McCain no quiere que Trump acuda a su entierro

El excandidato presidencial, afectado por un agresivo cáncer cerebral, se adentra en la recta final como siempre le ha gustado vivir: sin sentimentalismos ni rendiciones

El senador John McCain, en marzo de 2017. TASOS KATOPODIS (AFP)

John McCain resistirá hasta el fin. El cinco veces senador por Arizona, afectado por un agresivo cáncer cerebral, ha decidido adentrase en la recta final como siempre le ha gustado vivir: sin sentimentalismos ni rendiciones. Frente a quienes al llegar al ocaso de su existencia hacen las paces con sus peores enemigos, este antiguo héroe de guerra, hijo y nieto de almirantes, ha preferido mantenerse firme y enviar una andanada a su último gran adversar...

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John McCain resistirá hasta el fin. El cinco veces senador por Arizona, afectado por un agresivo cáncer cerebral, ha decidido adentrase en la recta final como siempre le ha gustado vivir: sin sentimentalismos ni rendiciones. Frente a quienes al llegar al ocaso de su existencia hacen las paces con sus peores enemigos, este antiguo héroe de guerra, hijo y nieto de almirantes, ha preferido mantenerse firme y enviar una andanada a su último gran adversario, Donald Trump. A través de sus deudos, según The New York Times, ha hecho saber que cuando muera no quiere que el presidente de Estados Unidos sea invitado a la ceremonia que se oficiará en la Catedral Nacional de Washington.

El desplante no ha sorprendido. Trump, de 71 años, y McCain, de 81, son polos opuestos. El primero procede de las tierras bárbaras del republicanismo. Es un tiburón inmobiliario especializado en ensalzarse a sí mismo y demoler consensos. El segundo representa la vieja escuela republicana. Candidato a la presidencia en 2008 y radical en temas militares, nunca le ha costado demostrar su autonomía cuando su conciencia así se lo ha pedido. En los últimos meses ha defendido en contra de Trump a los inmigrantes, México y el Obamacare. Tampoco ha dejado de censurar al presidente por sus exabruptos. Y este le ha contestado siempre con desprecio. Ya lo hizo en 2015, cuando era aspirante y buscaba su sitio a dentelladas. Entonces dijo de McCain: “No es un héroe de guerra; solo lo es porque fue capturado: prefiero a los que no han sido capturados”. Una infamia para quien, ya siendo aviador condecorado, pasó cinco años de cautiverio y tortura en Vietnam.

Ahora, McCain, al límite de sus fuerzas, le ha devuelto el golpe. Pero tampoco se ha demorado demasiado en ello. Retirado en su rancho del Valle Escondido (Arizona), se dedica a tejer su propio crepúsculo. Ha preparado su testamento político con un documental y un libro, recibe a viejos amigos como el ex vicepresidente demócrata Joe Biden, y, siempre que puede, contempla con su esposa los halcones del desierto mientras toma un trago de vodka. Ese es John McCain.

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