¿Para qué tenemos amigos de segundo rango?

La salud de las relaciones descansa en la reciprocidad y la confianza, pero no podemos evitar establecer continuas jerarquías secretas de las amistades, organizar una gradación privada que nos ordena la vida social

Un grupo de amigos contempla el paisaje de la capital sueca el pasado mes de julio.Maskot (Getty Images)

Haga un repaso rápido de su entorno. Usted también tiene un amigo que cree que es más amigo suyo de lo que realmente es. Es decir, para usted esa persona es un vínculo ligero, útil y hasta divertido, está en la periferia de su vida; pero para ella usted está en el centro y espera más entrega y compromiso. Esta asimetría, propia de los amores difíciles, es complicada de gestionar entre amigos donde, sobre todo cuando hay que establec...

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Haga un repaso rápido de su entorno. Usted también tiene un amigo que cree que es más amigo suyo de lo que realmente es. Es decir, para usted esa persona es un vínculo ligero, útil y hasta divertido, está en la periferia de su vida; pero para ella usted está en el centro y espera más entrega y compromiso. Esta asimetría, propia de los amores difíciles, es complicada de gestionar entre amigos donde, sobre todo cuando hay que establecer gradaciones, se prefiere ser ambiguo y dejar crecer la fantasía de la amistad.

Hemos aprendido que la salud de las relaciones descansa en la reciprocidad y la confianza, pero no podemos evitar establecer continuas jerarquías secretas de amigos, organizar una gradación privada que negaríamos rotundamente ante un juez, pero que nos ordena la vida social. Esta jerarquía crea tensión sobre todo en el universo de los casi amigos, vínculos frágiles y sin definir que nos hacen la vida mejor pero no están entre los cinco imprescindibles que conforman nuestra red social primaria.

La amistad puede surgir cuando se comparte un jefe terrible —nada une más que un enemigo común— o cuando se ha escapado a la vez del chat de padres del cole. Uno puede hacer amigos en un viaje, en el gimnasio o en el bar, durante un máster o cuando ambos se han quedado tirados un verano en Madrid. Son circunstancias que favorecen la creación de un vínculo útil y afectivo, pero que quizás no aguante la vuelta de la normalidad. O quizás sí, para una de las partes.

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El sociólogo Claude Fisher, de la Universidad de Berkeley, California, habla de las “expectativas asimétricas” que se crean entre los casi amigos o medium friends, como se los llama en el mundo académico. Este desequilibrio puede ser una fuente latente de conflictos. “Clasificar las amistades según su dimensión —débil, media, fuerte— tiene cierto sentido intuitivo, dada la falta de precisión del lenguaje para colocar a los amigos —en Estados Unidos, todos, desde un amante hasta un conocido, son llamados amigos—, pero no es la mejor manera de hacerlo. Fisher, que ha estudiado durante años la amistad entre estadounidenses y aclara vía correo electrónico que esa es su zona de expertise, dice que preferiría “un sistema donde se entendiera mejor que hay amigos provenientes de contextos varios y con los que se crean vínculos de intensidad diferente”.

Los medium friends son amigos auténticos, comparten historia, intereses, códigos y chistes. Son útiles para mantenerse informado y pueden ayudar, por ejemplo, a cambiar de trabajo —el ensayo La fuerza de los lazos débiles, del sociólogo Mark S. Granovetter, muestra que el 84% de las personas que habían conseguido un empleo lo habían hecho gracias a un contacto—. Pero, al contrario de los amigos más cercanos, no se les dedica atención y energía ilimitados. Si un casi amigo recibe un diagnóstico grave, ¿qué sería lo adecuado: llamarlo cada día, acompañarlo a las consultas médicas, cocinarle sopa de pollo o mandarle un mensaje cortés deseándole una pronta recuperación?

“Todo depende de la estructura social de cada individuo. La red social de algunas personas se nutre de vínculos débiles, probablemente porque le falta la red primaria. Vivimos en una sociedad donde establecer esos cinco vínculos fuertes puede ser, en ocasiones, complicado”, opina Cinthya Molina, psicóloga clínica, y añade: “Alguien con una red primaria muy establecida puede considerar al resto de sus contactos como ligeros y utilitarios, casi para evadirse de su mundo, mientras para el otro esas relaciones tendrán otro valor”.

“Tenemos un tiempo y un presupuesto limitados para gastar en amigos. Por eso no podemos ponerlos a todos al mismo nivel, unos serán más cercanos y otros menos. Algunos alcanzarán el podio de mejores amigos por la larga historia compartida, pues, cuando alguien ha pasado con nosotros momentos duros, tendemos a tenerlo siempre cerca”, explica por correo electrónico Beverley Fehr, psicóloga social e investigadora de la Universidad de Winnipeg.

En sus investigaciones, Fehr ha comprobado que la proximidad física es crucial en el tipo de amistad que se establece. “Aunque podamos mantener el contacto por internet, los estudios muestran que los amigos se distancian cuando alguno cambia de ciudad. A veces decidimos mantener a raya la amistad con un compañero de trabajo para evitar posicionarnos en caso de conflicto o por si uno fuera ascendido y el otro no. El grado de amistad también dependerá de la similitud. Quienes comparten valores y actitudes tienen más probabilidades de convertirse en amigos íntimos”.

Académicos como el psicólogo evolucionista de la Universidad de Oxford Robin Dunbar —muy citado por la creación en 1993 del número Dunbar, que estableció que el cerebro humano a lo largo de su vida no puede cargar con más de 150 relaciones “estables y significativas”— dibujan la vida social en círculos concéntricos: el centro está ocupado por los más cercanos, que no pasan de cinco, incluyendo a la pareja. En el segundo nivel habría unas 15 personas; en el tercero, entre 30 y 40, y en el cuarto, quedarían los conocidos. Los casi amigos, ¿irían al segundo o al tercer círculo o se quedarían en la periferia? Es un enigma sin aclarar.

En sus investigaciones, Dunbar ha observado que las personas cambian a los amigos del primer círculo con extremada lentitud, aproximadamente uno por década. Especialmente los amigos de los años universitarios parecen inamovibles, son relaciones que apenas necesitan mantenimiento y se retoman donde se dejaron la última vez. No importa el tiempo que haya pasado.

Sin embargo, en el tercer y cuarto círculo hay mucha rotación. Los adultos jóvenes suelen hacer un recambio de entre el 30% y el 40% de sus amigos cada año. Un ritmo que se desacelera a medida que envejecemos. Los amigos bajan de categoría cuando los hijos van a otro colegio, cuando hay un cambio de trabajo o una mudanza. Y suben cuando se reencuentran en una situación común, por ejemplo, un divorcio o la enfermedad de los padres.

Dunbar cree que no somos más explícitos con nuestros casi amigos porque queremos mantener la puerta abierta. Beverley Fehr ha constatado que, ante un conflicto de lealtades con un medium friend, solemos replegarnos y adoptar una actitud pasiva, como deseando que sea el tiempo quien lo solucione. Es una mezcla de cortesía y egoísmo. Quizás tengamos que recuperarlos unos años más tarde, porque lo que la ciencia también ha demostrado es que, a medida que envejecemos, la vida social se reduce a una o dos personas. No es mala estrategia: Fehr dice que las investigaciones muestran beneficios cada vez más sólidos del arte de cultivar a los casi amigos. “Las interacciones sociales livianas, sin grandes expectativas ni sentido de la obligación, son liberadoras, mejoran nuestro estado de ánimo y el sentido de pertenencia a un grupo, benefician incluso a las personas tímidas”, dice la investigadora. Los estudios muestran que los grupos que funcionan bien suelen componerse de amigos de amplio espectro, donde se mezclan lazos muy estrechos con otros más superficiales. Igual la armonía consiste en no intentar adivinar quién es quién. Al final, todos somos casi amigos de alguien.

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