Los militares gais luchan por desmontar la homofobia en Ucrania
La aceptación social a la comunidad LGTBI ha aumentado en el país en los últimos años, pero la igualdad real queda aún muy lejos. Una asociación de homosexuales en el ejército ayuda a derribar prejuicios
Entrar en el ejército fue para Boris Jmelevski una decisión lógica, una forma de continuar su activismo en defensa de los derechos de los homosexuales. Hasta el pasado febrero jamás se lo había planteado. Pero la guerra iniciada por Vladímir Putin le empujó a tomar la decisión. “Hasta entonces yo vivía la vida agradable de un gay en una capital europea. Pero no me quedó o...
Entrar en el ejército fue para Boris Jmelevski una decisión lógica, una forma de continuar su activismo en defensa de los derechos de los homosexuales. Hasta el pasado febrero jamás se lo había planteado. Pero la guerra iniciada por Vladímir Putin le empujó a tomar la decisión. “Hasta entonces yo vivía la vida agradable de un gay en una capital europea. Pero no me quedó otra opción. Sé que si vienen los rusos irán a por gente como yo. Y no puedo imaginar mi vida sin mis libertades”, asegura desde un parque de Kiev.
Para él, empuñar un arma ahora equivale a luchar por lo que siempre ha creído: la democracia y la libertad frente a una Rusia cada vez más autoritaria y homófoba. La semana próxima lo llamarán para ir al frente en el este de Ucrania, donde cada día mueren cientos de soldados. ¿Cómo lo lleva? “Intento no pensarlo demasiado”, responde con una sonrisa nerviosa, dando una profunda calada al cigarrillo que acaba de encenderse nada más acabar el anterior.
Casos como el de Jmelevski —miembro de Militares LGTBI por la Igualdad de Derechos, una asociación que rompe los tópicos sobre los dos colectivos: homosexuales y uniformados de verde— están haciendo ganar a gais, lesbianas y transexuales un creciente reconocimiento en la sociedad ucrania. Incluso los más conservadores observan cómo jóvenes que muestran sin tapujos una orientación sexual distinta de la mayoritaria se juegan la vida para defender a su país.
Pese a estos pequeños pasos, el camino hacia la igualdad real en Ucrania es aún muy largo. El balance del colectivo es agridulce. Y, según con quien se hable, unos ponen el acento en los avances y otros en lo mucho que queda por conseguir.
Los optimistas esgrimen que la vida de los no heterosexuales ha mejorado en los últimos años, que las encuestas muestran una creciente aceptación por parte de la sociedad o que el Gobierno ha aprobado leyes contra la discriminación en el trabajo o en la sanidad. Los pesimistas, en cambio, se fijan en que el matrimonio igualitario es aún un sueño en un país cuya Constitución proclama que las bodas son asunto exclusivo de hombre y mujer, que no hay ni un solo ministro, diputado o alcalde fuera del armario que sirva como ejemplo o que las agresiones homófobas no dejan de crecer.
Lo sabe bien Iván Tereschuk, de 28 años, que cada día tiene que cerciorarse de encender las alarmas al entrar y salir del local en Odesa del colectivo Liga que él dirige. Cuenta que en los últimos años han sufrido 10 ataques. Y que sus compañeros de la ciudad de Mikolaiv han llegado a encontrarse minas en la oficina. El número de crímenes homófobos —palizas, insultos, ataques a los locales…— ha aumentado. Pero esto, asegura Tereschuk, podría considerarse incluso como una buena noticia. “Aumentan las agresiones porque cada vez hay más gente fuera del armario, que vive su sexualidad sin secretos”, explica en su despacho mientras acaricia a su perro Pónchic.
Este activista también cree que la guerra ha aumentado la visión que muchos tienen de la gente como él. “Antes se pensaba que la homosexualidad era algo de gente rara que vivía en otros sitios. Pero las historias de militares LGTBI defendiendo la patria han mostrado que somos tan parte de la sociedad como cualquier otro”, añade, tras confirmar que la vida diaria de él y sus amigos ha mejorado mucho en los últimos años. Aunque alerta de que la polarización fruto de la guerra también está dando alas a voces ultraconservadoras nacionalistas en su propio país.
Una reciente encuesta realizada por el Instituto Internacional de Sociología de Kiev y la organización LGTBI Nash Svit muestra que un 38% de los ucranios tiene una opinión negativa de los homosexuales. Puede parecer mucho, pero hace seis años ese porcentaje superaba el 60%. Los que se declaran indiferentes han pasado del 31% al 45%; y ahora un 13% lo ve con buenos ojos frente al 3% de 2016. Son niveles de aceptación aún muy bajos respecto a los de Europa occidental, pero la tendencia es claramente favorable.
Según el índice Rainbow Europe que la asociación internacional ILGA realiza cada año entre 49 países europeos, Ucrania está en el puesto 39 en cuanto a respeto a los derechos del colectivo. Entre las carencias que señalaba el organismo en su informe sobre 2020, destacan las 80 agresiones cometidas ese año contra personas LGTBI y que entre el 80% y el 90% se sienten inseguros o excluidos en el colegio.
Zelenski: “Dejen a esa gente en paz”
Los políticos ucranios no suelen pronunciarse sobre la homosexualidad. Quizás por eso los activistas aplaudieron en octubre de 2019 unas palabras del presidente en un acto en el que un hombre cargó contra gais y lesbianas. “No quiero decir nada malo de las personas con orientación sexual no tradicional, porque vivimos en una sociedad abierta en la que cada uno elige su orientación. Dejen a esta gente en paz”, dijo Volodímir Zelenski. No parece un discurso revolucionario, pero en Ucrania se vio como el primer pronunciamiento de un mandatario a favor de la libertad sexual. Posteriormente, Zelenski firmó un comunicado con el presidente de EE UU, Joe Biden, en el que se comprometía a luchar contra la discriminación por orientación sexual.
“Las cosas empezaron a mejorar a partir de la Revolución de la Dignidad de 2013. Entonces, los ucranios mostramos que queremos emprender un camino hacia Europa y alejarnos del modelo ruso”, asegura desde Kiev Jmelevski. Es precisamente la mayor tolerancia ucrania uno de los argumentos favoritos del Kremlin, que alerta de una supuesta deriva degenerada en un país en el que gais y lesbianas tienen muchos más derechos y garantías. La propaganda rusa usa palabras denigratorias como Gayeuropa para referirse a Europa o tolerastia, un intento de confundir los abusos a menores con el respeto a la diversidad.
Deterioro en las zonas ocupadas por Rusia
Las escasas noticias que llegan de las zonas ucranias ocupadas por los rusos son deprimentes. Tereschuk cuenta que en Jersón, ciudad en manos de Moscú desde el inicio de la guerra, el activista Olexii Polujin lleva tiempo desaparecido y nadie sabe qué ha sido de él. Además, en Mariupol se han grabado escenas de soldados rusos arrancando banderas del arcoíris como quien extirpa un cáncer. “Dicen que vienen para liberar a la ciudad de depravados que quieren pervertir a los menores”, explica Jmelevski, de 26 años.
El odio estos días corre a sus anchas entre Ucrania y Rusia. Un joven gay de Odesa cuenta que hace poco tiempo chateando con otro chico ruso en Hornet, la aplicación de contactos gais más popular en Europa del este, le dijo que todos los ucranios eran nazis y que deberían estar muertos. Él lo bloqueó inmediatamente.
Este año no habrá desfile del orgullo ni en Kiev, ni en Odesa ni en Járkvok, como sí los hubo en 2021. La ley marcial aprobada por Zelenski nada más empezar la guerra impide cualquier tipo de concentración. La reivindicación tuvo que trasladarse al otro lado de la frontera con Polonia. Un colectivo ucranio fue invitado el pasado 25 de junio a manifestarse por las calles de Varsovia, que acogieron a decenas de miles de personas.
Jmelevski dice no haber encontrado discriminación en el ejército. “Conocemos algún caso, pero se ha denunciado y solucionado rápidamente. Es un lugar seguro para nosotros”, explica. El joven tiene asumido que es ahí donde él tiene que estar. “No es lo que planeaba, pero si no hago esto tengo claro que moriré”. Cuenta que hace poco leyó el perfil de las primeras víctimas de los rusos en las zonas que ocupan: activistas por los derechos humanos, homosexuales, miembros del ejército e impulsores de la Revolución de la Dignidad. “Parecía que estaban describiendo mi biografía”, dice entre risas. “Así que no me quedaba otra opción”.
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