Nesrine Malik, periodista: “Quien quiere que el mundo sea más conservador tiene un interés económico en ello”
La ensayista sudanesa afincada en Reino Unido alerta contra los mitos fabricados por los conservadores. La izquierda, dice, debe hacer atractiva la solidaridad
La guerra de Sudán irrumpió de golpe en abril de 2023, y desde entonces se estima que han muerto unas 150.000 personas. El conflicto enfrenta a las Fuerzas Armadas de Sudán y a las Fuerzas de Apoyo Rápido, ...
La guerra de Sudán irrumpió de golpe en abril de 2023, y desde entonces se estima que han muerto unas 150.000 personas. El conflicto enfrenta a las Fuerzas Armadas de Sudán y a las Fuerzas de Apoyo Rápido, que cuentan con apoyo armamentístico y financiación por parte de Emiratos Árabes Unidos y perpetran masacres cuyo rastro sangriento se puede ver desde el espacio. Este conflicto ha quedado enterrado bajo los escombros de la convulsa actualidad. Pero para la periodista y escritora Nesrine Malik, la guerra de Sudán está muy presente. Nacida en Jartum hace 50 años, a los 20 se fue al Reino Unido, donde ha desarrollado su carrera, y ahora es columnista en The Guardian. Explica cómo le afectó: “Me sentía muy afortunada de tener una vida en Occidente, pero yo tenía mi hogar en otro lugar, tenía lo mejor de ambos mundos, con lo cual no me planteaba mucho mi identidad. Cuando empezó la guerra sentí que por fin había llegado a Occidente, porque ya no tenía otro lugar al que ir”, relata Malik antes de participar en un debate en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB).
En la guerra de Sudán, como en la de Gaza o en Ucrania, las narrativas tienen un papel primordial. El libro con el que Malik se dio a conocer, We need new stories. Challenging the toxic myths behind our age of discontent (Necesitamos nuevas historias. Desafiando los mitos tóxicos de nuestra era del descontento; sin traducción al español), quería explicar hechos pasados, pero terminó siendo premonitorio. Publicado a mediados de 2019, el ensayo que le abrió las puertas de la Royal Society of Literature analiza cómo la política y la economía, especialmente desde la derecha, han fabricado mitos que se presentan como hechos naturales que han dado lugar a fenómenos como Trump. Que luego viniese la pandemia, un renovado auge de los ultras, guerras brutales y una segunda Administración de Trump no ha hecho más que confirmar sus tesis. Si Roland Barthes consideraba, en Mitologías, que los mitos son tan fuertes que lo único que se puede hacer es resignificarlos, Malik cree que hay que crear nuevas historias.
Pregunta. ¿De dónde vienen estos mitos y por qué es tan difícil darles la vuelta?
Respuesta. En sí mismos no son algo malo, los necesitamos para organizar la sociedad. El problema es cuando se corrompen y llevan a un grupo a tener sensación de superioridad, excepcionalidad. Entonces empieza la jerarquía, el racismo, la reclusión en tribus. Todo esto que consideramos inevitable está dirigido. Y la izquierda tiene que crear sus propias historias.
P. ¿La creación de estas historias es un proceso inconsciente?
R. Por parte de la clase dirigente no, es muy consciente y concreta. La cantidad de dinero que los think tanks de derecha gastan para apoyar estas historias es enorme, particularmente en EE UU. Ya se hacía en las universidades de los años sesenta. Los progresistas no somos muy buenos en esto.
P. ¿Es porque son menos monolíticos?
R. Una razón es que simplemente no tenemos el tipo de fondos que tiene la derecha. Por definición, quien quiere que el mundo sea más conservador tiene un interés económico en ello. La otra es que la derecha siempre lucha, incluso cuando es popular y está en el gobierno. Cree que los progresistas han ganado el espacio cultural, el espacio social y el espacio de valores en general. Hay una cierta autocomplacencia en la izquierda.
P. ¿Qué opina de la victoria de Zohran Mamdani en la alcaldía de Nueva York?
R. Es un buen ejemplo de cómo estas nuevas historias son muy poderosas. La fraternidad, la hermandad y la solidaridad son tanto o más movilizadoras que la crueldad. Mamdani apela a la identidad de nuestras experiencias compartidas. En el pasado, los progresistas se equivocaron en materia de identidad, la llevaron a la representación: se necesita una mujer negra en la Casa Blanca o un representante LGBTQ en el Departamento de Estado, básicamente para incorporarla al establishment, pero no para cambiarlo, solo para ser parte de él.
P. ¿A quién apelan Trump y la derecha?
R. A todos. Su mensaje resuena en personas de todos los orígenes, y por eso la segunda Administración de Trump es tan llamativa, ha ampliado el perfil de quienes le votan. Da soluciones fáciles y un sentido de estatus por encima de los demás. Incluso si eres inmigrante, eres mejor que otro que acaba de llegar. Entusiasma porque rompe con lo tradicional, con la política sobria y abstracta.
P. ¿Los adolescentes son hoy más tendentes a la derecha?
R. Tienden a adoptar las posiciones que les den sensación de certeza. Intentan encontrar su lugar en el mundo, son el cliente ideal. Los estamos decepcionando al no ofrecer visiones nítidas y convincentes sobre la fraternidad, la amabilidad y la solidaridad, que pueden ser también atractivas. Pero los adolescentes son más sociables que los adultos, van a la escuela, interactúan más con lo diferente. Su política no puede ser tan derechista y aislada como la de los adultos.
P. ¿Cuál es el papel de la tecnología en la creación de mitos?
R. Muy relevante. La tecnocracia es también la clase multimillonaria, y tiene un interés de clase en mantener los mitos. Y a las redes sociales les interesa que persistan los mitos de la división y el odio, la lucha y la crueldad. Impulsan la participación, dan tráfico, publicidad y beneficios. Hay toda una economía mitológica que nos atrapa en espacios virtuales con herramientas como loops en los vídeos o scroll infinito. Pero pocos hablan en persona como en internet.
P. ¿Cómo funcionan los mitos en situaciones extremas como la guerra de Gaza?
R. Una de las formas en que se ha procesado este genocidio ha sido hacer que la gente cuestione sus propios ojos y oídos, que no confíe en sus propias facultades, algo increíblemente poderoso. Desde el sionismo y parte de la derecha se ha puesto en duda o negado la muerte y la hambruna. Esta forma de comunicación, esencialmente fascista, se alía con la tecnología y las redes.
P. ¿Por qué recibe Gaza más atención que Sudán?
R. La guerra de Sudán no se financia con el dinero de los contribuyentes occidentales, como sí pasa en EE UU con Gaza. Gaza es un asunto interno para los países occidentales, con gobiernos cómplices, y por eso la gente se preocupa y protesta más. La responsabilidad en el caso palestino es global, Israel se creó a causa de un crimen europeo, el Holocausto judío. El caso de Sudán, que lleva años aislado, es distinto: ni siquiera es una guerra civil, lo es entre dos ejércitos, y el conflicto no está íntimamente ligado a Occidente.
P. Sí hay vínculos a través de terceros, como con Emiratos Árabes Unidos.
R. Sí, lo que está ocurriendo en Sudán es una evolución reciente de la política global. Los países ricos del Golfo están empezando a ser pequeñas potencias imperiales en la región, reforzadas por el ejemplo de EE UU y su visión transaccional de la política exterior, y por la impunidad de Israel en Gaza.
P. ¿Qué siente, como sudanesa, en relación con esta guerra?
R. Han pasado dos años y aún no creo que esté pasando. Es una guerra inusual, rápida. Imagina que llegan aviones de combate, el aeropuerto es bombardeado y por la tarde todos los aviones del aeropuerto de Barcelona están quemados. Así sucedió.