Sánchez no debería volver a ser candidato
Cuando el Presidente se decida a convocar elecciones, podría indicar una nueva candidatura, a ser posible, una mujer con vocación de diálogo
Es difícil negar que en los últimos tiempos, los dos partidos mayoritarios, el Partido Popular y el Partido Socialista, ...
Es difícil negar que en los últimos tiempos, los dos partidos mayoritarios, el Partido Popular y el Partido Socialista, están desarrollando políticas de crispación y falta absoluta de diálogo que provocan el crecimiento electoral del partido más populista. Sin necesidad de explicar un posible programa, Vox está consiguiendo un incremento notable de votos, no lo suficiente como para poder gobernar en solitario, pero sí para dejar claro al PP que no tendrá mayoría parlamentaria sin su ayuda. Por su parte, Pedro Sánchez aguantará en el cargo el tiempo que aguante e intentará llegar a la nueva convocatoria de elecciones presentando una hoja de resultados económico-sociales que pueda resultar atractiva para un sector de la población, pensionistas incluidos.
Pero diga lo que diga Sánchez, en estos momentos es muy difícil que el presidente del Gobierno renueve su candidatura personal. Es cierto que el PSOE no tiene ningún candidato mejor, pero las ventajas que pueda presentar Sánchez no son comparables con el rechazo visceral que provoca en sectores que no están dispuestos a valorar siquiera su candidatura. Lo esperable es que, cuando se decida a convocar las elecciones, Sánchez indique a su partido un nuevo candidato, a ser posible una mujer, con una imagen más cercana a una posible vía de diálogo.
La vía de confrontación permanente que Sánchez no rehúye, sino que alienta (perfectamente adaptada al camino que marca el Partido Popular), dejará una huella terrible en la política española, como muy bien resaltó el rey Felipe en su excelente discurso navideño. Lo pagaremos todos. Y difícilmente ayudará a crear una alternativa de derecha moderada. Lo intentó la candidata popular en Extremadura y fracasó: tendrá que buscar el acuerdo con Vox y además abrirá el camino a nuevas negociaciones en las elecciones autonómicas de Castilla-León, Aragón y, la joya de la corona, Andalucía, la única comunidad autónoma en la que el PP, con un candidato y un programa moderados ha conseguido moverse con mayoría absoluta, un auténtico triunfo, difícil de convalidar, pero que sería muy necesario para tranquilizar el panorama político. Las elecciones andaluzas merecen atención: si el PP consigue mantener una mayoría absoluta en Andalucía, quedaría todavía abierta la posibilidad de una reforma del debate político en términos menos brutales que los actuales.
Es difícil pasar de ejercer el poder a encabezar la oposición. En el caso del PSOE ese hecho ha sucedido en dos ocasiones y en las dos el tránsito se ha hecho de la peor manera posible, exhausto, sin liderazgo claro y con fuertes disputas internas.
Desde 1996, en que los socialistas perdieron las elecciones, hasta la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero a la secretaría general del PSOE en el congreso de 2000, pasaron cuatro años en los que el partido cambió dos veces de liderazgo (Joaquín Almunia y Josep Borrell), se vio agitado por fuertes disputas internas y acabó cosechando en las elecciones generales de marzo de 2000 su peor resultado hasta ese momento.
Zapatero cambió radicalmente de tono como consecuencia del apoyo prestado por Aznar a la invasión de Irak y supo movilizar a la ciudadanía. Los atentados islamistas del 11 de marzo de 2004 y la insólita actuación del Gobierno del Partido Popular, intentando ocultar esa autoría, ayudaron a impulsarle a la presidencia del Gobierno.
El nuevo periodo de gobierno socialista, que consiguió un éxito como el definitivo abandono de las armas por parte de ETA y notables avances en el reconocimiento de derechos de las minorías acabó, una vez más, mal, con fuertes divisiones internas y sin una sucesión clara. Zapatero abandonó el poder a finales de 2011, en medio de una enorme crisis económica no reconocida a tiempo y sin un sucesor claro.
La llegada al poder de Pedro Sánchez, desbancando con una moción de censura a Mariano Rajoy, fue un episodio aún más truculento de la política española, por la gran ruptura interna que supuso en el PSOE, que no ha conseguido cambiar de clima en todos estos años. Y la fragilidad con la que se está desarrollando esta etapa permite pensar que el Partido Socialista volverá a las andadas cuando llegue el momento de pasar de nuevo a la oposición. Sin líder claro y exhausto.