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La segunda vida del bus escolar de Estados Unidos

Una vez que termina su vida útil en EE UU y Canadá, los vehículos se utilizan en Guatemala, Honduras, El Salvador y Nicaragua como medio de transporte público

Vídeo: Video: Andrés Rodríguez/ GETTY
Andrés Rodríguez

Un ómnibus recorre la ruta que conecta al departamento de Managua con el de Granada. Dentro, van más de 60 personas apretujados con una temperatura superior a los 30 grados. El chófer se detiene cerca de una gasolinera para que otras 10 personas suban y dice: “Avancen, que al fondo hay lugar”. El ayudante que anuncia las paradas recalca el pedido de su jefe a una mujer, que agarra de la mano a su hijo: “Dale reina, hacete para atrás, que tengo un montón de gente en la puerta”. Nada de esto sería anormal en el diario vivir de los nicaragüenses, salvo por el hecho de que el vehículo que los transporta es un autobús escolar que proviene de Estados Unidos.

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Los buses, de color amarillo y negro, pueden medir hasta 12 metros de largo y son utilizados para transportar a los estudiantes de primaria y secundaria estadounidenses. Una vez que termina su vida útil en EE UU y Canadá, ya sea porque tienen un recorrido de 240.000 kilómetros o porque cumplieron 10 años de uso —según dicta la ley en algunos Estados—, deben ser retirados. Es en Guatemala, Honduras, El Salvador y Nicaragua donde las máquinas obtienen su segunda vida como transporte público.

Reynaldo Mejía es conductor de autobús desde hace más de tres décadas y dice que son miles los vehículos de transporte público que recorren las vías interdepartamentales. No tienen un tiempo de uso establecido, eso depende de "lo que le pueda sacar el dueño". "Es dado de baja por dos razones: porque chocó o porque se quebró la carrocería o el chasis, pero si el dueño ve que el bus tiene un problema, lo repara y sigue", añade el chófer.

José Ramírez es hondureño y se dedica a la importación de estos omnibuses desde hace más de 20 años. Dice que la marca Blue Bird es la mejor, seguida por las manufactureras Thomas y Carpenter. Unas tres veces al año, este empresario manda a cuatro de sus empleados a recoger los autobuses que compró en línea. Los chóferes retornan manejando a su país en un viaje de ocho días, aproximadamente, desde Boston, pasando por México y Guatemala. Les paga 900 dólares por viaje, además del pasaje en avión y los gastos para la alimentación. "Yo ya no lo hago, es muy peligroso por el riesgo de secuestro y extorsión. Mi gente viaja en caravana para evitar cualquier ataque".

Cuando Ramírez compra los autobuses, prefiere que sean de la Costa Este. De Estados como Massachusetts, Virginia, Georgia, Nueva York, entre otros, porque son más baratos. "Están maltrechos", afirma, debido a los inviernos duros y el derretimiento de hielo corrosivo. Por lote, cuestan en su origen de 4.000 a 10.000 dólares. Los venden entre 18.000 y 20.000 dólares, dependiendo del año y el estado del vehículo. Con un poco de suerte, se pueden encontrar vehículos de 2010, que son los más nuevos disponibles en el mercado de segunda mano. "Son un poco más caros, cuestan entre 20.000 y 22.000 dólares", precisa.

Una vez en Centroamérica, reciben un mantenimiento y embellecimiento según el gusto del cliente, cuenta Lucas Herrera, que tiene su negocio en la terminal Israel Lewites, en el suroeste de Managua, desde hace 15 años.Leandro Potosme es tapicero desde hace 18. En su taller modifican los asientos. Donde caben dos escolares, pueden entrar tres adultos bien apretados después del cambio. Así pueden ir tres pasajeros sentados en una fila del ómnibus y dos del otro lado.

Los autobuses escolares no terminan su transformación hasta que reciben una seña de identidad elegida por su propietario. La pintura amarilla de la carrocería cambia por un color verde brillante, con tonos rojo y azul. Algunos eligen llamas de fuego a los costados. La modificación puede costar alrededor de 1.500 dólares. Los vehículos reciben el toque final al ser rebautizados —Junior, Evelyn o El Humilde— y reemplazando al nombre del distrito de donde provienen. Algunos dueños optan por frases religiosas como "En Dios confío". Es una petición para que proteja al chófer y a los pasajeros los próximos 10 años de este autobús en su nueva vida.

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Sobre la firma

Andrés Rodríguez
Es periodista en la edición de EL PAÍS América. Su trabajo está especializado en cine. Trabaja en Ciudad de México

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