Eduardo Levy Yeyati: “La principal ambición de Alberto Fernández es ser un expresidente”
El decano de la escuela de Gobierno de la Universidad Torcuato Di Tella advierte de que el día después de las elecciones legislativas del domingo inicia en Argentina una etapa de deterioro económico
El economista Eduardo Levy Yeyati (Buenos Aires, 55 años) es decano de la escuela de Gobierno de la Universidad Torcuato Di Tella. Durante la Administración de Mauricio Macri dirigió el Programa Argentina 2030, que buscaba trazar líneas de desarrollo a mediano y largo plazo. El trabajo de ese programa quedó trunco, evidencia de la dificultad del país sudamericano para proyectar políticas que vayan más allá de las soluciones de emergencia a sus crisis recurrentes. En esta entrevista con EL PAÍS, realizada...
El economista Eduardo Levy Yeyati (Buenos Aires, 55 años) es decano de la escuela de Gobierno de la Universidad Torcuato Di Tella. Durante la Administración de Mauricio Macri dirigió el Programa Argentina 2030, que buscaba trazar líneas de desarrollo a mediano y largo plazo. El trabajo de ese programa quedó trunco, evidencia de la dificultad del país sudamericano para proyectar políticas que vayan más allá de las soluciones de emergencia a sus crisis recurrentes. En esta entrevista con EL PAÍS, realizada a días de las elecciones de medio término del 14 de noviembre, Yeyati considera que el lunes inician en Argentina “dos años de continuo deterioro y de aumento de las distorsiones” económicas.
Pregunta. ¿Qué descripción hace de la situación económica actual en Argentina?
R. Desde el punto de vista social, no podríamos estar peor. Hace mucho tiempo que la situación social no está tan mal y por tanto tiempo. Desde el punto de vista macroeconómico, que es la otra cara, Argentina venía de caer un par de años por la crisis iniciada en 2018 cuando le impactó la pandemia, y difícilmente recuperemos en los próximos años el producto perdido desde entonces. Tenemos una economía que invierte cada vez menos, entonces el crecimiento potencial es modesto, por no decir que tiende a cero. Es además una economía jaqueada por temporalidades.
P. ¿A qué se refiere con temporalidades?
R. A que revertimos las políticas cada dos o cuatro años. Eso significa que gran parte de lo poco o mucho que se hizo durante el Gobierno de Cambiemos [la coalición de Mauricio Macri, en el Gobierno entre 2015 y 2019, hoy llamada Juntos por el Cambio] fue revertido casi inmediatamente por el Gobierno de Alberto Fernández, y viceversa. Esta naturaleza pendular en las políticas hace que cualquier anuncio carezca de impacto. Entonces, tenemos un Estado sin dinero, que por sí mismo no puede impulsar la economía, y anuncios que tienen impacto cero en el sector privado porque se anticipa su reversión. Estamos literalmente en una situación de estancamiento económico, como cuando se está con el coche en el barro y las ruedas no traccionan. No tenemos forma de impulsarnos para adelante, salvo que haya un cambio político, cultural, algún anuncio que sea novedoso.
P. ¿Y esta naturaleza pendular donde tiene su origen?
R. En parte se debe a que somos un país de ingresos medios estancado en el tiempo, con un PIB 10% más alto que en 1974. Eso genera mucha ansiedad política y una tendencia hacia el cortoplasismo y la polarización. El cortoplasismo por la ansiedad y la polarización porque el fracaso uno se lo tiene que endosar a alguien.
P. Se pone en cuestión entonces el modelo de elecciones cada dos años
R. Algo se aprendió, y es que un gobierno no tiene espacio para subordinar sus reformas a una victoria en las elecciones de medio término. Lo que no hacés en los primeros nueve meses, difícilmente lo hagas en el resto del mandato. El Gobierno de Cambiemos pensó que la victoria en las Legislativas [de 2017] le abría la puerta a las reformas y la puerta duró mes y medio. Se está ganando conciencia de que las reformas se tienen que tener listas al inicio del mandato y ya discutidas con los actores importantes.
P. ¿Pero hay espacio político para una discusión semejante?
R. El problema que tiene el peronismo es que el sector kirchnerista tiene vocación hegemónica y nunca va a negociar con la otra parte. Su sentido es desplazar a la oposición y gobernar con el control total. En cambio, el peronismo no kirchnerista es un partido más tradicional que permite la negociación con la expectativa de una alternancia. Si bien hay mucha gente que piensa que con el peronismo no se puede negociar, la única alternativa que vamos a tener en 2023 [cuando termina el mandato de Alberto Fernández] es encontrar una parte de la oposición que garantice la sustentabilidad en el tiempo de las reformas.
P. El Gobierno ha reaccionado a la derrota en las primarias de septiembre con un aumento del gasto social y más dinero para la clase media ¿Se verá eso reflejado en las urnas?
R. Las primarias pusieron en evidencia que esa idea de que yo voto al que me da planes sociales ya no es verificable. Si el domingo se confirman los resultados después de este plan “consumo y alegría” estaremos ante un cambio de actitud. La gente dirá basta de cheques, dame inclusión, trabajo y servicios.
P. La pobreza en Argentina ronda el 40% y la inflación anual el 50%. ¿Por qué no hay protestas en la calle?
R. Argentina hace ya 20 años que tuvo las manifestaciones que tuvieron ahora Chile o Colombia. Tuvo su pico de violencia en 2001, con muertos. Y muchos de los líderes de aquellas protestas están en el Gobierno. Cambiemos dialogaba con los líderes de las organizaciones de base, los piqueteros, como quieras llamarlo, pero Alberto Fernández los incorporó al Gobierno. Eso ayuda a que esos episodios de descontento no sean explosivos, porque hay un referente que lidera y contiene. A eso tenés que agregar que, a diferencia del resto de los países, salvo Brasil, nuestra red de seguridad social es más rica y más grande.
P. Hay coincidencias en que esa red no puede perdurar en el tiempo.
R. Sí, eso lo ven hasta los líderes sociales. Tenemos un problema, porque has desarrollado tanto tu red de contención social que hoy existe la tentación de pensarla como una economía en paralelo, subsidiada por un Estado que hoy no tiene los fondos suficientes. Todos entienden que la única forma de salir de esta trampa es con inclusión laboral. No saben cómo hacerlo, no saben cómo crear trabajo genuino para esa gente, pero están buscando la forma. El desafío es vencer la inercia y buscar formas múltiples, porque no vamos a crear empleo para tres millones de personas.
P. ¿Qué pasará el lunes si se confirma la derrota electoral del Gobierno?
R. Mi impresión es que tendremos dos años de continuo deterioro y de aumento de las distorsiones que el Gobierno impone a la economía para mantener las cosas más o menos estables, pero sin ningún cambio positivo. Y en la medida en que la oposición encuentre su rumbo va a anclar las expectativas a futuro y los empresarios van a alumbrar la posibilidad de una reversión. Si Argentina hiciese las cosas bien, está increíblemente barata. Entonces empieza a operar algo de la codicia para contener el miedo.
P. No teme una radicalización del kirchnerismo, en caso de una derrota
R. No habrá un derrumbe en la medida en que el Gobierno apueste a llegar y no se radicalice. Pienso que la principal ambición de Alberto Fernández es ser un expresidente, quiere llegar. De la misma forma que el Gobierno de Cambiemos decía “queremos terminar el mandato”. La situación es muy mala y el Gobierno es consciente de su incapacidad de gestión, no solo la oposición. Y no creo que el kirchnerismo intente un golpe o medidas extremas, porque nunca dieron señales de eso. Tuvieron chances y no lo hicieron. Si ponés esto junto con los otros elementos vas a llegar. Vas a llegar muy mal y con una lista de asignaturas más pesada que la que tenías en 2016, pero vas a llegar.
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