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Tribuna
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La cara oscura de la política de la imagen

Se confirma aquel adagio: todo lo que sube baja

El Primer Ministro de Canadá, Justin Trudeau, echó por la borda su imagen de político cool y simpático, cuando perdió la paciencia en la Cámara de los Comunes, se levantó de su curul y se acercó a un grupo de miembros del parlamento para obligarlos a que retomaran el voto que estaba pendiente sobre la ley de eutanasia que promueve su gobierno liberal. En medio de la melé, el Primer Ministro Trudeau le dio un codazo a una diputada de la oposición oficial, en un gesto no intencional pero que proyectó una imagen de un hombre ofuscado y fuera de control. Trudeau pidió disculpas a la diputada y a sus colegas del parlamento en plena cámara. Como dicen los periodistas aquí, no fue un buen día para el joven Primer Ministro.

El incidente, poco usual en la generalmente civilizada política canadiense, revela varios asuntos ligados con lo que podríamos calificar como la política de la imagen que hoy arropa tanto a progresistas como a conservadores, a populistas como a liberales. Poner todos los huevos en la canasta de la imagen tiene sus riesgos, y ha quedado demostrado en el caso de Trudeau.

Un solo evento ha puesto en tela de juicio la percepción que muchos canadienses tenían de él como político dado a la conciliación y abierto a reconocer las diferencias y la diversidad. Unos segundos bastaron para mostrar que el Primer Ministro canadiense también puede lucir intolerante, impaciente e incluso agresivo si no logra lo que quiere.

De hecho, muchos canadienses votaron por él y la mayoría liberal en el parlamento, pues ya estaban cansados del tono de confrontación y sectario del anterior Primer Ministro, Stephen Harper. Pero Trudeau, con su gesto impertinente y fuera de lugar (tendría que haber sido el Speaker of the House el que llamara al orden a los diputados), mostró que puede ser también un político agresivo. Lo contradictorio es, además, que esa sesión del parlamento estaba consagrada a votar una ley del “buen morir” o de eutanasia, tema que requiere una discusión equilibrada plena de consideraciones morales y legales ligadas a la misma idea de compasión.

La política de la imagen da frutos pero es brutal cuando falla. Donald Trump es otro caso emblemático. Ahora está montado en la cresta de la ola impulsada por la simpatía de electores hartos del status quo en la política de Estados Unidos. Trump tiene, sin embargo, muchos flancos débiles (que no se veían, por cierto, tan claramente en el caso de Trudeau), y más pronto que tarde serán explotados por sus adversarios políticos, tanto democráticas como republicanos.

Otro ejemplo viene del campo del populismo latinoamericano. El “Comandante Eterno” Hugo Chávez ha visto su “legado” vuelto trizas por el incompetente Nicolás Maduro y una camarilla de civiles y militares corruptos. Aunque el mismo Chávez es responsable del desastre que vive hoy Venezuela, la imagen del chavismo como movimiento político está sufriendo un daño que impactará negativamente su futuro. La política de la imagen confirma aquel adagio: todo lo que sube baja.

*Isaac Nahón Serfaty es profesor en la Universidad de Ottawa (Canadá).

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