Maggie Nelson, ensayista: “Trump usa a las personas trans como chivos expiatorios; son tácticas de represión que se expandirán”
La escritora californiana publica un libro sobre el intercambio entre generaciones. Señala que la derecha siente ira ante la idea de que exista otro tipo de personas
Han pasado varios años desde la última vez que Maggie Nelson visitó España. Pero la pregunta de un chaval de instituto le sigue resonando en su cabeza. “Me preguntó por qué el fascismo era tan malo para la libertad”, cuenta la autora, que estaba de gira presentando Sobre la libertad (Anagrama, 2022). “Había mucho incrustado en esa pregunta, y, aunque apunté varias cosas en mi respuesta, me di cuenta de que realmente no estaban aterrizando”, recuerda Nelson ...
Han pasado varios años desde la última vez que Maggie Nelson visitó España. Pero la pregunta de un chaval de instituto le sigue resonando en su cabeza. “Me preguntó por qué el fascismo era tan malo para la libertad”, cuenta la autora, que estaba de gira presentando Sobre la libertad (Anagrama, 2022). “Había mucho incrustado en esa pregunta, y, aunque apunté varias cosas en mi respuesta, me di cuenta de que realmente no estaban aterrizando”, recuerda Nelson sentada en un café del barrio de Highland Park, al noreste de Los Ángeles.
Nelson (San Francisco, 1973), profesora de la Universidad del Sur de California, es autora de una decena de ensayos, de los que quizá el más conocido es Los argonautas (Tres Puntos Ediciones, 2018), una obra que borra la frontera entre géneros para relatar su vida junto al artista de género fluido Harry Dodge y la transformación que vivió este mientras Nelson gestaba el hijo de ambos. Ahora regresa con una colección de ensayos. Como el amor reúne entrevistas y textos con ese estilo de amplio rango que la hizo merecedora en 2016 de la beca MacArthur de los genios. En sus páginas aparecen la escritora y activista trans Eileen Myles o críticas a las obras literarias de Ben Lerner o Natalia Ginzburg, entre otros. El título toma el nombre de una frase usada por Hilton Als, el influyente crítico de The New Yorker y comisario de arte. La compilación profundiza la exploración de Nelson en el vínculo entre el arte y el pensamiento, algo que ya abordó en Bluets, una reflexión poética sobre el color azul o El arte de la crueldad (2019), donde sigue la tradición crítica de Susan Sontag sobre las representaciones de la violencia en la cultura. La charla de esta mañana lluviosa deriva forzosamente en Donald Trump y la guerra que el presidente ha declarado al colectivo LGTBIQ+.
Pregunta. Como el amor contiene 31 ensayos, son 20 años de trabajo. ¿Qué los une?
Respuesta. El intercambio intergeneracional. Hablo de quienes han sido mis mentores y lo que he aprendido de la gente que llegó después de mí. Abordo trabajos transgresores de feminismo o teoría queer y arte. Reflejan una sensibilidad particular. Es un retrato social sobre estar vivos.
P. Uno de sus primeros vínculos con el arte fue la poesía. Dice que dejó de escribir poesía cuando se mudó a Los Ángeles.
R. El ensayo es mi forma de mantener el proyecto de la poesía en un sentido más amplio, aunque ya no escriba poemas. Me interesa el uso de las herramientas más eficaces para construir el discurso. Pensar en ideas y el contraste de estas con el sonido de mis oraciones. Ese trabajo para mí es poético.
P. Sobre la libertad llegó a su cabeza antes de la primera presidencia de Trump. ¿Qué tanto ha cambiado desde entonces?
R. Las preguntas que me incomodaban entonces me parecen muy útiles ahora. Ya lo notaba antes, crecí en un entorno muy de derechas, la palabra libertad se usaba para todo. El trumpismo no es diferente de otras dinámicas asociadas al autoritarismo que te hace pensar cosas como: “Voy a subyugar mi libertad a un hombre fuerte que se encargará de las cosas”. Ahí no existe espacio para la autogobernanza, en ejercer la libertad dentro de las comunidades y en cómo la gente se siente ante el degradado estado de nuestra democracia. Es un error dejar pasar la oportunidad de hablar sobre la libertad. Como decía James Baldwin, la libertad real es muy difícil de cargar. Y creo que he conocido a muy pocos, y ninguno de ellos americano, que realmente la haya deseado.
P. Hoy un grupo ha secuestrado esa conversación. ¿Cómo ve la ofensiva de Trump a los no binarios y al colectivo LGTBIQ+?
R. Es un espectáculo horroroso. Por un lado, se siente familiar: crecí en los años del VIH y algunos opinaban que debía encerrarse a esa gente en campos, que algunos preferían que sus hijos estuviesen muertos antes de que fueran gais. Pero no se trata de las minorías, sino que los están usando de chivos expiatorios; son tácticas de represión que se expandirán. Es difícil que la gente se dé cuenta cuando no le son familiares las personas no binarias o los trans.
P. Debe ser el primer Gobierno que pone a los trans como prioridad a combatir.
R. Es su obsesión. Han tomado al grupo más pequeño e incomprendido. Creo que están tramando algo porque la desestabilización de los roles de género ha sido uno de los grandes objetivos de la teoría queer y el feminismo, ha habido un gran progreso ahí.
P. ¿Le sorprende adonde ha llegado la guerra cultural?
R. El otro día hablaba con alguien de la Universidad donde doy clases y les han dicho que ninguna beca será otorgada a ningún proyecto que use la palabra “mujer” en su título. Eso va más allá de lo antiwoke. ¿Qué se supone que debemos hacer? ¿Pensar como hombres blancos para siempre? Es ira ante la idea de que existan otro tipo de personas en el mundo. Masha Gessen ha escrito sobre esto, es parte de una conversación que se tiene dentro del movimiento desde hace tiempo. ¿Somos demasiado vigilantes? ¿Estamos demasiado enfocadas en el lenguaje? Pero nada en este debate es sobre la fuerza del Estado. Ahora Trump y su equipo tienen el poder de este y han mostrado que no tienen reparo alguno para usarlo para censurar. Esa es una amenaza mucho mayor.
P. ¿Le parece difícil como intelectual pública mantener la esperanza?
R. No me siento esperanzada. Me siento triste y con mucha preocupación, aunque creo que la mayoría de la gente no votó por una desestabilización total de la vida y la economía de EE UU. Las comunidades se necesitan ahora más que nunca. La derecha florece entre personas solitarias y desconectadas.
P. ¿Existe posibilidad de resistir?
R. Lo único bueno que puede salir es una reconstrucción total de la izquierda. Los mayores índices de aprobación de Kamala Harris eran entre titulados universitarios, académicos blancos y mujeres como yo. No es una crítica a sus votantes, sino al corporativismo y a la cobardía hipócrita del Partido Demócrata. El último mes todos nos hemos preguntado dónde están los demócratas y ahora estos comienzan a plantearse qué es lo que van a construir. Esperábamos que bregaran contra lo malo; creo que ahora podemos aspirar a algo mejor, pero llevará un tiempo.
P. ¿Que Trump sitúe los derechos LGTBIQ+ en el centro es en realidad una oportunidad?
R. Hay muchos que opinan que los demócratas fueron muy lejos hablando de los derechos de los trans. Eso son estupideces. Los buenos líderes pueden sumar a la gente a temas que no entienden con integridad y de manera didáctica. Y si no estás dispuesto a hacerlo, es mejor que te quites de en medio. Si la respuesta será no hablar de este tema y ser más duros con la inmigración, ¿quién te necesita? Necesitamos gente que pueda explicar mejor los temas.
P. Uno de sus ensayos va sobre Judith Butler, que destapó la teoría queer. Lo centra en su libro Vida precaria.
R. Vivía en Nueva York durante el 11-S, se publicó poco después. Logró lo que hacen los buenos intelectuales, reencuadrar las ideas y los sentimientos que la gente estaba sintiendo de manera que te ayuda a comprender. Butler integra la teoría política con el psicoanálisis. Sus ensayos te llegan por cómo abordan el duelo y lo unen con esta respuesta reaccionaria que llevó a declarar una guerra injustificada por el dolor que sentía Nueva York. Algo de eso tiene el trumpismo en su falsa fuerza, que es una reacción psicótica y casi sociópata a la vulnerabilidad.