La población escasea en Jersón, una ciudad inundada en un río militarizado: “Quieren que nos larguemos de aquí”

La destrucción de la presa de Nova Kajovka castiga a la población que insiste en vivir a orillas del Dniéper pese a ser frente de guerra entre Ucrania y Rusia

Los servicios de emergencia evacúan a unos ciudadanos, este miércoles en una calle de la ciudad de Jersón. Foto: LIBKOS (AP / LAPRESSE) | Vídeo: EPV

En otra vida, en la anterior a la invasión rusa, la destrucción de la presa de Nova Kajovka, en Ucrania, habría provocado una evacuación masiva de cientos de miles de habitantes. Pero las poblaciones que han quedado inundadas en los 60 kilómetros finales del río Dniéper, antes de desembocar en el mar Negro, hace tiempo que están prácticamente desiertas. Jersón es una ciudad fantasma donde la mue...

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En otra vida, en la anterior a la invasión rusa, la destrucción de la presa de Nova Kajovka, en Ucrania, habría provocado una evacuación masiva de cientos de miles de habitantes. Pero las poblaciones que han quedado inundadas en los 60 kilómetros finales del río Dniéper, antes de desembocar en el mar Negro, hace tiempo que están prácticamente desiertas. Jersón es una ciudad fantasma donde la muerte acecha en cada calle. Ahora, además de los boquetes y las ruinas que ha dejado la artillería, hay barrios sumergidos bajo el agua y vecinos que han perdido lo poco que les quedaba.

El Gobierno ucranio estima que en las dos orillas, a lo largo de 60 kilómetros de río desbordado, más de 40.000 personas viven en zonas inundadas y deben ser trasladadas. En el lado ucranio, Kiev ha informado de la evacuación de casi 2.000 residentes; en las zonas ocupadas por Rusia la cifra se eleva hasta las 4.000, según medios rusos. Estos datos confirman que el Dniéper, en esta zona, está despoblado porque hace meses que es línea de frente.

Una mujer, en el interior de su vivienda inundada en Nova Kakhovka, este jueves. ALEXANDER ERMOCHENKO (REUTERS)
Militares de la Guardia Nacional de Ucrania entregan alimentos a los residentes de un área inundada en la región de Jersón, este jueves.GENYA SAVILOV (AFP)
Una iglesia rodeada de agua en un barrio inundado en Jersón, este jueves.EVGENIY MALOLETKA (AP)
Un grupo de voluntarios ayudan a trasladar a un discapacitado durante una evacuación de un área inundada en Jersón, este jueves.GENYA SAVILOV (AFP)
Un vecino de Jersón camina por la ciudad, este jueves.STRINGER (REUTERS)
Un bote navega por una avenida inundada en la ciudad de Jersón, el miércoles.Roman Hrytsyna (AP)
Dos vecinos hablan con un grupo de militares en el exterior de un bloque de viviendas en la ciudad de Jersón, el miércoles.Felipe Dana (AP)
Casas inundadas es una zona residencial en la ciudad de Jersón, este miércoles.STRINGER (REUTERS)
Un vecino de Jersón nada junto a una casa en un área inundada de la ciudad ucrania, el miércoles.OLEXANDER KORNYAKOV (AFP)
Calles anegadas en la ciudad de Jersón, este miércoles.Libkos (AP)
Una anciana llora tras ser evacuada en la ciudad de Jersón, este miércoles. Roman Hrytsyna (AP)
Una mujer camina alrededor de su casa en una calle inundada, después de que se rompiera la presa de Nova Kajovka, el 6 de junio.ALINA SMUTKO (REUTERS)
Vista aérea de la ciudad de Jersón, cuyas casas han quedado parcialmente inundadas, este miércoles. Libkos (AP)
Un vecino camina por el patio de su vivienda inundada en la ciudad de Nova Kajovka, en la región de Jersón, este miércoles.ALEXANDER ERMOCHENKO (REUTERS)
Una zapatilla flora en un área residencial en la ciudad de Nova Kajhovka, en la región de Jersón, este miércoles. ALEXANDER ERMOCHENKO (REUTERS)
Un hombre utiliza una tabla de paddle surf para moverse por una calle inundada en Jersón. Roman Hrytsyna (AP)
Varias personas observan el río Dniéper a su paso por Jersón, este martes.STRINGER (REUTERS)
Un hombre evacua a una vaca, este martes en Jersón. Global Images Ukraine (Global Images Ukraine via Getty )
La Casa de Cultura de Nova Kajovka inundada, el martes.TASS (via REUTERS)
La presa de Nova Kajovka, colapsada, este martes.TASS (via REUTERS)
Una mujer sujeta a sus mascotas, en su casa inundada, en Jersón.Evgeniy Maloletka (AP)
Vista aérea de una calle de Jersón inundada, tras el colapso de la presa. Global Images Ukraine (Global Images Ukraine via Getty )
Dos personas intentan cruzar en bicileta una calle inundada de Jersón, este martes.Associated Press/LaPresse
El agua corre por la gran brecha en la presa de Nova Kajovka, este martes.AP
Un hombre mira correr el agua sentado en un banco a las afueras de Jersón, parcialmente inundado tras la rotura de la presa.SERGIY DOLLAR (AFP)
Imagen de satélite de la presa de Nova Kajovka este martes.AP
Evacuación en una estación de tren en la provincia de Jersón, este martes, por el colapso de la presa. Nina Lyashonok (AP)
Imágenes de los daños en la presa de Nova Kajovka, situada en el sureste de Ucrania, este martes.Reuters

El soldado allí apostado hace la vista gorda ante los pocos ciudadanos que se acercan a pie del agua en la avenida de Ushakovka, la principal calle de la ciudad. Formalmente está prohibido que estén allí: a poco más 5 kilómetros se encuentran las nuevas posiciones rusas. La gente no se atrevía antes del martes a quedarse allí, quieta y mirando, porque el enemigo estaba por entonces a un kilómetro, a tiro de los francotiradores. El desbordamiento del río, tras el colapso de la presa la madrugada del martes, ha ensanchado su cauce y ha inundado las llanuras aluviales donde se situaba la primera línea de fuego rusa. En la avenida de Ushakovka, el agua había entrado unos 200 metros en la ciudad. En otros barrios, la inundación fue mucho peor.

Los curiosos deambulaban a lo largo de las zonas urbanas inundadas para tomar fotografías, como recuerdo o para enviar a parientes y amigos que abandonaron la ciudad hace tiempo. “La gente está confiada y se acerca porque hoy no nos han disparado con artillería, están demasiado ocupados con lo que ellos mismos han hecho”, decía este miércoles el militar apostado al final de la avenida de Ushakovka. Para las autoridades ucranias, de la Unión Europea y de la OTAN hay pocas dudas de que las tropas rusas destruyeron la presa para frenar un posible asalto anfibio a gran escala de las tropas de Kiev.

Unos voluntarios ofrecían ayuda a unos vecinos atrapados en un edificio de Jersón, este miércoles.ABOUTMICHAEL (Getty)

Los cañonazos de la artillería ucrania sí sonaban cada pocos minutos, con obuses situados en la ciudad. Un alto rango del Ejército de Tierra explicó a este diario, en condición de anonimato, que unas de las razones por las que el fuego ruso está castigando tanto Jersón es porque la artillería ucrania se mueve constantemente dentro del término municipal. “La ayuda humanitaria no nos llega porque quieren que nos larguemos de aquí”, aseguraba Vita, una mujer que vive con su hijo discapacitado en segunda línea del río. Para las Fuerzas Armadas de Ucrania —también para los rusos—, la población que insiste en continuar viviendo en la zona cero del conflicto es un problema porque obstaculiza las operaciones militares.

Vita recibió bolsas de pan y fruta de unos voluntarios que repartiría con ocho vecinos más. Porque lo cierto es que en el municipio, entre los pocos vehículos que circulaban el miércoles, muchos eran todoterrenos y furgonetas de organizaciones de ayuda y socorro civil que se desplazaron a la zona tras las inundaciones.

Silencio informativo

Pero no solo la población civil es un engorro para las autoridades militares, también lo son los medios de comunicación. Para la prensa, acceder a las zonas del río inundadas es una odisea. El ejército ucranio ha establecido este año un mapa de zonas en las que los medios, oficialmente, solo pueden trabajar con autorización expresa y acompañados por un representante militar. Una portavoz del Alto Mando justificaba a este diario las restricciones para no acceder a Jersón porque “no se quiere duplicar la población de la ciudad”.

Las autoridades militares no quieren observadores de las operaciones militares en marcha, tampoco quieren que sus soldados sufran riesgos por la presencia de la prensa. La semana pasada causó furor en las redes sociales ucranias un vídeo del Ministerio de Defensa en el que soldados de diferentes unidades reclamaban a la población silencio y no compartir información que pueda perjudicar a la contraofensiva. Desde el Ministerio de Defensa se ha incidido en que tanto los medios como los analistas de la guerra no deben aportar datos que no sean los oficiales.

EL PAÍS intentó acceder a los municipios colindantes a la presa de Nova Kajovka, pero los controles militares lo impidieron, alegando sus oficiales al mando órdenes estrictas de no permitir el paso de la prensa. Esta estrategia militar contrasta con lo que pedía a los periodistas Lena Kotok, una vecina de Jersón: “Por favor, informen al mundo de lo que estamos sufriendo, del mal que comete Rusia”. “Ni los ucranios se creen lo que es vivir aquí”, añadía su hermana Lera. Las dos visitaron la tarde del miércoles el apartamento de la hija de Lera, que huyó de Jersón en la primavera de 2022, cuando las tropas rusas ocuparon la ciudad. El apartamento está en un edificio en el que el agua afectó a la primera planta. Lera lloraba porque sí habían perdido la posesión más preciada para ellas, la dacha, la casa de veraneo que sus abuelos levantaron en una isla cercana al delta del Dniéper.

Más suerte tuvo el piso de la hija de Yuri y Tania, que también huyó de Jersón en 2022, para afincarse en Irlanda. El agua solo rozó la vivienda y se quedó sin electricidad, pero el edificio contiguo, un bloque viejo de dos plantas, se derrumbó por la presión del agua. El matrimonio visita cada pocas horas el apartamento y llaman por videoconferencia a su hija para mostrarle que todo va más o menos bien.

En la foto de arriba, la presa de Nova Kajovka el 5 de junio. Abajo, la misma zona tras la rotura de la presa, este miércoles. AP
En la foto de arriba, viviendas de la localidad ucrania de Oleshki, el 15 de mayo. Abajo, la misma zona inundada este miércoles.AP
En la foto de arriba, imagen de la ciudad ucrania de Krinki, fotografiada el 15 de mayo. Abajo, la misma zona inundada este miércoles. AP
En la foto de arriba, imagen de un granero en la localidad de Nova Kajovka, el 5 de junio. Abajo, la misma zona inundada este miércoles.AP
En la foto de arriba, la localidad ucrania de Oleshki, el 15 de mayo. Abajo, la misma zona inundada este miércoles.AP
En la foto de arriba, imagen satélite de la ciudad de Korsunka, el 15 de mayo. Abajo, la misma zona inundada este miércoles. AP

La vida de la familia Perehorihatenko ha dado esta semana un vuelco, otro más. Su domicilio ha quedado bajo el agua y se han trasladado a vivir a la casa de unos parientes. Sasha, su esposa Ana y su hijo Ilia fueron juntos a visitar el taller de pintura y chapado en el que trabaja el padre, también arrasado por el agua. “Mientras los rusos continúen aquí, los problemas seguirán, pero resistiremos, como resistimos la ocupación y ahora los bombardeos”, dice Ana.

A 100 kilómetros de Jersón, siguiendo el río hacia el noreste, Svetlana Denisuk hacía cálculos de cuántos días le podían quedar de agua para sus dos hectáreas de campos de fresones. Su negocio depende del agua que le llega del embalse de Kajovka, pero las autoridades ya le han advertido de que posiblemente en dos semanas no tendrá abastecimiento. “¿Qué hacer? Nada, todo esto morirá, no hay nada que hacer”, se resignaba Denisuk. El desastre económico para el sector agrícola ucranio puede ser colosal, según datos del Ministerio de Política Agraria y Alimentación: se ha quedado sin agua el 94% de la red de irrigación de la provincia de Jersón, el 74% de la de Zaporiyia y el 30% de la de Dnipropetrovsk.

Su vida no empeorará tanto como puede creer un observador externo, dice Denisuk: el año pasado, sus campos fueron campo de batalla y tampoco pudo sacarles partido. Por lo menos están desminados, añade. Prefiere no pensar en el futuro, admite, mientras se empeña en obsequiar a los periodistas con una caja de sus fresones: “Cuenten lo que sucede aquí”.

Un vecino de la localidad de Korsunka (provincia de Jersón) se protegía este miércoles de la subida del nivel del agua.ALEXANDER ERMOCHENKO (REUTERS)

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