La precariedad de los jóvenes, el mayor obstáculo para su compromiso político

Un nuevo informe constata que la desconexión de la juventud con la política no se debe a una presunta ‘falta de interés’, sino a crecientes dificultades socioeconómicas

Jóvenes cruzan una calle cerca de la Plaza Castilla de Madrid, el 26 de enero de 2024.Mateo Lanzuela (Europa Press/Getty Images)

Una docena de años después, qué ha pasado con aquel “¡No nos representan!”, que inundó las plazas de las ciudades españolas. No se trata ahora de las vicisitudes del partido (Podemos) que logró aglutinar a aquellos jóvenes aira­dos, sino de las actitudes ideológicas de quienes fueron la masa central del movimiento, formada por jóvenes vulnerables que se manifestaron bajo lemas como “juventud sin futuro”, “sin casa, sin curro, sin pensión, sin miedo”, etcétera.

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Una docena de años después, qué ha pasado con aquel “¡No nos representan!”, que inundó las plazas de las ciudades españolas. No se trata ahora de las vicisitudes del partido (Podemos) que logró aglutinar a aquellos jóvenes aira­dos, sino de las actitudes ideológicas de quienes fueron la masa central del movimiento, formada por jóvenes vulnerables que se manifestaron bajo lemas como “juventud sin futuro”, “sin casa, sin curro, sin pensión, sin miedo”, etcétera.

Para muchos de los componentes del 15-M la democracia era una variable política dada, no conquistada. Aquellas movilizaciones fueron el intento de sustitución de unas élites por otras que estaba protagonizado por una “clase creativa” (intelectuales, académicos, profesores, tecnólogos,…) que puso de moda hace tiempo el profesor canadiense Richard Florida. Pero además de los dirigentes estaban los vulnerables y no hay que olvidarlos. Según el informe Juventud vulnerable y democracia en España. ¿Están los jóvenes desfavorecidos desconectados de la democracia?, elaborado por la Fundación Europea de Estudios Progresistas, desde el 15-M no han cambiado las actitudes de los jóvenes peor tratados por la Gran Recesión y la covid, sino su proporción: el grupo ha crecido y un 33,5% de esa cohorte está en riesgo de exclusión social. Sirvan para medirlo dos datos y sus tendencias: los jóvenes españoles se van por término medio del hogar paterno cuando han cumplido los 30,3 años, es decir, cuando ya no son considerados oficialmente jóvenes; sólo un 16% (y el porcentaje no ha dejado de caer) de los jóvenes viven fuera de casa de sus padres, lo que da una idea muy directa de la falta de oportunidades para establecerse de modo independiente.

El informe en cuestión, que en España ha sido presentado por la Fundación Felipe González, sostiene que el interés por la política entre los jóvenes no parece haber decrecido respecto al pasado, sino que los obstáculos socioeconómicos suponen ahora un mayor freno para implicarse activamente en la política, en comparación con las generaciones anteriores. Entre las razones de esa brecha destacan las siguientes: mayor escasez de recursos (tiempo, cobertura de necesidades básicas,…); el estigma asociado a los partidos políticos, lo que puede provocar tensiones en la familia, el barrio o en el caso extremo, discriminación en el trabajo (la tolerancia hacia la discrepancia política se ha erosionado en los últimos años); los partidos han dejado de verse como espacios de socialización, como sucedía antes, donde los que entraban a militar en ellos encontraban relaciones sociales y de amistad compartidas con personas de ideas afines; ahora la mayoría de los jóvenes prefieren encontrar esa socialización en otros lugares. Por último, pero no menos importante, una tremenda falta de confianza en los medios de comunicación y en su capacidad de aportar (o buscar siquiera, en algunos casos) contenidos objetivos y no de parte. Todo ello se puede resumir en lo que los jóvenes vulnerables sienten: la desatención a sus circunstancias y la falta de recursos son los principales obstáculos para su compromiso político.

La principal conclusión es ambivalente: no se sostiene la idea de quienes afirman que los jóvenes desfavorecidos tienden a desarrollar actitudes en contra de la democracia. Antes al contrario, esos jóvenes prefieren un sistema democrático, aunque son muy críticos con el actual funcionamiento de las instituciones democráticas en España, a las que consideran incapaces de tener una función activa con respecto a su vulnerabilidad económica y su falta de representación efectiva.

Su visión negativa de la política del país no se traduce en un cuestionamiento general de la democracia sino de aumento de la visión de que la democracia en España es imperfecta y precisa fuertes reformas. Podrían decir, como sus antecesores, “me gustas democracia, pero estás como ausente”.

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