Los ‘gordos’ de la CGT se enfrentan a la furia de los trabajadores
Los líderes de la principal central obrera huyen custodiados de un acto al no fijar fecha para una huelga
Las calles de Buenos Aires marcan como ningún dirigente el pulso al presidente Mauricio Macri, sobre todo en una semana que arrancó con tres días de huelgas y protestas. Todo sucede en la ciudad que lo catapultó al sillón presidencial. Sin embargo, una pequeña ayuda parece acercarle un poco de calma. En forma impensada, o no tanto para algunos argentinos, esa mano vino por el lado de la principal central obrera del país: la Confederación General del Trabajo (CGT), dirigida por un triunvirato confirmado por los dirigentes Juan Carlos Schmid, Héctor Daer y Carlos Acuña; los “gordos”, según el nombre que reciben en la jerga. Los tres tuvieron que huir este martes escoltados del palco instalado en las puertas del ministerio de la Producción, asediados por las piedras y los insultos de grupos que les exigieron la convocatoria a un paro de 24 horas contra el Gobierno.
Los trabajadores y las comisiones internas de las empresas sitiaron el centro de la ciudad de Buenos Aires desde muy temprano con bombos, banderas y canticos. La convocatoria de la CGT fue un éxito, potenciada por la inusual presencia de un buen número de ciudadanos independientes, sin grupo de pertenencia. Así y todo, se sentía un apoyo embargado hasta el posible anuncio de huelga general que se gestaba en el seno de la cúpula sindical. "Vamos al paro compañeros", era el grito generalizado. La expectativa creció el lunes, cuando Acuña puso como fecha límite para la huelga el 31 de marzo. “Ya tenemos el paro nacional, quédense tranquilos”, dijo ante decenas de miles de docentes en huelga. Pero la fecha no llegó. Los líderes sindicales confirmaron la convocatoria a una huelga "hacia fin de mes o principios de abril", pero enseguida la condicionaron a que el Gobierno de Macri modifique su política económica.
Muchos manifestantes leyeron eso como una claudicación, una mano tendida al Gobierno. Acuña terminó huyendo de la marcha, escoltado por una decena de guardaespaldas y tocando timbres a los edificios del microcentro en busca de un resguardo salvador. Detrás de él, una horda enfurecida le tiraba proyectiles al grito de “Paro general" y “Poné la fecha, la puta que te parió".
Schmid, Daer y Acuña volvieron a prometer una huelga general a la que no le pusieron fecha. Lo mismo que hicieron en la movilización de abril de 2016. Desde ahí venía el escepticismo de los trabajadores. Fabián Obregón, un curtidor que vive en La Plata, dijo a EL PAÍS que tienen " mucha impotencia". "Todo lo que logramos hoy lo estamos perdiendo, entonces nosotros, que estamos todos los días en la calle, pensamos que las bases van a mover y que los de arriba nos tienen que hacer caso”, opinó. Ariel Bravo, trabajador gráfico de la Casa de la Moneda, se sumó al reclamo de Obregón: “Al abrir el mercado externo han cerrado muchos talleres chicos y empresas recuperadas. Esto no da para más, se están burlando de los trabajadores y todo es para los ricos. Acá hace rato que estamos esperando la huelga nacional, a este gobierno se le perdonó muchas cosas y a la CGT no le va a quedar otra que convocar al paro. Si no lo hacen se estarían tirando en contra de los mismos trabajadores”.
Julio Sigales trabaja en el sector lechero, uno de los más golpeados por la crisis en Argentina. Consultado acerca de la posibilidad de que no se fije fecha para la huelga general, fue categórico al responder que “el paro es la única salida que hay y lo tendríamos que haber hecho hace muchos meses antes”. Javier Tocci, delegado judicial en el ministerio público de la Defensa, opinó que “esta movida se pedía hace rato, desde el año pasado, cuando trabajadores de todas las áreas vimos reducido nuestro poder adquisitivo, con paritarias que en ningún caso superaron a la inflación. Espero que terminemos con un paro general, somos muchos los gremios de la CGT que lo estamos pidiendo”.
Otro sector complicado, a pesar del crecimiento de las exportaciones, es el rubro aceitero. “Había muchas ganas de marchar porque más allá de que nuestra actividad es una de las más beneficiadas, ves que con el aumento de tarifas un montón de otras actividades se van cayendo y siempre tenemos un pariente o un amigo que se queda sin trabajo”, explicó Jorge Theler, llegado desde San Lorenzo, en Santa Fe, a 325 kilómetros de Buenos Aires. “La presión la va a tener la CGT”, concluyó el hombre cuando se puso en duda la realización de la huelga.
El acto central estaba programado para las 16 horas, sin embargo, minutos después de las 15 tomó la palabra Carlos Acuña. Pidió respuestas al Gobierno Nacional, felicitó a los trabajadores presentes y confirmó el compromiso de la CGT con el paro internacional de mujeres a realizarse este miércoles. El discurso se prolongó sin confirmar una fecha que concretara la promesa hecha un día antes y desde las columnas empezó a escucharse el grito “paro general”. “Vinimos a anunciar que va a haber medida de fuerza en Argentina hacia finales de este mes”, retrucó Juan Carlos Schmid, cuando le tocó su turno. La tensión era cada vez más creciente entre los trabajadores y explotó cuando el último orador, Héctor Daer, dijo que "la fecha está puesta" pero sólo "si el Gobierno no rectifica sus medidas”.
La indecisión colmó los ánimos y se transformó en incidentes y enfrentamientos; los dirigentes tuvieron que huir del escenario que, minutos después, fue ocupado por los manifestantes. Les gritaban “traidores”, “ratas” y les acusaron de “negociar con el hambre del pueblo”. Al calmarse los ánimos fueron muchos los que recordaron aquella frase de Perón que advierte: “Cuando los pueblos agotan su paciencia, hacen tronar el escarmiento”.
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