La desmovilización, las sanciones, Biden: las fichas que obligan a dar pasos en la crisis de Venezuela

Maduro y los líderes opositores se abren a una negociación para buscar una salida a la precaria situación del país

El opositor venezolano Juan Guaidó ofrece una rueda de prensa en Caracas, el pasado miécoles.RAYNER PENA R (EFE)

Los ecos de una negociación entre el chavismo y la oposición venezolana suenan cada vez más cerca y ningún protagonista quiere quedarse al margen. La certeza de que la situación actual no beneficia a nadie cobra fuerza y obliga a todas las partes a replantear su estrategia. En el Gobierno de Nicolás Maduro, ahogado por las sanciones y desterrado de la comunidad internacional. En la oposición, desaparecida casi por com...

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Los ecos de una negociación entre el chavismo y la oposición venezolana suenan cada vez más cerca y ningún protagonista quiere quedarse al margen. La certeza de que la situación actual no beneficia a nadie cobra fuerza y obliga a todas las partes a replantear su estrategia. En el Gobierno de Nicolás Maduro, ahogado por las sanciones y desterrado de la comunidad internacional. En la oposición, desaparecida casi por completo de la vida política doméstica y con unos índices de popularidad muy bajos. En los propios venezolanos, a los que la pandemia y el proceso de dolarización informal llevado a cabo en el último año han seguido hundiendo en una crisis económica devastadora. Y en la comunidad internacional, consciente ya de que la política de sanciones y el cierre de filas ante el liderato de Juan Guaidó, al que reconocieron como presidente interino, no han logrado minar el poder del Ejecutivo.

La salida de Donald Trump, epicentro de la estrategia de fundir al Ejecutivo venezolano con sanciones económicas, abre una nueva ventana de oportunidad para el chavismo. El Gobierno de Nicolás Maduro no vive sus peores momentos dentro del país. La decisión de la oposición de no concurrir a las últimas citas electorales ha permitido al chavismo mantener su poder bien atornillado, pero atado de pies y manos por una situación económica insostenible. Michael Penfold, investigador global del Wilson Center, explica que “la popularidad de Guaidó ha caído, también la capacidad de movilización de la oposición, lo que le ha permitido al chavismo ganar terreno en el control doméstico y territorial”. Maduro no quiere correr riesgos políticos, pero conoce la certeza de que no habrá levantamiento de sanciones si no se producen avances hacia un proceso de democratización del país. “Estoy de acuerdo”, dijo el mandatario este jueves, “con la ayuda del Gobierno de Noruega, la Unión Europea, el Grupo de Contacto, cuando quieran, como quieran, donde quieran, para reunirme con toda la oposición”.

Esa no fue la primera ni la única sorpresa en una semana en la que, para algunos analistas consultados, el chavismo ha hecho los mayores gestos y concesiones de los últimos años. Varias señales hacia la comunidad internacional y hacia el interior del país abonan el terreno de un diálogo que hasta ahora siempre ha resultado estéril.

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Los movimientos empezaron llamando a la puerta del nuevo inquilino de la Casa Blanca, Joe Biden. Maduro permitió la entrada de ayuda humanitaria de Naciones Unidas después de un año de negociaciones y, entre otros gestos, cambió la prisión por el arresto domiciliario de seis empresarios petroleros con doble nacionalidad encarcelados en Venezuela desde hace tres años. “La gran pregunta es cómo va a reaccionar la Administración de Biden”, asegura Geoff Ramsey, director para Venezuela de la organización de investigación y defensa de los derechos humanos Wola. “Y si hay una manera de incentivar al régimen de Maduro a que haga más concesiones para lograr una restauración de la democracia. Han dicho que lo siguen muy de cerca y apoyan una solución negociada, pero se corre el riesgo de que si no dan algún tipo de señal o incentivo [levantar alguna de las sanciones impuestas por Trump], Maduro podría abandonar este nuevo intento de una posible apertura”, abunda.

A la vez, la Asamblea Nacional, controlada por el régimen, nombraba un nuevo Consejo Nacional Electoral —el CNE, órgano responsable de la transparencia de los procesos electorales— con tres miembros afines al chavismo y dos de la oposición. “Es el mejor CNE para la oposición en 22 años”, asegura el excandidato presidencial Henrique Capriles. “Es un primer paso”, afirmó en un comunicado el Ministerio de Exteriores de España, que sigue muy de cerca y de forma activa todos los movimientos en el país. A los pocos días, el nuevo órgano convocó elecciones regionales y locales para el 21 de noviembre.

Las miradas se vuelven ahora a la oposición. Las imágenes de todos los líderes unidos en torno a la figura de Guaidó, al ser nombrado presidente encargado en enero de 2019, aupado por multitudes en las calles de Caracas y con amplio respaldo internacional, forman ya parte del pasado. En aquellos días, un 77% de los venezolanos hubiera votado por él en unas elecciones, unas cifras que según la encuesta de Datanalisis publicada este marzo se desploman hasta un 11,4%. “El venezolano está desenganchado de la política, está tratando de sobrevivir, el tablero ya cambió”, subraya Penfold.

José Gregorio Ochoa, activista en el sector popular de Carapita, en el oeste de Caracas, una barriada que en otros tiempos fue bastión del chavismo, ahonda en las prioridades de la población. “Comer y salir vivo de la covid-19 son las principales preocupaciones de la gente”, afirma. La aceleración de la hiperinflación y su rebote en el proceso de dolarización informal han aumentado la brecha de la desigualdad. A la lucha diaria por buscar dinero para alimentar a la familia se ha sumado la pandemia y, por primera vez, la escasez de combustibles y gas para cocinar en el país con las mayores reservas de petróleo.

La estrategia del todo o nada que hasta ahora mantenían la oposición y la comunidad internacional contra Maduro podría cambiar a partir de ahora. Guaidó, de entrada, se abre a una negociación con el régimen. “Hay que intentar esto con todo el escepticismo y toda la desconfianza hacia la dictadura”, dice Freddy Guevara, uno de sus colaboradores más cercanos y que la semana pasada tendió los primeros puentes de acercamiento con representantes del oficialismo, al reunirse con el diputado chavista Francisco Torrealba.

“Así como nosotros partimos de que con la circunstancia actual no pudimos derrocar a Maduro, ellos también parten de la realidad de que con su plan no resuelven sus problemas. Estamos obligados a buscar una solución urgente a la crisis para la gente, que es el Acuerdo de Salvación Nacional, porque al final la situación está peor para todos”, añade Guevara. El Acuerdo es la propuesta que presentó Guaidó esta semana, en la que propone un pacto para lograr elecciones libres, no solo regionales y municipales como plantea el oficialismo, sino también parlamentarias y presidenciales que permitan iniciar una transición mediada por la comunidad internacional. “Nosotros estamos listos”, dijo el líder de la oposición el miércoles en una rueda de prensa.

La estrategia de volver a la senda electoral, impulsada sobre todo por la figura de Capriles, es también un deseo de diversos sectores en el interior del país, explican fuentes consultadas, que ansían recuperar el rol político cedido desde 2019. La idea de vencer al régimen de un solo golpe ha perdido fuerza en los últimos dos años, por lo que tanto a nivel interno como internacional se impone la estrategia de recuperar la vía política e ir ganando terreno al chavismo paso a paso.

La unidad de la oposición, dividida en torno a varios liderazgos, es la gran incógnita de cara a unos comicios. Ochoa, que también es miembro del Frente Amplio, una coalición de organizaciones y gremios que respalda a Guaidó, explica que “en los barrios la oposición tiene una mayoría silenciosa, porque hay un miedo total por los niveles de represión y la capacidad de chantajear o extorsionar con la comida, con la vivienda, con la vida diaria”. “La gente se está dando cuenta de que este es un Estado opresor, pero también de que no hay alternativa de cambio, a menos que haya una votación verdaderamente secreta y la oposición vaya unida. Si no es así, no vale la pena votar”, sostiene.

La participación de la comunidad internacional como mediadores de una negociación entre oficialismo y oposición y observadores del proceso electoral es clave. “El rol de la comunidad internacional era de presión, el dilema ahora no es si van a presionar más o menos, sino si van a acompañar este proceso”, añade Penfold. En las legislativas que se celebraron el pasado mes de diciembre, la Unión Europea intentó un aplazamiento de los comicios por la falta de garantías, pero el Gobierno de Maduro se negó. Los comicios, en los que la oposición no participó, no fueron reconocidos. La abstención fue del 70%. Algunas voces en Europa reconocen ahora que se abre una nueva oportunidad.

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