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Risas y palomitas para la tragicomedia mexicana

Los organizadores se congratulan de un formato dinámico que se alejó del tedio de otros debates

Luis Pablo Beauregard
Los cinco candidatos sobre el escenario.
Los cinco candidatos sobre el escenario.EFE

Antes del inicio del debate los organizadores temían ante todo, el bostezo. El ejemplo de aburrimiento tomó forma el pasado jueves en el debate de los aspirantes a la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México. “¡Qué horror!”, decía una empleada del INE mientras supervisaba los últimos detalles del escenario en el Palacio de Minería, en el corazón de la capital mexicana. Dos horas después, hacia las diez de la noche, el sentimiento era que los candidatos habían dado espectáculo alejándose del tedio que generaban los formatos de los debates en las presidenciales mexicanas.

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Andrés Manuel López Obrador fue el último candidato en llegar a Minería. Bajó de su automóvil y entró por un gran portón de este edificio de finales del siglo XVIII. Segundos después, el cielo descargó con rabia litros de agua y en los patios del edificio comenzaron a tronar los rayos de una tormenta imprevista. “Nosotros contábamos con que no iba a llover”, dijo con una sonrisa una de las organizadoras del debate. El gesto reflejaba con sorna que el azar se apoderaba en ese momento de un evento planeado con cautela y hasta el mínimo detalle desde hace meses. Siempre, sin embargo, hay espacio para la improvisación. Una de las moderadoras de la noche dejó una de sus prendas en su casa. Una asistente de producción tuvo que prestarle su ropa para completar el vestuario.

El Instituto Nacional Electoral, el organizador del debate, eligió un color morado para decorar la fachada de Minería. La tonalidad recordaba a la misma que utilizó Jaime Rodríguez Calderón, El Bronco, como identidad de su breve Gobierno de 800 días en el Estado de Nuevo León. La coincidencia se hizo premonitoria cuando el candidato desató las primeras risas en gran patio acondicionado para los invitados, llamado de la Autonomía. Un centenar de políticos y las autoridades electorales atestiguaron el primer encuentro de los candidatos rodeados de mesas con bebidas y alimentos como frutos secos, palomitas y verduras ralladas.

Los primeros minutos del debate fueron tensos. En el salón de invitados había un atronador silencio que permitía oír la vibración de los teléfonos móviles de los políticos presentes. Los consejeros electorales estaban nerviosos porque no sabían cómo iba a funcionar el formato del debate, que iba a ser probado por primera vez en el país y que permitía a los periodistas re preguntar y ceder la palabra a otros aspirantes para hacer más ágil la contienda.

Los golpes de efecto del Bronco al mostrar una bala de uno de los atentados que sufrió y al mostrar su número de WhatsApp para recibir propuestas fueron imprimiendo ritmo al encuentro. Los presentes en el patio de la Autonomía se reían con los memes recibidos en sus teléfonos minutos después de oír una de las propuestas más descabelladas del exgobernador de Nuevo León: cortar la mano a los que roban. El polémico político fue preparado para el debate por el publicista Memo Rentería, de acuerdo con Javier Pro, su representante ante el INE.

El presidente del INE, Lorenzo Córdova (primero a la derecha), observa el debate.
El presidente del INE, Lorenzo Córdova (primero a la derecha), observa el debate.

El más previsible fue Andrés Manuel López Obrador. Fue el único de los cuatro candidatos que no acudió a los ensayos de Minería. Fue por eso que le costó adaptarse a la dinámica en los primeros minutos del encuentro y a quien casi siempre se le vio distraído cuando no era su turno al micrófono en una de las siete cámaras frente a sí y a espaldas de los moderadores.

El viernes, durante uno de los ensayos, un asesor del INE interpretó al candidato de Morena en el podio cuatro. Luis Miguel Carriedo atinó, casi palabra por palabra, una de las frases preferidas del tres veces candidato presidencial en el tema de combate a la corrupción. “Vamos a limpiar el Gobierno de arriba hacia abajo, como se barren las escaleras”. La frase sonó idéntica en boca de López Obrador 48 horas después.

Los ataques contra el aspirante de Morena marcaron el primer debate presidencial. “Todos están aquí echándome montón”, dijo Andrés Manuel López Obrador en un momento, provocando sonoras carcajadas en el salón de invitados, donde había algunos simpatizantes suyos, como Horacio Duarte, su defensor ante la autoridad electoral. Tres de los cuatro hijos del Peje vieron el encuentro desde un camerino en el segundo piso del edificio.

El humor que López Obrador usó como táctica defensiva sacó risas hasta a los adustos elementos del Estado Mayor Presidencial, un cuerpo de seguridad de élite. Sobre todo en el momento en que el candidato de Juntos Haremos Historia dijo a Meade que le regalará los tres departamentos que supuestamente ocultó en su declaración patrimonial.

Otros ataques, en cambio, tensaron el ambiente entre los invitados. Uno de esos momentos fue cuando Ricardo Anaya, de Por México al Frente, mostró una fotografía del candidato del PRI, José Antonio Meade, compartiendo una tarta con el exgobernador de Chihuahua, César Duarte, prófugo de la justicia. “¿De qué tamaño fue la rebanada de pastel que te tocó?”, preguntó Anaya a su rival. La incómoda pregunta flotó en el ambiente por segundos porque Meade ya no pudo responder. Se quedó sin tiempo para su réplica.

“Cómo se están pegando…”, comentó entonces el consejero presidente del INE Lorenzo Córdova al director de la policía, Hiram Almeida, que comía zanahorias ralladas entretenido con el espectáculo. Hacia el tercer bloque, Córdova se relajó y se quitó el saco del traje. Sabía que el evento había sido un éxito alejándose de los encuentros acartonados. “Felicidades, rompieron los moldes”, dijo a los moderadores al final de la noche. 

López Obrador abandonó el panel sin despedirse de sus contrincantes y dejando fríos a muchos de los que estaban en el plató. Completamente solo subió las escaleras del Palacio de Minería y se enfiló a su camerino. Un par de metros abajo, la sala de invitados lo vio caminar como si flotara y saludar discretamente a las personas que lo aplaudieron. El Peje rompió el silencio con una sonora palmada a su esposa, Beatriz Gutiérrez Müller, quien lo recibió en la puerta del camerino. Misión cumplida. El candidato había sobrevivido 120 minutos de ataques.

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Sobre la firma

Luis Pablo Beauregard
Es uno de los corresponsales de EL PAÍS en EE UU, donde cubre migración, cambio climático, cultura y política. Antes se desempeñó como redactor jefe del diario en la redacción de Ciudad de México, de donde es originario. Estudió Comunicación en la Universidad Iberoamericana y el Máster de Periodismo de EL PAÍS. Vive en Los Ángeles, California.

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