La gestión de las protestas quiebra los puentes entre el centro y la izquierda colombiana
La alcaldesa de Bogotá, Claudia López, señala a Gustavo Petro de generar violencia en las manifestaciones que persisten en la capital del país
Después de dos meses de protestas, marchas y disturbios, el estallido social contra el Gobierno de Iván Duque ha amainado en la mayor parte de Colombia, pero los manifestantes todavía se vuelcan a las calles en algunos puntos de Bogotá. Los desmanes en esos focos han llevado a una ruptura entre los sectores progresistas. En ese ambiente todavía caldeado, la alcaldesa de la capital, ...
Después de dos meses de protestas, marchas y disturbios, el estallido social contra el Gobierno de Iván Duque ha amainado en la mayor parte de Colombia, pero los manifestantes todavía se vuelcan a las calles en algunos puntos de Bogotá. Los desmanes en esos focos han llevado a una ruptura entre los sectores progresistas. En ese ambiente todavía caldeado, la alcaldesa de la capital, Claudia López, una de las principales figuras de la oposición, ha quemado los puentes con Gustavo Petro, el candidato presidencial de izquierdas, al que ha acusado de promover la violencia en las manifestaciones.
El próximo año, Colombia celebra elecciones presidenciales y legislativas. Esos comicios permean desde hace tiempo cualquier discusión. También la respuesta a la crisis desatada por el estallido social contra el Gobierno de Duque y la represión con la que se estrellaron los manifestantes. Petro, perdedor de la segunda vuelta presidencial en 2018 frente a Duque, es el rival a batir. La alcaldesa, por su parte, es la líder más visible del partido progresista Alianza Verde, que se acerca de cara al 2022 a otras fuerzas del centro del espectro político en la Coalición de la Esperanza, en lugar de sumarse al llamado Pacto Histórico, más escorado a la izquierda, que encabeza Petro, también exalcalde de Bogotá.
La alcaldesa ha retomado su versión más combativa, que tanto irrita a sus críticos en la derecha y en la izquierda, para acusar a Petro de radicalizar a los manifestantes con propósitos electorales. “Ni Bogotá ni Colombia se merecen esta forma destructiva de hacer campaña para ganar la Presidencia”, ha dicho en una serie de duros mensajes y contrapunteos con el líder de las encuestas. “Recapacite Gustavo. Su apuesta de radicalización, confrontación y caos tal vez le asegure likes, dudo que le garantice la Presidencia”, le ha espetado. “Su caos puede ser su búmeran”.
Las organizaciones sindicales y estudiantiles que convocan la movilización se han replegado, y el Gobierno ha logrado levantar la gran mayoría de los bloqueos de carreteras. Sin embargo, en Bogotá se mantienen escaramuzas cotidianas, con focos de protestas y disturbios que las autoridades no terminan de sofocar. El fin de semana, un motociclista murió degollado por un cable al parecer tendido por manifestantes. Y el lunes, cuando se cumplían dos meses del paro nacional que comenzó el 28 de abril, el caos se apoderó de un sector de la capital donde integrantes de la llamada Primera Línea, manifestantes mayoritariamente jóvenes que se enfrentan a la fuerza pública, se apoderaron de seis buses de transporte público. La alcaldía ha abierto este jueves un incierto proceso de diálogo con la Primera Línea.
“Con la dotación que les dan dirigentes de Colombia Humana, pinchan, bloquean y secuestran buses”, señaló la alcaldesa en referencia al movimiento político de Petro. Ha justificado sus acusaciones en varios episodios. El senador Gustavo Bolívar, un cercano colaborador de Petro, ha promovido donaciones para darle cascos, gafas y guantes a las primeras líneas, y otra concejal de Colombia Humana difundió noticias falsas sobre ambulancias que transportaban armas de la policía, lo que provocó ataques contra el personal médico. Petro ha respondido que su movimiento no ha generado un solo hecho de violencia ni hay prueba alguna. Según él, todo hace parte de una campaña de estigmatización y le ha pedido que rectifique. Incluso mencionó la posibilidad de denunciarla por calumnia.
Los señalamientos de la alcaldesa se suman a la ofensiva diplomática en la que Duque, sin aportar pruebas ni mencionarlo por su nombre, ha culpado del estallido social a Petro, que se ubica en las antípodas ideológicas del Centro Democrático, el partido de Gobierno fundado por el expresidente Álvaro Uribe, el mentor político del mandatario. Durante la crisis, Petro, quien formó parte de la guerrilla del M19 hace más de 30 años, ha apostado por proyectar una imagen presidenciable con “alocuciones” en sus redes sociales. Aunque por momentos ha invitado a la mesura, desde la derecha lo tildan de incendiario. Si bien los observadores coinciden en que su candidatura puede capitalizar el descontento, la amalgama de reivindicaciones sociales no obedece a un liderazgo único.
A lo largo de toda la pandemia, la alcaldesa ha contrapuesto su liderazgo al del presidente Duque. Ante las protestas, ha tenido que hacer equilibrismo para reivindicar el centro político y al tiempo lidiar con los desmanes en la capital, mientras Petro la ha atacado por episodios de brutalidad policial. Los desencuentros entre los dos mayores contradictores del uribismo se profundizan. Sin embargo, la alcaldesa, que fue la candidata a vicepresidente de Sergio Fajardo en las elecciones del 2018, respaldó entonces públicamente a Petro en la segunda vuelta –a diferencia del exalcalde de Medellín, que optó por el voto en blanco–.
Esos lazos fueron “puramente pragmáticos”, pues “la distancia de ideas, estilos y formas de ver el Gobierno entre los sectores que ellos orientan es muy grande”, valora el consultor y analista político Andrés Mejía Vergnaud. “El centro tiene un problema, su identidad es un poco gaseosa, entonces tiene que hacer mucho esfuerzo para definirla y defenderla. Eso fue parte de lo que hizo Claudia López en ese contrapunteo” sobre las protestas, apunta. Una nueva convergencia entre las fuerzas de centro y la izquierda que representa Petro para las presidenciales de 2022, aunque sea circunstancial, luce en estos días de agitación como una posibilidad más remota.
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