Nueva York: de la hibernación viral al estallido antirracista
Las marchas contra la violencia policial se entrelazan con la crisis sanitaria en Nueva York que inicia este lunes su reapertura
El mensaje, impreso en un folio pegado con un pedazo de cinta adhesiva azul, tapa lo que parece ser el panini estrella de esta osada sandwichería de la Quinta Avenida que no ha protegido sus cristales. “Industrias Jab. Instalamos contrachapado en su tienda”. Ninguna oportunidad de negocio se desaprovecha en Nueva York. Ni siquiera la de sacar unos dólares, para proteger de los saqueos lo poco que les queda a establecimientos que llevan más de dos meses cerrados en una ciudad fantasma.
Una urbe que reabre y a la vez se cubre de madera. Nueva York es una fábrica de imágenes icónicas. Esta...
El mensaje, impreso en un folio pegado con un pedazo de cinta adhesiva azul, tapa lo que parece ser el panini estrella de esta osada sandwichería de la Quinta Avenida que no ha protegido sus cristales. “Industrias Jab. Instalamos contrachapado en su tienda”. Ninguna oportunidad de negocio se desaprovecha en Nueva York. Ni siquiera la de sacar unos dólares, para proteger de los saqueos lo poco que les queda a establecimientos que llevan más de dos meses cerrados en una ciudad fantasma.
Una urbe que reabre y a la vez se cubre de madera. Nueva York es una fábrica de imágenes icónicas. Esta semana ha sido la Quinta Avenida con todas sus tiendas cubiertas por tablones de contrachapado. Hace nada era la fosa común cavada en la isla de Hart, el hospital de campaña en Central Park, los camiones de mudanzas aparcados junto a una funeraria llenos de cadáveres que no sabían dónde poner. En medio de la multitud que clama estos días contra la violencia policial en Union Square, las fotos de Times Square habitada solo por pájaros parecen un recuerdo remoto. Pero apenas unos días separan ambas imágenes.
Estados Unidos saltó la semana pasada abruptamente de una crisis a otra, sin cerrar la primera. El destino ha querido que la pandemia del coronavirus y las protestas por la muerte de George Floyd se superpongan. Y en la memoria de Nueva York, epicentro global de la pandemia, que se ha cobrado más de 21.000 muertes en una ciudad de 8,4 millones de habitantes, ambos episodios quedarán entrelazados para siempre.
“Hemos pasado del sonido constante de las sirenas de las ambulancias al sonido constante de las sirenas de la policía. El primero, un recordatorio de que hay una red de trabajadores que te agarrarán si te falta la respiración. El segundo, un recordatorio de que #NoPuedoRespirar”, resumía en Twitter la escritora mexicana Valeria Luiselli, vecina del Bronx, utilizando el hashtag que se ha convertido en lema de las protestas y que reproduce las palabras que pronunciaba George Floyd mientras el agente Derek Chauvin le apretaba el cuello contra el suelo con la rodilla.
Hoy es la ansiada fecha marcada para el inicio de la reapertura. Todas las regiones del Estado ya comenzaron oficialmente la desescalada excepto la ciudad de Nueva York, que la semana pasada solo cumplía cinco de las siete métricas que las autoridades exigen para reabrir. Las muertes diarias se cuentan por docenas, lejos de los 800 y 900 de los peores días de abril.
Hasta 400.000 personas podrán volver este lunes a trabajar. Pero la ciudad se ha adelantado. La olla dejó escapar ya la presión. Hace solo unos días estaban confinados en sus casas. Ahora decenas de miles de neoyorquinos se han echado a las calles a protestar contra el racismo y la violencia policial. El mismo día en que la ciudad empieza la reapertura vence también el toque de queda impuesto por las manifestaciones masivas.
La pandemia y las protestas: solo el tiempo revelará el resultado de la interacción de las dos fuerzas. “Muchos llevaban mascarillas, gracias a Dios, pero no hubo distanciamiento social”, lamentó el gobernador Andrew Cuomo. “Los propios manifestantes pueden acabar creando un pico de contagios. Tienen un deber cívico. Sean responsables, háganse la prueba”.
“Emergencias de salud pública: racismo, violencia policial, Covid 19”. Son escritos en una pancarta que lleva Dereck, de 52 años, en una manifestación que baja por Broadway desde Union Square. “La violencia contra las personas negras, esa es la pandemia”, defiende. “El coronavirus mata, pero la policía también. La covid ha afectado desproporcionadamente a la población negra. ¿Por qué? Porque tienen empleos más expuestos al virus, porque no se pueden quedar en casa, porque tienen más enfermedades asociadas a la pobreza. Así que también la pandemia ha puesto en evidencia ese racismo estructural que estamos denunciando”, explica.
No faltan puntos de conexión entre las dos crisis. Si se produce un rebrote, será seguramente en las mismas comunidades que ahora salen a la calle a exigir que sus vidas importen tanto como las de los demás. Desde luego, difícilmente será en los vecindarios más ricos, cuyos residentes escaparon de la ciudad cuando el coronavirus empezó a golpear. Hasta 420.000 vecinos de Nueva York se fueron, según datos de teléfonos móviles analizados por The New York Times. Uno de cada 20 habitantes de la ciudad. En los barrios más exclusivos, en el Upper East Side, por ejemplo, la población decreció al menos un 40%. Distanciamiento social a golpe de tarjeta.
Uno se puede ir de cualquier ciudad pero, desde que Joan Didion escribió Adiós a todo aquello en 1967, las despedidas de Nueva York son un género propio. El duelo por abandonar una ciudad que es una identidad, algo que se ama y que se odia. Las ventas de propiedades en zonas más tranquilas del Estado han experimentado un repunte, mientras que en la ciudad, lógicamente, se han paralizado. Nueva York tiene una larga historia de caídas y resurgimientos. Muchos de los que se han ido volverán, como volvieron después del 11 de septiembre.
“Si puedes conseguirlo aquí, puedes conseguirlo en cualquier lado”, cantaba Sinatra. ¿Pero por qué querría alguien conseguirlo aquí ahora? Las crisis que atraviesa hoy la ciudad cuestionan directamente los pilares sobre los que se levanta. Nueva York es incompatible con el distanciamiento social. Hace tiempo que los precios expulsan a las personas del centro de la ciudad. La generalización del teletrabajo después de la pandemia puede contribuir a vaciar la ciudad de talento profesional joven y acomodado.
Desde febrero, cerca de 900.000 empleos han desaparecido y miles de negocios han cerrado sus puertas en la ciudad. La caída en la recaudación fiscal contribuye a un déficit presupuestario que se estima en 9.000 millones de dólares (unos 7.900 millones de euros) y que obligará a las autoridades municipales a endeudarse y a recortar en servicios esenciales.
Los teatros de Broadway, los museos, los restaurantes, el metro, todo lo que hace a la ciudad tan especial para los turistas y los negocios está entre lo más golpeado. La mitad de las tiendas con menos de 10 empleados podrían cerrar, según cálculos de las autoridades locales. La ciudad se prepara para nuevas rutinas. La vida laboral tendrá nuevas reglas. “No creo que la Nueva York que hemos dejado regrese durante algunos años. No sé si volverá algún día”, dijo en el The New York Times Gregg Bishop, comisionado de la agencia de pequeñas empresas de la ciudad.
Cerrar Nueva York llevó solo un par de días. Volverla a arrancar será una labor mucho más larga. La ciudad, de acuerdo con el plan de Cuomo, deberá permanecer en la fase uno al menos dos semanas. Eso significa que los restaurantes y bares tendrán solo oferta para llevar; y oficinas, gimnasios, cines y teatros estarán cerrados. Mientras tanto, miles de neoyorquinos seguirán protestando en la calle contra la otra pandemia, la de la violencia policial y el racismo.
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