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Mauricio Macri: la campaña como máquina de precisión

El presidente de Argentina cierra su campaña para las primarias del domingo con un mitin pequeño pensado para redes sociales, lejos de las concentraciones masivas que caracterizan al peronismo

Mauricio Macri y la gobernadora de Buenos Aires, María Eugenia Vidal (centro) saludan tras el cierre de campaña en Vicente López.
Mauricio Macri y la gobernadora de Buenos Aires, María Eugenia Vidal (centro) saludan tras el cierre de campaña en Vicente López.AFP
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Mauricio Macri habla sobre un escenario circular, rodeado de sillas plegables de madera. En las tribunas de cemento no hay más de 900 personas. El presidente atraviesa en pocos minutos todas las emociones posibles: habla pausado, llora o se enfurece hasta quedar sin voz. El público está tan cerca que casi puede tocarle, pero pronto queda claro que su papel es el de escenografía. Macri no los mira, porque su atención está en alguna de las cámaras que transmiten el evento por redes sociales. Al calor de los actos de masas del kirchnerismo, el macrismo opone lágrimas y abrazos en una confluencia íntima y mediatizada. El cierre de campaña de Macri en Buenos Aires, el distrito electoral más grande de Argentina, es un mitin gourmet, sin banderas ni estruendos, una máquina de precisión pequeña, pero efectiva.

Macri eligió para su último acto previo a la veda electoral el Centro Asturiano de Vicente López, ubicado en un distrito de clase media alta en el extrarradio norte de la capital. El alcalde de Vicente López es Jorge Macri, primo del presidente. Macri cerró allí en 2015 y 2017 y este jueves repitió localía “por cábala” (para atraer la buena suerte). El domingo se enfrentará en elecciones primarias a Alberto Fernández, el peronista que lleva a Cristina Fernández de Kirchner como vicepresidenta. Los sondeos le dan hasta cinco puntos de ventaja a los Fernández y Macri está a la defensiva, acorralado por la crisis económica. El macrismo es experto en pelear desde atrás: en 2015 todos daban como favorito al kirchnerista Daniel Scioli. Pero Macri quedó segundo en la primera vuelta y luego ganó el balotaje. En las elecciones legislativas de 2017, el éxito del partido de Gobierno fue rotundo.

Dos años después de aquel triunfo, Macri ya no promete pobreza cero y se limita a vender expectativas. Dice que el pasado kirchnerista fue autoritario y oscuro, pero que el futuro será promisorio. La crisis económica ha dejado a la campaña oficialista sin presente. “Si pudimos con el espantoso punto de partida que nos dejaron y con la cantidad de cosas que han pasado en el mundo, imaginemos lo que vamos a lograr durante los próximos cuatro años con un poco de viento a favor y sobre estas bases que ya construimos. Todos juntos somos imparables”, dice eufórico a sus electores. El público estalla en aplausos. “¡Sí, se puede! ¡Sí se puede!”, grita la gente en el gimnasio techado del Centro Asturiano.

Fue el momento más acalorado del mitin. Minutos antes hubo lágrimas. Macri pidió el voto para la gobernadora María Eugenia Vidal, allí presente, su apuesta para mantener el control de la provincia de Buenos Aires. “No puedo poner en palabras la admiración y el respeto que tengo por esta mujer”, dice con la voz entrecortada. Baja el micrófono, pide disculpas, dice que está sensible y toma agua. “Sí, se puede”, vuelve a gritar el público.

Vidal es un fenómeno político sin precedentes en Argentina. En 2015, lideró el primer triunfo no peronista en la provincia de Buenos Aires en casi 30 años. Y se convirtió en la primera mujer de la historia en liderar esa provincia enorme e ingobernable, donde viven casi 17 millones de personas y coinciden las mayores riquezas del país con los sectores más pobres. Vidal ganó contra todos los pronósticos, y contra todos los pronósticos se mantuvo en el cargo con índices de popularidad récord. Nadie confiaba en su imagen angelical, alejada del clásico caudillo peronista bonaerense. Si Vidal gana en Buenos Aires seguramente lo hará Macri en la nación, tanto es el peso electoral de ese distrito. “Es una leona, cuando quiere algo es una topadora”, repite Macri. Y pide una y otra vez que voten por ella.

Vidal fue la estrella soporte. “Yo no estoy acá por un cargo, ni quiero hacerme rica. Yo estoy para dar las peleas que nadie se animó a dar”, dice con voz suave. Y habla de corrupción y narcotráfico. Su ministro de Seguridad, Cristian Ritondo, es candidato a diputado nacional. Cada tanto, la gobernadora gira 90 grados y mira a otra cámara, en una danza precisa y estudiada. Sus hijos y sus padres la escuchan entre el público, rodeados por los ministros y alcaldes que ocupan las sillas de las primeras filas.

Fue Vidal la que dio paso a Macri, entre abrazos y aplausos. Cerró Macri y el público se dispersó tranquilo en las tribunas. Alrededor del escenario, los altos funcionarios se abrazaron para la foto. Un día antes, un mitin calcado puso fin a la campaña oficialista en Córdoba. El domingo se conocerá si esa estrategia de laboratorio es aún efectiva para ganar elecciones.

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