Liubov Sobol: “Putin tiene pánico a Navalni porque le ve como un rival con posibilidades”

La abogada, ‘número dos’ del opositor ruso, insiste en que no cesará la movilización por la libertad del activista mientras arrecia una nueva oleada de procesos contra sus colaboradores

La abogada y activista Liubov Sobol en su despacho de la sede del canal de YouTube de Alexéi Navalni en Moscú.María R. Sahuquillo

Liubov Sobol ironiza con que casi no puede llevar la cuenta de las veces que la han detenido. O que las autoridades han registrado el apartamento de esta abogada y activista de 33 años, número dos de Alexéi Navalni, y las oficinas de la organización anticorrupción que dirige el opositor arrestado en Rusia. Este miércoles, de nuevo, un grupo de agentes enmascarados entró como una ap...

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Liubov Sobol ironiza con que casi no puede llevar la cuenta de las veces que la han detenido. O que las autoridades han registrado el apartamento de esta abogada y activista de 33 años, número dos de Alexéi Navalni, y las oficinas de la organización anticorrupción que dirige el opositor arrestado en Rusia. Este miércoles, de nuevo, un grupo de agentes enmascarados entró como una apisonadora en los estudios del canal de YouTube de Navalni, en su casa y en los domicilios de Sobol y muchos otros de sus colaboradores en una nueva investigación penal. Esta vez por violar las normas sanitarias y epidemiólógicas de la pandemia de coronavirus, pocos días después de las grandes manifestaciones para exigir la libertad del disidente y cuando su equipo prepara nuevas marchas para defender a uno de los críticos más visibles contra el presidente ruso, Vladímir Putin. “Esta persecución muestra miedo y la debilidad de un hombre que no es el líder de nuestro país. Putin tiene pánico a Navalni porque le ve como un rival con posibilidades reales de alcanzar la presidencia”, dice Sobol tajante en una entrevista en las oficinas del canal Navalni Live, en un impersonal centro de negocios de Moscú. Este miércoles por la noche, la activista volvió a ser detenida.

Licenciada en Derecho por Universidad Estatal de Moscú, la más prestigiosa de Rusia, Sobol empezó su carrera como secretaria en un tribunal de Moscú y probablemente habría terminado en una gran firma jurídica si no se hubiera cruzado en su camino la Fundación Anticorrupción de Navalni en 2011. Desde entonces, ha participado en las investigaciones sobre la élite política y económica rusa que han puesto en aprietos en más de una ocasión a las autoridades, como en el último caso sobre el supuesto palacio multimillonario de Putin, en el mar Negro. También en el verano de 2019 espoleó las multitudinarias protestas en Moscú para exigir unas elecciones locales limpias y llegó a estar 32 días en huelga de hambre porque la Administración vetó su candidatura y la de otros opositores. Ahora es la disidente más conocida de Rusia, tras Navalni.

Sobol, envuelta en una bandera, junto al opositor Alexéi Navalni, en una manifestación en Moscú en febrero de 2020. KIRILL KUDRYAVTSEV (AFP)

Eso ha convertido a Sobol, que desde pequeña adoraba las historias de Sherlock Holmes, y que quería ser detective como él, en objetivo de las autoridades y de figuras de la órbita del Kremlin, comenta la abogada en uno de los estudios del canal, un espacio con perchas llenas de trajes, papeles de colores para los decorados o parafernalia para grabar los vídeos con los que el opositor y su equipo conectan con millones de personas. El entorno está algo desangelado porque, según explica, en uno de los registros las autoridades se llevaron varios ordenadores, la fotocopiadora y hasta la máquina de café.

“Las amenazas no son solo judiciales”, declara. En 2016, un hombre atacó a su esposo con una jeringuilla con un fármaco anestésico de uso veterinario después de que Sobol y Navalni publicaran un informe sobre Yevgeni Prigozin, un oscuro oligarca del sector de la restauración conocido como el chef de Putin por sus vínculos con el Kremlin. “Me arrestarán, me juzgarán y puede que incluso me encarcelen, pero no tengo miedo”, dice encogiéndose de hombros. Y añade que tampoco cede al pánico tras el envenenamiento de Navalni el verano pasado en Siberia en el que se aprecia la mano del Kremlin.

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Asegura la abogada que se mantendrá firme en la movilización para liberar al opositor, arrestado nada más regresar a Moscú desde Alemania, donde recibió tratamiento, y que cumple un mes de prisión provisional, acusado de saltarse —por estar fuera del país, hospitalizado— las revisiones de una condena de cárcel suspendida a la que fue sentenciado en 2014. Sobol insiste en que dará la batalla para participar como candidata en las elecciones parlamentarias previstas para septiembre y que “tan nervioso” tienen al Kremlin. La popularidad del partido del Gobierno, Rusia Unida, y de Putin ha caído a mínimos históricos por la recesión económica, ahondada por la pandemia, y el hartazgo por la desigualdad social.

Está casi segura de que, de nuevo, la vetarán en las papeletas electorales. “Pero eso no significa que tenga que quedarme de brazos cruzados”, dice. “Las elecciones en Rusia están dañadas por la corrupción y el fraude, pero eso no supone que no deba usar ese instrumento. Aunque no es el único camino correcto para lograr el cambio democrático y un estado de Derecho”, opina. “También los son nuestras investigaciones y mensajes de vídeo, las demandas, las protestas callejeras. Estamos luchando para cambiar todo el sistema”. De ideas más bien liberales que también ha ido abrazando Navalni —abiertamente nacionalista y que ha apoyado marchas de la ultraderecha en Moscú— Sobol cree que la política de oposición rusa no se trata de derechas o izquierdas sino, como suele decir, de quién apoya a Putin y quién no.

El caso del opositor y el creciente descontento podría dar ahora un espaldarazo a la disidencia y convertirse en una bola de nieve difícil de esquivar para el Kremlin. “Son muchas las personas que se oponen a Putin; cada vez más. Y no todos son partidarios de Navalni sino que tienen puntos de vista distintos. Pero la gente que ha salido a la calle ya no puede tolerar lo que está pasando en Rusia. Es difícil para alguien con conciencia ver cómo envenenan o encarcelan a un hombre inocente”.

Sobol durante una detención en Moscú en 2020.Dmitry Serebryakov

La amenaza de nuevas sanciones de la Unión Europea y de Estados Unidos por el caso Navalni sobrevuela Rusia. El disidente ya pidió en octubre sanciones personales contra los poderosos oligarcas que rodean al Kremlin y ahora su equipo, que señala que ese bloqueo a los yates o las cuentas de millonarios como Roman Abramovich marcarían la diferencia, insiste en ello. Aunque la nueva tanda de las europeas han quedado en el aire y el Alto representante para la política Exterior de la UE, Josep Borrell, viajará a Rusia la próxima semana. Sobol y su equipo comentan que no tienen prevista ninguna reunión con él. “Siempre estoy abierta a hablar y reunirme pero nadie se me ha acercado”, dice. “Y francamente, no confío mucho en los políticos europeos”, zanja. “Sabemos que depende de la ciudadanía rusa lograr un cambio democrático en nuestro país”, insiste. El Kremlin ha acusado a Navalni últimamente de ser un espía occidental.

Sobol, imputada en varios casos, era hasta este miércoles una de las pocas aliadas de Navalni que no estaba entre rejas, y más después de la oleada de detenciones previa a las marchas en apoyo al disidente con la que las autoridades pretendían apagar los ánimos de las protestas. Las autoridades suelen mandar a la activista a casa con una cuantiosa multa, después de un máximo de 48 horas porque la ley rusa prohíbe encarcelar a mujeres con hijos menores de 14 años. Y la telegénica abogada —que también presenta programas en el canal del opositor— tiene una hija de seis. Aunque una condena penal severa no la libraría de entrar en prisión. Y la disidente está imputada en varios casos.

Pero los procesos judiciales de las autoridades y de empresarios como Prigozhin la han arruinado, reconoce: “Mis cuentas tienen un saldo de menos 34 millones de rublos (372.000 euros), nunca he tenido una propiedad inmobiliaria y vivo en el piso de mi esposo. Hace un par de años vendimos el coche. Ahora vivo bajo la amenaza de que alguien venga a mi casa y se lleve mi lavadora o el piano electrónico en el que toca mi hija”.

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