación, se prevén más dificultades en el apoyo a Ucrania y una relación aún más problemática con Bruselas.

Las encuestas muestran un resultado muy ajustado para los dos bloques, el de la derecha y el de la oposición liberal. El margen es tan estrecho que algunos analistas advierten de que hay posibilidades de que ninguno logre formar Gobierno y haya que repetir los comicios, o de que el resultado esté tan poco claro que genere protestas sociales.

La oposición denuncia además que las elecciones no son justas y pide boicotear un referéndum convocado por PiS para activar a sus votantes con preguntas sobre inmigración, la edad de jubilación y las privatizaciones. Critica que el número de escaños por distritos no se han actualizado según los cambios demográficos y acusa al Gobierno de dificultar el voto en el extranjero —donde los votantes registrados suman un récord de 600.000, casi el doble que en 2019—. Una misión limitada de la OSCE (Organización por la Seguridad y la Cooperación en Europa) y de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa observarán los comicios.

“Agente alemán” y “enano político”

El PiS ha utilizado la televisión pública como una máquina de propaganda que ha emitido sin pudor contenidos vejatorios contra los adversarios del Gobierno, especialmente Tusk. Al ex primer ministro y expresidente del Consejo Europeo le acusan de ser un “traidor” y enemigo de la patria, de ser una marioneta de Alemania y hasta del Kremlin. El Ejecutivo incluso intentó eliminarlo políticamente, creando una comisión para la investigación de la influencia rusa, pero las críticas de EE UU y Bruselas consiguieron rebajarla. El discurso de odio contra la oposición ha calado hasta el punto de que al menos dos candidatos de PO han sufrido agresiones en campaña.

Tusk (66 años) y Kaczynski (74) son viejos conocidos. Comparten un pasado anticomunista en el sindicato Solidaridad y una abierta animadversión que dura más de dos décadas. El líder ultraconservador acusa al liberal de ser pura maldad y se refiere a él como “agente alemán”. Tusk tampoco ahorra en calificativos y presenta al PiS como “asesino en masa de mujeres”, por la ley del aborto, y a Kaczynski, al que ha tildado de “enano político”, como un personaje malvado al que hay que llevar ante la justicia.

Sin llegar al nivel del PiS, PO ha contribuido también a la polarización. Andrzej Domanski, candidato en la lista por Varsovia, reconoce que “ha sido una campaña dura”. “El Gobierno nos ha atacado muchísimo, y nosotros también hemos sido muy francos en mostrar que esta gente está robándole el dinero a la sociedad”, añade. El partido, que ha logrado una participación histórica en dos manifestaciones recientes, ha girado hacia una retórica menos agresiva. “Las emociones positivas contribuyen mejor a movilizar”, explica Domanski en un local cercano a su sede. “Y en estas elecciones la movilización es clave”.

El partido de Tusk promete ponerse a trabajar desde el primer día en recomponer las relaciones con Bruselas si logra formar Gobierno. El segundo mandato del PiS las deja muy dañadas, después de sucesivos choques a costa de los derechos de las mujeres, del colectivo LGTBI, de los demandantes de asilo y los migrantes, y del Estado de derecho. La Comisión Europea tiene bloqueados 35.400 millones de euros hasta que Varsovia enderece cuestiones relacionadas con la independencia policial y el sistema disciplinarios de los jueces. Kaczynski ha asegurado en campaña que si ganan, terminarán la reforma judicial que está en la base de esta disputa.

La oposición llega a la cita electoral con pocas posibilidades de ganar, pero no pierde la esperanza de sumar mayoría, después de algunos acontecimientos de los últimos días, como la dimisión de la cúpula del ejército, una bomba en la estrategia de seguridad y la defensa del PiS. La Coalición Cívica, liderada por PO, suma en torno al 30% de intención de voto. La coalición centrista formada por Polska 2050 y el partido agrario PSL tiene un 11% de media en los últimos sondeos y La Izquierda, un 10%.

Confederación ha caído ligeramente hasta el 9% y su posición como llave del Gobierno ya no está tan clara. Algunos analistas ven difícil que pueda cooperar con el PiS, porque en política económica son opuestos y hay quien no descarta que apoye un Ejecutivo de la oposición. El Gobierno defiende la redistribución de la riqueza y las ayudas sociales, medicamentos gratis para mayores y niños, subsidios para los agricultores, etc. Con la inflación en el 8,2% en septiembre y una desaceleración brusca del crecimiento que la Comisión Europea prevé del 0,5% en 2023, los de Confederación quieren adelgazar el Estado con fórmulas libertarias.

La incertidumbre que envuelve estos comicios no se resolverá hasta al menos el lunes, cuando se esperan resultados firmes. Jacek Kucharczyk, presidente del think tank Instituto de Asuntos Públicos, resume el ambiente de estos días entre los partidos y la sociedad civil liberal: “La sensación es que esta puede ser la última oportunidad de frenar al PiS. Si no ganan, dentro de cuatro años será casi imposible que lo consigan, como ha ocurrido en la Hungría de Viktor Orbán, donde el sistema está cautivo”.

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