El auge de la extrema derecha en el Parlamento europeo resucita al escritor Stefan Zweig
La creciente presencia de grupos antieuropeístas que han recogido parte del malestar social adelanta problemas
¿Por qué un libro publicado en el año 1943, durante la II Guerra Mundial, es editado de nuevo a comienzos del siglo XXI y deviene en un best seller de larga duración, continuamente reeditado y citado como referencia?, ¿qué circunstancias aborda que quizá se estén repitiendo hoy? Es lo que ocurre con la biografía de aquel escritor austriaco tan popular en su tiempo, llamado Stefan Zweig, con su El mundo de ayer. Memorias de un europeo (Acantilado).
¿Por qué vuelve la gente ...
¿Por qué un libro publicado en el año 1943, durante la II Guerra Mundial, es editado de nuevo a comienzos del siglo XXI y deviene en un best seller de larga duración, continuamente reeditado y citado como referencia?, ¿qué circunstancias aborda que quizá se estén repitiendo hoy? Es lo que ocurre con la biografía de aquel escritor austriaco tan popular en su tiempo, llamado Stefan Zweig, con su El mundo de ayer. Memorias de un europeo (Acantilado).
¿Por qué vuelve la gente al libro de Zweig en la primera mitad del siglo XXI?, ¿qué ve en él? Posiblemente esta tendencia se acentuará tras el resultado de las elecciones al Parlamento Europeo, con el crecimiento de una extrema derecha xenófoba y antieuropeísta. Responde a ello otro europeísta militante como el intelectual británico Timothy Garton Ash, que en su último libro, Europa. Una historia personal (Taurus), parece mantener una conversación permanente con el austriaco: aquellas melancólicas memorias (recuérdese que Zweig y su esposa se suicidaron poco después en Brasil, hartos de huir del totalitarismo nazi) vislumbran signos proféticos de un mundo que dos veces seguidas (1914 y 1939) se halló al borde de la catástrofe. La popularidad de Zweig dice mucho de “nuestra época, de nuestros miedos, de nuestra sensación de que quizá algo está llegando irremediablemente a su fin”. Cuando se publica el libro de Garton Ash todavía no se conocía que la extrema derecha es la primera fuerza en Francia y la segunda en Alemania, los dos países-fuerza de la Unión Europea.
Quizá este pesimismo no esté del todo justificado. La UE ha vivido etapas muy distintas. Por ejemplo, a principios de los años ochenta contempló lo que luego se ha conocido como “la gran galopada”, en la que cogió velocidad. Personalidades tan dispares como Gorbachov, Reagan, Thatcher, Kohl, Felipe González, Delors, etcétera, se complementaron entre sí. La defensa de Delors de un mercado único en Europa occidental aumentó la orientación magnética que la UE ejercía entre quienes vivían al otro lado del telón de acero. El estallido de Europa central y del Este y la unificación alemana dieron un fuerte impulso a la integración europea. El resultado fue una espiral ascendente.
El declive empezó en torno al año 2005 y cobró velocidad a partir de 2008. Entre el “no” a la Constitución europea de Francia y los Países Bajos, y el inicio de la Gran Recesión. Luego vinieron la aplicación del austericidio sin compasión, la usurpación rusa de algunas zonas de Georgia (2008) y de Crimea (2014), la llegada de cientos de miles de refugiados provenientes de Siria y la otra orilla del Mediterráneo (2015), el terrorismo que arrasó con la revista satírica Charlie Hebdo ese mismo año, el crecimiento del populismo en dos países tan significativos como Polonia y Hungría, el dolorosísimo referéndum del Brexit en Gran Bretaña (2016), la llegada a la Casa Blanca de un enemigo como Donald Trump en 2017, y la estocada final con la pandemia de la covid y la invasión por Putin de Ucrania. Y sus consecuencias.
Garton Ash da una importancia central a la guerra de Ucrania en el devenir de Europa. Se ha acabado la era de la paz perpetua. Una de cada dos palabras pronunciadas en Ucrania es “Europa”. “Europa” resuena en boca del presidente Zelenski en la infinidad de discursos dirigidos a parlamentarios extranjeros y en las innumerables reuniones con dirigentes de todas partes. Si “Rusia” se ha convertido en una palabra de odio, “Europa” lo es de esperanza. Como lo fue para los españoles, portugueses y griegos en la década de los años setenta del siglo pasado, y luego de Polonia, Checoslovaquia y Hungría en los ochenta, y más delante de los Estados bálticos y en el sudeste de Europa tras las guerras balcánicas.
¿Estamos predestinados a retroceder?, se pregunta Garton Ash como colofón a su historia personal. La creciente presencia de grupos antieuropeístas en el Europarlamento, que han recogido parte del malestar social, y la indiferencia con que una parte de la población ha recibido estos comicios, absteniéndose en ellos, adelantan problemas.
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