Dios debería explicar su giro de guion en Estados Unidos

Hablamos mucho de los efectos económicos y políticos de la llegada de Trump, pero lo peor es la pérdida de un amor, de alguien a quien estabas muy unido y que de repente es un extraño

La Estatua de la Libertad, en Nueva York, en una imagen de noviembre de 2024.Islam Dogru (Anadolu / Getty Images)

Estados Unidos empieza con 102 extranjeros, británicos perseguidos por su religión, refugiados diríamos ahora, que llegan en el Mayflower en 1620. Además de fieles puritanos, también iba gente a buscarse la vida, por motivos económicos, diríamos hoy. Pese a ser unos apestados, con el tiempo se les acabó llamando Padres Peregrinos. Con perspectiva, luego se concluyó que fueron allí en nombre de Dios.

Todos hemos visto películas de vaqueros y sabemos cómo estos colonos, llegados de toda Europa, ocuparon el país echando y matando a los indígenas. En ...

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Estados Unidos empieza con 102 extranjeros, británicos perseguidos por su religión, refugiados diríamos ahora, que llegan en el Mayflower en 1620. Además de fieles puritanos, también iba gente a buscarse la vida, por motivos económicos, diríamos hoy. Pese a ser unos apestados, con el tiempo se les acabó llamando Padres Peregrinos. Con perspectiva, luego se concluyó que fueron allí en nombre de Dios.

Todos hemos visto películas de vaqueros y sabemos cómo estos colonos, llegados de toda Europa, ocuparon el país echando y matando a los indígenas. En El hombre que mató a Liberty Valance, la familia que lleva el bar del pueblo es sueca, tienen todavía acento. Y no solo no paraban de llegar inmigrantes, es que además llevaban extranjeros por la fuerza, cientos de miles de africanos que acabaron como esclavos.

Este gran país prosperó y en 1886 puso en la entrada de Nueva York una estatua gigante de una señora, la Libertad. Se la regaló Francia y fue diseñada y construida por franceses. En la base se colocó una placa con un poema de Emma Lazarus, judía de familia portuguesa sefardí: “Aquí en nuestras puertas del ocaso bañadas por el mar se erguirá / una poderosa mujer con una antorcha cuya llama / es el relámpago aprisionado, y su nombre / Madre de los Desterrados. Desde el faro de su mano / brilla la bienvenida para todo el mundo”. Y seguía, perdonen la extensión, con lo que gritaba a los cuatro vientos esta buena mujer: “¡Dadme a vuestros rendidos, a vuestros pobres, / vuestras masas hacinadas anhelando respirar en libertad, / el desamparado desecho de vuestras rebosantes playas. / Enviadme a estos, los desamparados, sacudidos por las tempestades a mí”. Con una llamada tan sentida como para no ir, fue muchísima gente. Millones de europeos. Por ejemplo, a finales del siglo XIX, los cuatro abuelos de Donald Trump. Alemanes, por parte de padre, y escoceses, de madre. Melania Trump nació en la desaparecida Yugoslavia, en lo que ahora es Eslovenia, y emigró en los noventa. En esos años se trasladaba también al país Elon Musk, sudafricano. Otro millonario que estaba el otro día en la Casa Blanca, Jeff Bezos, tiene el apellido de su padre adoptivo, un señor cubano. También es de origen cubano Enrique Tarrio, líder del grupo neofascista Proud Boys, condenado a 22 años de cárcel por el asalto al Capitolio, y que acaba de ser indultado. Village People fue fundado por dos franceses.

Y ahora nos tenemos que creer, después de cuatro siglos, y con toda la épica que nos hemos tragado, que Dios ha cambiado de idea porque lo dice Trump, que le ha elegido para algo tan miserable como cazar inmigrantes en colegios, iglesias y hospitales, echar a 11 millones de personas y dejar de dar papeles a quien nace allí. Hablamos mucho de los efectos económicos y políticos de todo esto, pero lo peor es la pérdida de un amor, de alguien a quien estabas muy unido y que de repente es un extraño. Es un país con el que hemos crecido, parte de nuestra historia sentimental, y ahora parece abducido por una secta. Al día siguiente de la llegada de Trump se murió ­Garth Hudson, el último miembro de The Band, uno de esos grupos que te hacen sentir que son amigos tuyos y que, ellos sí, revivieron la esencia de América (y cuatro de cinco eran canadienses). Como yo me fijo en estas cosas, para mí fue una señal. Lo imaginé con su acordeón perdiéndose en el Misisipi. Adiós, viejo amigo. Se impone ahora una nueva misión divina para salvar el alma del país, como la de The Blues Brothers, la película en la que John Belushi (hijo de albaneses) decía: “Odio a los nazis de Illinois”.

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