México mide el desgaste del PRI y la fortaleza de López Obrador
Las elecciones en el Estado de México examinan si el partido del dos veces candidato presidencial pone fin a casi 90 años de poder hegemónico del PRI
México escribirá este domingo un nuevo capitulo de la novela, trágica para muchos, que aventura un incierto final el próximo año con las elecciones presidenciales. Los comicios en los Estados de México –el más poblado del país- Coahuila y Nayarit no se pueden leer, sobre todo en el primer caso, en clave local. A examen está el desgaste del partido gobernante, el PRI, acuciado por la corrupción que no cesa, el aumento de la violencia y la crónica impunidad. Se medirá también la fortaleza del dos veces candidato presidencial, Andrés Manuel López Obrador, cuya candidata podría arrebatar al PRI su bastión por primera vez en casi nueve décadas.
El Partido Revolucionario Institucional (PRI), la formación del actual presidente, Enrique Peña Nieto, ha gobernado ininterrumpidamente durante 87 años el Estado de México, el más poblado, con casi 17 millones de habitantes censados; el de mayor número de electores, con un padrón de más de 11 millones de personas; el lugar de donde salió el actual mandatario con dirección a Los Pinos. Tiempo más que de sobra para haber consolidado un armazón en todas las estructuras de la entidad capaz de aguantar durante décadas cualquier atisbo de sacudida. Al menos hasta ahora.
El Estado de México se ha convertido en uno de los más peligrosos para las mujeres. Varias organizaciones señalan que en los dos últimos años se produjeron 296 feminicidios, por los 123 que tiene registrados la Fiscalía local. Los niveles de inseguridad se han disparado, sobre todo en los transportes y la sombra de la corrupción se ha instalado de forma perpetua. Todo ello ha puesto contra las cuerdas la gestión del PRI, que ve cómo por primera vez en casi nueve décadas su principal feudo se tambalea. Hace seis años, el actual gobernador, Eruviel Ávila, ganó con tres millones de votos (65%). En esta ocasión, no ha habido encuesta en campaña que haya otorgado una ventaja clara al candidato, Alfredo del Mazo. La mayoría de los sondeos auguran un empate técnico entre el aspirante priísta y Delfina Gómez, la maestra del izquierdista Morena, el partido que creó el dos veces candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador tras desvincularse en 2012 del Partido de la Revolución Democrática (PRD).
El resultado de este domingo trasciende el Edomex, como se conoce a la entidad. Una derrota del PRI supondría un varapalo monumental para el eterno partido mexicano a un año de las elecciones presidenciales, después de haber perdido el pasado año el poder en cuatro Estados donde siempre había gobernado. La consolidación del hartazgo de los mexicanos ante una forma de ver la política. Una victoria de Del Mazo, el más joven de los candidatos (41 años), supondría un jarro de agua fría para quienes confían en que ha llegado el momento de un cambio en México. De hecho, salvo en caso de un triunfo rotundo, ni siquiera la victoria garantiza estabilidad al partido de gobierno, ante el desánimo generalizado del país. Si el inicio del sexenio de Peña Nieto transmitió cierta esperanza por las reformas emprendidas, la sensación al final de su mandato es la de colapso, en un país que carga con más de 100.000 muertos y al menos 30.000 desaparecidos en la guerra contra el narcotráfico que emprendió Felipe Calderón.
La victoria de Delfina Gómez supondría el primer gran triunfo de López Obrador al frente de una organización creada a su antojo. Sin oponente claro en el resto de partidos, el líder de Morena encabeza las encuestas a nivel estatal. No obstante, su omnipresencia en la campaña ha vuelto a poner de manifiesto que el rival más duro para López Obrador no está en otro partido: es él mismo. En las pocas entrevistas que ha dado se ha mostrado dubitativo, cuando menos; desafiante en otros casos, ha vuelto a enarbolar la bandera del fraude en caso de derrota antes de los comicios y ha tratado de obviar asuntos controvertidos, como la crisis de Venezuela. La victoria de su candidata daría un espaldarazo para López Obrador, pero también le pondría ante una doble encrucijada: Morena tendrá que demostrar que, pese a ser una organización joven, está preparada para asumir una estructura administrativa compleja, como es la del Estado de México, con miles de cargos de confianza del PRI. Además, la victoria de Gómez colocaría aún más los focos sobre López Obrador, camino de julio de 2018.
El gran derrotado en el Estado de México, a tenor de las encuestas, sería el Partido de Acción Nacional (PAN), cuya aspirante, la excandidata Josefina Vázquez Mota, partió como la gran apuesta del partido para sacar al PRI del poder y se ha desmoronado hasta la cuarta posición. El PAN, no obstante, podría hacerse con la gobernación de Coahuila, otro Estado que nunca ha estado en otras manos que no sean las del PRI. La sorpresa en el Edomex ha venido por la izquierda, con Juan Zepeda, del PRD, quien ha ido escalando en porcentaje de votos al tiempo que rechazaba los constantes llamamientos de López Obrador para que declinara a favor de la candidata de Morena.
El nivel de participación será determinante para calibrar el vencedor en el Estado de México. En las tres últimas elecciones, la participación ha estado siempre por debajo del umbral del 50%: hace tres años, se quedó sin votar un 54%. El PRI trataba los últimos días a contra reloj para hacer notar su músculo y movilizar al electorado, mientras Morena ha enarbolado la bandera del fraude en previsión de que un resultado que se antoja ajustado. Una situación demasiado conocida para un país exige cambios.
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