El parón económico reaviva la desafección política en Latinoamérica

Sólo el 37% de la población de la región aprueba la calidad democrática de sus países, la tasa más baja en 10 años

Vista una favela junto a edificios modernos en Río de JaneiroR. MORAES (REUTERS)

Los motores de las economías latinoamericanas están perdiendo fuerza. El maná de las materias primas a precios altos se ha esfumado y el tirón de la locomotora china, el primer importador de commodities del mundo, es cada vez más débil, atenazado por la crisis interna del gigante asiático. El crecimiento económico en la región ha entrado en una fase de hibernación –los pronósticos de los organismos internacionales ronda el 1% para el medio plazo– tras más de un lustro de vigorosos avances. Y con...

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Los motores de las economías latinoamericanas están perdiendo fuerza. El maná de las materias primas a precios altos se ha esfumado y el tirón de la locomotora china, el primer importador de commodities del mundo, es cada vez más débil, atenazado por la crisis interna del gigante asiático. El crecimiento económico en la región ha entrado en una fase de hibernación –los pronósticos de los organismos internacionales ronda el 1% para el medio plazo– tras más de un lustro de vigorosos avances. Y con el enfriamiento de la economía, llegan también los vientos de preocupación política. Sólo 37% de la población latinoamericana se muestra satisfecha con la calidad democrática de sus respectivos países, según un amplio estudio de la consultora chilena Latinobarómetro basado en encuestas realizadas en 17 Estados.

Las relaciones entre el estado de salud de la economía y el grado de aprobación de las instituciones políticas son dibujadas como dos líneas paralelas en el informe, que lleva realizándose desde hace dos décadas. De la mano de la caída del PIB en la región, este 2015 se ha registrado el grado de afección política más bajo de los últimos 10 años. Confirmando la misma lógica, el desaliento político tocó suelo en 2001, coincidiendo con la última gran crisis económica para Latinoamérica.

“El crecimiento, las reformas, la expansión de derechos y la expansión de acceso a servicios han llegado sin duda a un segmento de la población que nunca antes había podido disponer de ellos. Es la nueva clase media. América Latina nunca antes había vivido un período sostenido de tanta prosperidad, pudiendo sacar de la pobreza cerca de 100 millones de habitantes”, constata el informe.

Sólo un 31% del total encuestado se siente representado por su gobierno

La conclusión destilada por Latinobarómetro tras estas dos décadas pulsando el estado de ánimo político de la región es que el vaso está medio lleno. “Pero ese vaso mitad lleno trae consigo la impaciencia, la incertidumbre y la angustia de no retroceder, cuando viene una pausa en el ciclo de prosperidad, tal como la desaceleración actual, produciendo la protesta ante las inminentes amenazas que se ciernen sobre lo logrado”, añade.

Ante la incertidumbre económica el dedo apunta a la clase política. El nivel de aprobación de los gobiernos ha caída hasta el 47% este año desde el 60% en 2009, cuando la maquinaria económica de la región avanzaba a todo gas. Únicamente cuatro países registran más de la mitad de su población satisfecha con su democracia: Uruguay, Ecuador, Argentina y República Dominicana, que coinciden con los Estados una brecha social más baja. En el otro lado de la balanza si sitúan México (21%), que sigue sufriendo el lastre de la inseguridad y la violencia, y Brasil (19%), inmerso en una recesión económica y salpicado por el grave escándalo de corrupción en Petrobras, su petrolera estatal.

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En Chile sólo un 5% dice que la distribución de la riqueza es justa

“La desigualdad es los que marca a la región”, subraya el estudio. Más de 100 millones de trabajadores –casi la mitad fuerza laboral de la región–están en la sombra de la informalidad y en la gran mayoría tiene unos ingresos por debajo del umbral de la pobreza. Ecuador, Bolivia y Nicaragua son los tres países donde hay más ciudadanos que creen que la distribución de la riqueza es justa. En Chile, por el contrario, sólo un 5% dice que la distribución de la riqueza es justa. La sensación de justica social en Venezuela está por encima de la media, pero se ha recortado a la mitad en los últimos dos años.

Sólo un 31% del total encuestado se siente representado por su gobierno y un 70% se muestra desafecto con el congreso de su país. Otra de las fotografías del estudio es una electorado casa vez más polarizado ideológicamente. La proporción de encuestados que se hacen llamar de centro en lugar de izquierda o de derecha se ha reducido del 42% en 2008, al 33 % en este año.

El desempleo es percibido como el principal problema en Colombia, Costa Rica y Nicaragua. “La ciudadanía tiene suficiente información y sobre todo experiencia para saber qué ha sucedido con las promesas de los gobiernos pasados: la distribución del ingreso y la riqueza, la protección social, las garantías sociales, las oportunidades, la igualdad ante la ley, la justicia y la seguridad ciudadana”, expone el informe. La desconfianza hacia las estructuras económicas y políticas queda plasmada en el ranking de las instituciones sociales mejor valoradas por los latinoamericanos: la Iglesia, la familia, y la vecindad.

La corrupción es el primer problema para los brasileños

Brasil es el único país en el que la corrupción es percibida como el mayor de los problemas. El escándalo por la red de negocios fraudulentos destapado en Petrobras, el gigante petrolero estatal, ha desatado fuertes protestas en el país y ha colocado contra las cuerdas a la presidenta Dilma Rousseff. Si en 2010, aún con Lula Dos Santos como presidente, tan solo el 3% de los brasileños apuntaban a la corrupción como el reto de más gravedad para el país, el porcentaje este año ha subido al 22%, por encima incluso del nivel registrado en 2005 durante el escándalo por la compra de votos en la campaña electoral.

La sensación de los encuestados brasileños sobre el grado de penetración de la corrupción en la sociedad también lidera la tabla. El 70% de la población dice estar al tanto de al menos un acto de corrupción. Este porcentaje es el doble que el segundo de la lista, Paraguay, con un 37%. Brasil, Argentina y México son los países donde una menor cantidad de personas cree que se ha progresado en la lucha contra la corrupción.

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