La noche fatal de cuatro ‘mirreyes’
EL PAÍS reconstruye el choque de la muerte de cuatro jóvenes que viajaban de madrugada en un coche de lujo a casi 200 kilómetros por hora por la principal avenida de la Ciudad de México
Eran casi las doce de la noche y Karla Saldaña ya se había puesto el pijama, le había mandado un mensaje de Whatsapp a su marido desde la casa de su madre y pensaba irse a dormir. Media hora más tarde, apareció Pepillo. Y los primeros minutos del 31 de marzo cambiarían para siempre su historia. Ninguno de los dos regresó a casa. Tampoco Carlos Martínez ni Claudia Ivonne Reyes. Los cuatro se subieron a un coche de lujo que recorrió tres kilómetros en un minuto. Había alcanzado casi los 200 por hora cuando colisionó contra un poste. La estructura dividió al coche en dos y los cadáveres de los cuatro jóvenes acabaron tendidos sobre una de las avenidas más importantes de la capital. El conductor está vivo y acusado de homicidio. Una botella de ginebra amaneció regando el suelo de la escena del crimen. Así fue la noche más terrible del mirreynato.
No es tan común en México que la sangre manche el chasis de un BMW. Menos aún, que los cuerpos de cuatro jóvenes de clase media-alta, también conocidos como mirreyes, acaben desmembrados sobre las aceras de la Ciudad de México. Las imágenes pusieron la piel de gallina a un país resignado a desayunar con noticias violentas. Porque la cabeza seccionada que rodaba por la carretera podría ser la tuya, o la de tu hija o tu hermana. No había sido el narco, sino la combinación de alcohol y velocidad.
3.28 de la madrugada del viernes 31 de marzo: Salen del bar. Los cinco jóvenes, de entre 27 y 30 años, salieron del local Barezzito, ubicado en la exclusiva zona de Polanco. El establecimiento, decorado con sillones de terciopelo de baja altura, recibe a sus clientes desde las siete de la tarde con cubos de hielos patrocinados por Sky Vodka. Carlos Villuendas había pedido a los encargados del lugar que le trajeran su coche. Un BMW blanco, con el que, según los testimonios de sus amigos, le gustaba salir a "pavonearse". Sobre el edificio cuelga una manta en la que advierte: "Atención, los establecimientos de esta plaza no entregarán automóviles a personas en estado de ebriedad. Si tomas, no manejes". Los empleados de la pastelería de enfrente aseguran que se colocó después del suceso.
Durante las dos semanas siguientes, las claves del caso se han ido desvelando como las capas de una cebolla. Un programa de Televisa reveló el precio de la fiesta: más de 11.000 pesos (casi 600 dólares) en botellas y shots, unos tickets que forman parte de la investigación de la Fiscalía. El novio de Karla, Benito, pensaba darle un anillo de matrimonio después de haberse casado en secreto por lo civil. Carlos Villuendas no quiso hacerse las pruebas de alcoholemia, pero todos los médicos que lo atendieron aseguraron por escrito que hasta 17 horas después seguía oliendo a alcohol, según los certificados oficiales a los que ha tenido acceso EL PAÍS.
3.32 del viernes: 200 kilómetros por hora. Villuendas toma una de las avenidas más importantes de la capital, el Paseo de la Reforma. A esas horas del viernes estaba prácticamente despejada. Iba en línea recta hacia la casa de Karla. Las cámaras de seguridad grabaron cómo el coche de alta gama voló por la avenida ignorando cualquier semáforo. Había alcanzado casi 200 kilómetros por hora.
3.33: La colisión mortal. Después de atravesar a gran velocidad un tramo más elevado, todo apunta a que el conductor perdió el control y fue incapaz de terminar la curva. Chocó violentamente contra el primer poste de una esquina donde nace un desvío que lleva directamente a la puerta de la emblemática torre del BBVA Bancomer. Y el vehículo se partió desde el morro hasta la cajuela, se hizo añicos y los cuerpos salieron disparados varios metros. Los peritos creen que las piezas del coche actuaron como cuchillas y seccionaron brazos, piernas y hasta una cabeza. Villuendas quedó intacto entre las bolsas de aire de su BMW blanco.
En el tronco del arbol ha quedado incrustado para siempre un pedazo del coche. Junto a un altar improvisado con 45 velas y fotos de las víctimas, un grupo de visitantes especulan la trayectoria mortal del BMW. "Chocó aquí mismo. El poste actuó de cuchilla y como iba de rápido cortó al carro en dos. Después las piezas salieron disparadas por todas partes. Ahí mismo estaba el cuerpo de uno", cuenta una señora que pasea junto a su hijo por Reforma. Él graba todo en vídeo como si se tratara de un documental. Todos se fijan en el engranaje adherido al tronco y lo tocan primero, intentan arrancarlo después.
Una hora después del choque: "¡El conductor está vivo!". Los primeros en acudir a la tragedia fueron los policías que patrullaban las calles aledañas. Ante tal masacre, los paramédicos dedujeron que ahí no quedaba nadie a quien salvar. Villuendas, oculto como entre los escombros de un terremoto, permanecía inmóvil mientras recogían los restos de la catástrofe. Fueron los bomberos quienes advirtieron que quedaba uno. Llegó una hora después al hospital y los médicos concluyeron que sólo tenía unos cuantos golpes. Nada grave. Estaba desorientado y "poco cooperador". Y, según acreditó por escrito un médico en un documento al que ha tenido acceso este diario: "Olía a alcohol". Una prueba clave en el caso, porque endurece el delito de homicidio y lo enfrenta a una pena de hasta 20 años de cárcel. Sin embargo, dio negativo en las pruebas de cocaína, canabinoides, anfetaminas, morfina o benzodiazepinas.
8.00 de la mañana del viernes: La búsqueda. Benito comienza a buscar a su esposa, que vivía en casa de su madre. La hermana de Karla estaba convencida de que seguía dormida, pues la habían visto irse a la habitación con el pijama puesto. Los padres de Luis Fernando García, conocido como Pepillo —amigo de Karla desde la infancia y el único que conocía a Villuendas— descubre por las noticias que el coche del aparatoso accidente de Reforma era el del amigo de su hijo. A Claudia la encontró su primo que es paramédico. Carlos Martínez fue el último al que buscaron.
Dos semanas después, cada avance sobre el accidente de Reforma, conocido como el caso BMW, ocupa las primeras páginas de la prensa local. Y el conductor permanece en prisión, a la espera de un juicio que promete librarse también fuera de los tribunales. La famosa avenida queda marcada para siempre por el choque mortal que México no olvida.
Una cita improvisada
Antes de la madrugada del viernes, no todos los que se subieron al coche BMW se conocían. Estas son las víctimas y su relación.
Karla Saldaña, de 29 años. Su abogado cuenta a este diario que, aunque ahora tiene un ritmo de vida alto, lo que ha conseguido se debe a su "esfuerzo". Administraba un negocio de catering y tenía una joyería. Estaba casada por lo civil con Benito Jiménez, pero la madre de Karla no lo sabía, vivía todavía con ella. Hacia ese domicilio se dirigía el coche. Conocía a Luis Fernando, Pepillo, desde la infancia y esa noche iba con él.
Carlos Roberto Martínez Zorrilla Kuthy, 27 años. Era ingeniero y trabajaba en la empresa multinacional Johnson Controls, especializada en tecnología industrial, para edificios y el sector automotriz. Era amigo de Claudia Ivonne, según la investigación del caso.
Luis Fernando García Heredia, 30 años. Era abogado, hacía también negocios de asesoría fiscal. Era el único, según la carpeta de investigación, que conocía a Carlos Villuendas porque era su vecino, también era el amigo de Karla desde la infancia y el que la recogió esa noche de su casa.
Claudia Ivonne Reyes Millán, 27 años. Trabajaba en American Express y era amiga de Carlos Martínez, no parece que conociera anteriormente a Carlos Villuendas.
Carlos Villuendas, 33 años. Trabajaba como chofer de una amiga de su madre, Lorena, y tenía dos negocios en Cuernavaca (a 80 kilómetros al sur de la capital de México). Una heladería llamada Pili y un local de alitas, que se llama Las alitas de al lado, en un centro comercial. La defensa de Karla sospecha que el coche BMW blanco se lo había regalado Lorena. Su padre es José Luis Villendas, quien fue comandante de la policía judicial capitalina, acusado en 1980 de tortura, extorsión y abuso de autoridad. En 2002 fue encarcelado por falso testimonio, pero lo liberaron por falta de pruebas. Villuendas hijo se enfrenta al delito de homicidio culposo agravado, con una pena de hasta 20 años de prisión.
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